Chucho Valdés prefiere las buenas ideas a la técnica
El pianista, que acaba de grabar un disco de música clásica, inicia su gira por España
Chucho Valdés (Quivicán, 1941) acaba de terminar una grabación de música clásica tocando el piano de Arthur Rubinstein. Sus dos últimos discos -uno de ellos premiado con un Grammy- se grabaron en dos templos de Nueva York: el Lin-coln Center y el Village Vanguard. 'Una de las bases de la improvisación es tener muy buena técnica, pero más importante aún es tener una buena idea', asegura el músico de gira por España.
Los críticos norteamericanos de jazz se muestran impresionados por este portentoso pianista cubano de casi dos metros, hijo de Bebo Valdés, con el que comparte uno de los momentos más emotivos de la película de Fernando Trueba Calle 54, y admirado por actores como Jack Nicholson, Danny Glover o Whoppi Goldberg, que asegura tener todos sus discos, o por el boxeador Mohamed Alí, que le regaló sus guantes y un calzón dedicados. El viernes, Valdés y su sexteto iniciaron en La Laguna una gira que les va a llevar mañana hasta A Coruña (Palacio de la Ópera), el día 12 a Vigo (Centro Cultural Caixanova), el 13 a Ourense (teatro Principal), el 15 a Madrid (La Riviera) y el 18 a Villava (polideportivo Hermanos Induráin).
En el Village Vanguard, un histórico club de Nueva York, su foto cuelga junto a las de los pianistas Bill Evans y McCoy Tyner. 'Cuando en los sesenta escuchaba las grabaciones del trío de Bill Evans, que están entre mis favoritas, nunca soñé con tocar en el Vanguard, en el mismo piano que tocó Bill Evans, y mucho menos en ganar un Grammy'. En Estados Unidos, donde ha tocado con Wynton Marsalis, algunos le comparan con el genial Art Tatum. '¡Coño!', exclama el cubano. 'Cuando era muchacho, mi viejo me ponía a Art Tatum y yo decía: '¿Cómo es posible? Parece tener 12 dedos en cada mano'. El pasado lunes, Valdés estuvo en el Village Vanguard con la orquesta de Thad Jones y Mel Lewis. 'Toqué a primera vista. Y cuando terminamos, el director dijo: 'Él no ensayó, pero parece que hace 10 años que toca con nosotros'.
'Hago cosas que después las escucho y no sé cómo lo he hecho', asegura. 'Todos los grandes improvisadores tienen uno o varios clichés que los identifican. Hay una frase que hace Art Tatum que se sabe que es de él, otra de Charlie Mingus, ahí tienen su tarjeta de identidad. Pero ellos no los usan para quitarse de improvisar, sino para que sepas que es su sello. Y así los uso yo también. No como una fórmula para resolver problemas'. 'Hay músicos que tocan para el aplauso y eso es tan peligroso como el boxeador al que le gritan 'noquéalo, noquéalo'. Éste es un arte en el que tienes que administrar todos los recursos', explica. 'Una de las bases de la improvisación es tener muy buena técnica, pero más importante aún es tener una buena idea'.
Director del Festival de Jazz de La Habana, que en diciembre celebrará una nueva edición, y presidente del jurado del Premio SGAE de Jazz Latino, Valdés es uno de los grandes protagonistas de Calle 54. Su dúo de piano con Bebo Valdés, que vive en Suecia desde principios de los años sesenta, supone uno de los momentos más emotivos de la película. 'En abril de 1960, tocamos juntos por primera vez en la televisión cubana. Pero, desde ese día y hasta 2000, pasaron 40 años en que nosotros no volvimos a tocar juntos. Quería escucharlo tanto que prácticamente pasé los dedos de las manos por encima del piano para oír a mi papá. De poco lloro', recuerda.
Una casa llena de música
El hogar familiar, en el barrio habanero de Santa Amalia, estaba siempre lleno de músicos. 'Nos visitaban Lecuona, Arsenio Rodríguez, Bola de Nieve, Beny Moré, Celia Cruz, a la que mi papá le hacía arreglos. Fue una suerte que me cayó del cielo'. Y, además, tenía la universidad en Tropicana, donde trabajaba Bebo Valdés. 'Allí se presentaban Nat King Cole, Buddy Rich, Lionel Hampton... En el último concierto que di en el Lincoln Center le recordé a Milt Jackson cuándo tocó en Tropicana y dónde él vivía. Se murió de la risa: 'Me acuerdo que tú eras un niñito que ibas con tu papá'.
Valdés no se limita al latin jazz. Su última grabación, con obras de Chopin, Ravel y Lecuona, le tiene entusiasmado. 'Es la primera vez que escucho mi verdadero sonido en un disco', asegura. Y eso que al principio tenía dudas: 'Me asusté cuando el señor que quería grabarme me dijo quién era. El productor de Arthur Rubinstein, para mí, con Horowitz y Alicia de Larrocha, un gigante. La exquisitez es tan grande que los Steinway & Son de Nueva York no le valían e hizo traer uno de Washington que tocaba Rubinstein', explica. 'Va a dar mucho que hablar porque lo hice como lo siento y lo pienso desde que era estudiante'. 'Empecé a tocar a los tres años, por eso creo que es difícil que me hagan un cuento'.
Babelia
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