La izquierda, la derecha y Europa
En Europa están sucediendo cosas extrañas. Hay un movimiento sísmico hacia la derecha en política, que va acompañado por una actitud nueva, más escéptica, hacia la integración Europea. Los defensores más fervientes de la Unión Europea se encuentran ahora en la izquierda. Por otra parte, los gobiernos de derechas de Italia, Dinamarca, Austria, y hasta cierto punto España, y los candidatos de la derecha en Alemania, por no hablar de Gran Bretaña, son todos 'euroescépticos'. ¿Cómo ha sucedido esto?
Los que recuerden los primeros tiempos de la Comunidad Económica Europea sabrán que las actitudes imperantes en los años cincuenta y sesenta eran exactamente las contrarias. Europa fue construida por la derecha política, o en todo caso por los democristianos, mientras que los socialdemócratas necesitaron mucho tiempo para asumirla. Consideraban la Comunidad como una especie de conspiración capitalista que desharía las mejoras en política social que se habían conseguido a base de luchar.
Esto nos conduce de hecho a una explicación de las nuevas tendencias. En los primeros tiempos, la Comunidad Europea giraba en torno a un mercado común, y por tanto, en torno a los intereses de los empresarios. Las mejoras sociales se hacían a nivel nacional. Hoy día, Europa representa para muchos izquierdistas la esperanza de que se pueda defender un modelo social en particular frente a lo que algunos llaman el 'fundamentalismo de mercado'. Desde este punto de vista, Europa representa un bastión contra la nueva ortodoxia del 'consenso de Washington', la economía asociada al FMI y al Banco Mundial de Washington, e inventada en la Universidad de Chicago.
Es cierto que los economistas de mercado siempre han encontrado problemática a la Unión Europea. Ludwig Erhard, el ya entonces legendario ministro de Economía de Alemania, hizo un poderoso alegato en contra de los 'bloques regionales' en el debate alemán de ratificación del Tratado de Roma en 1957. Hoy día no son pocos los economistas que mantienen la misma opinión: Martino, el ministro de Defensa italiano; Leszek Balcerowicz, ahora gobernador del Banco Central de Polonia; Václav Klaus, que posiblemente vuelva a ser pronto primer ministro de la República Checa, y otros. A la izquierda, incluso la izquierda reformista, no le gustan estas teorías, y tiene la esperanza de que Europa defienda la codeterminación, los impuestos elevados, las garantías de seguridad en el trabajo y el Estado de bienestar.
El término 'consenso de Washington' señala un segundo aspecto del nuevo equilibrio político en Europa, es decir, la actitud hacia Estados Unidos. La primera Comunidad Europea era una parte organizada de Occidente, y se definía en contra de la amenaza del Este. Esto también hacía que fuese el vehículo preferido de la derecha política de entonces. Ahora que la amenaza del Este ha desaparecido, los europeos tienden cada vez más a definirse por contraste con Estados Unidos.
Es evidente que la pregunta de por qué deberíamos tener una unión más estrecha en Europa cada vez se contesta con más frecuencia con un 'para aferrarnos a lo nuestro' frente al poder estadounidense.
Ésta ha sido desde hace mucho tiempo una obsesión francesa en el terreno de la cultura. Europa debe defenderse de Hollywood y la comida rápida. Actualmente esta línea de argumentación va mucho más lejos. Incluso el euro se define a veces en términos casi militares; es el arma europea contra el dólar. Ahora que la coalición antiterrorista ha resultado ser efímera, estos contrastes se extienden también a otros terrenos, desde el acuerdo de Kyoto sobre el medio ambiente hasta el Tribunal Penal Internacional. Europa se inclina por las soluciones multilaterales, mientras que Estados Unidos hace alarde de su fortaleza unilateral.
El síndrome de defensa del modelo social europeo y un cierto antiamericanismo define a buena parte de la izquierda europea (aunque no a toda). El síndrome contrario nace de este panorama y combina una política económica neoliberal con un fuerte apoyo hacia un Occidente liderado por Estados Unidos. Por esta misma razón, se muestra un tanto escéptico en lo que respecta a Europa y a una unión más estrecha.
Afortunadamente, el mundo real no es tan sencillo como podría dar a entender un análisis tan ordenado. Francia, en particular, complica el esquema. Está claro que hay fuertes tendencias de derechas -tal como las he descrito aquí- entre los gaullistas, aunque no hay señales de que el presidente Chirac haya perdido su entusiasmo europeo. Y lo que es más importante, Chevènement, que por el momento va bien en su candidatura a la presidencia, consigue combinar el 'euroescepticismo' con la insistencia en el modelo social europeo. Por otra parte, Tony Blair manifiesta un fuerte apoyo a la Unión Europea, aunque intente llevarla hacia una política económica neoliberal y hacia actitudes proestadounidenses. Tal vez esto demuestre que la Izquierda y la Derecha han dejado de ser definiciones de enorme utilidad.
Aun así, el tema principal sigue siendo el mismo. El 'euroentusiasmo' se presenta a menudo hoy día combinado con el escepticismo ante Estados Unidos y las preferencias políticas de la socialdemocracia. A los neoliberales, por otra parte, les gusta Estados Unidos y quieren que Europa se concentre en los asuntos que sabe hacer bien. No hay acuerdo general sobre cuáles son éstos - ¿defensa?, ¿tecnología? ¿'justicia y asuntos interiores'?-, pero sí hay acuerdo en que el ámbito en que deben tomarse la mayoría de las decisiones es el Estado nación y el mundo, y no Europa. Será interesante ver cómo afecta a la Convención Europea el cambio de talante respecto a lo que he denominado la Derecha.
Ralf Dahrendorf, sociólogo británico, fue director de la London School of Economics y es miembro de la Cámara de los Lores.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.