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Reportaje:

Fin de fiesta

Una simple pastilla pudo acabar con la vida del amigo de los dos chavales que posan en esta foto. José Joaquín Barragán, el Joaqui, llamaba golosinas a los éxtasis. Y cuando una de las golosinas le sentaba mal a alguien, entonces el Joaqui decía que estaba 'encaballada' la pastilla, que tenía heroína, así que lo mejor que podía hacer era 'montarse en el caballo' y marcharse a casa.

El sábado 2 de marzo, a las dos de la madrugada, en el polideportivo Martín Carpena, de Málaga, rodeado de 15.000 cuerpos sudorosos, el Joaqui dejó de bailar y de moverse. Antonio, el menor de 17 años que aparece de espaldas en esta página, le compró un bocadillo, una botella de agua y lo sacó a la calle.

'Tarda unos tres cuartos de hora en hacer efecto y entonces la gente no quiere perder el tiempo: allí no vas a ligar. Vas a reventar. Y desde el primer momento'
'Viéndonos por ahí un fin de semana, se puede pensar que no tenemos corazón, porque somos gente que nos reímos de todo. Pero esos gritos del Joaqui... aquí los tengo'
'El vigilante de seguridad de la puerta ni nos registró ni nada. Ni nos preguntó la edad, ni nos pidió el carné, ni nos pasó un detector de metales'
'Una vez que entras en la pista, aquello es la ciudad sin ley, o la ley del más fuerte, o la del que más amigos tiene'
'Sufrió mucho. La droga se lo estaba comiendo por dentro minuto a minuto. Le tuvieron que tapar los ojos porque se le salían de las órbitas'
'El mismo vendedor puede vender unas pastillas con el mismo dibujo y color. Te puedes tomar tres y no te hacen nada, pero la cuarta te machaca'
'A veces te 'rayas' porque te crees que nunca te va a venir el 'subidón' y empiezas a comerte más y más pastillas. Crees que no estás 'colocado'

'Normalmente, cuando estás demasiado subido para volverte a casa, te metes una o dos rayas de coca y se te baja el subidón. Tus padres ni se enteran', comenta Diego López, uno de los amigos.

'El Joaqui contaba muchas veces riéndose que una mañana llegó a casa y se durmió y de repente se despertó y estaba la madre en la cama sujetándole el pie. Y él le dijo: '¿Qué haces, mamá?' Y ella le contestó que el pie no paraba de movérsele. Y él se reía contándolo porque era verdad, el pie se le había quedado aquella noche como con vida propia. La madre nunca sospechó nada. El padre nos dijo en el hospital que sí, que algo se olía. Pero los padres a veces, está claro, se ponen ellos mismos una venda'.

'Al verlo en el hospital ya moribundo', comentaba el padre, José Joaquín Barragán, 'yo le decía: 'Aguanta, hijo mío, ayúdame, vamos a salir de ésta'. Pero no aguantó. Y parece que la energía que tuvo siempre en la vida me la ha transmitido ahora para que yo pueda contar el daño que hacen estas fiestas y estas drogas'.

El Joaqui no era más que uno entre muchos miles de jóvenes españoles a los que ningún vecino tiene nada que reprochar de lunes a viernes.

El estudio Salir de marcha y consumir drogas, de 1999, editado por el Plan Nacional sobre Drogas, calculaba que unas 450.000 personas entre 14 y 29 años se había tragado ese mismo año hasta 16 millones de pastillas.

'De lunes a viernes no se le veía el pelo al Joaqui. Siempre con su mono rojo y azul de chapista, y su sonrisa, poniendo voces, haciendo reír a la gente. Las ocho horas que dormía era el único tiempo en que podías verle serio. Su perilla pelirroja, sus chistes..., es que se reía de todo el mundo. A su hermano, que es policía local, le llamaba El Chivato. 'Venga, vámonos por ahí de juerga, que le he cogido el coche al Chivato'. Te ibas con él de juerga sin dinero y no te faltaba de nada. Si tenía que dar la cara por ti, era el primero en darla', recuerda Antonio.

'La entrada en el Martín Carpena nos costó unas 4.000 pesetas. Llegamos a eso de las nueve de la noche. Lo primero que vimos fue una mole impresionante de coches. La peña empieza allí a entonarse ya con la música a toda pastilla para ponerse a gusto. Porque tardan unos tres cuartos de hora en hacer efecto y entonces la gente no quiere perder el tiempo: allí no vas a ligar. Vas a reventar. Y quieres hacerlo desde el primer momento. Había lo menos 50 autobuses con matrículas de todas partes de Andalucía. En este tipo de fiestones los organizadores suelen poner autobuses', continúa Antonio.

Los 'pipas' y los 'crashtown'

'Vimos una pelea en la cola que había en la puerta. La policía local estaba al lado y no hacía nada. Los vigilantes de seguridad, tampoco', añade el amigo de 17 años. 'Los vigilantes son unos pipas, te vienen, te dicen: 'Por favor, no hagáis nada', pero nadie les hace caso', ratifica Diego López. 'Hasta que no llegaron los crashtown no se acabó la bronca. Los crashtown son unos matones que contratan los organizadores de estas fiestas. Llevan botas con puntas de hierro, el pelo rapado y unas camisetas negras donde pone crashtown. Si te ven peleando te dan de hostias a ti y al otro y se acabó. Ésos no preguntan. Tienen unas manos que son alpargatas, y si les levantas las chaquetas encuentras todo tipo de armas. No son como el vigilante que estaba en la puerta, un tío de 50 años uniformado. Que, por cierto, a nosotros ni nos registró ni nada. Ni nos preguntó la edad, ni nos pidió el carné, ni nos pasó un detector de metales. Nos pasó la mano por el costado y ya está. Sólo nos hizo la silueta. Punto. Y dentro había cantidad de gente armada, algunos con un sable en la cintura. Y chavales de 12 años mordiendo crucifijos fluorescentes. Jovencitos de 12 y 13 años que los conocemos de aquí de Málaga. Muerden esos rosarios que se llevan ahora porque cuando te hace efecto las pastillas la mandíbula te pide morder algo, y algunos cogen los tapones de plástico de las botellitas de agua', relata Antonio.

La fiesta estaba organizada por Daniel Moreno, el pinchadiscos del programa Evassion, de Canal Sur Radio, y otros dos empresarios locales de Málaga, Francisco Cevallos y Francisco Gil.

El abogado de los tres organizadores, Héctor González, reconoce que hubo deficiencias de seguridad, pero matiza: 'Por el momento, nadie nos ha puesto una denuncia. Aquí hay dos cuestiones distintas. Una es el fallecimiento, sobre el que no podemos asumir ninguna responsabilidad. Había 116 vigilantes contratados. Se revisó a la gente todo lo que se pudo, pero no se les puede controlar completamente. Además, no se puede demostrar ni siquiera que se tomaran las pastillas dentro del local. La otra cuestión es la de la seguridad. Pero quien debe perseguir el tráfico de drogas es la policía. No tenemos constancia de que la policía registrara a nadie ni que hiciera un control sobre el tema de las drogas'.

En cuanto al hecho de que el polideportivo sólo estuviese preparado para acoger a 8.000 personas y allí entraran más de 15.000 (según un agente policial), el abogado de los organizadores también matiza: 'No sabemos cuál ha sido la venta real de entradas. A la una o una y media la policía dijo que el aforo estaba completo. Por eso había gente con su entrada que se quedó fuera. Eran varios miles de personas. La cantidad de gente sorprendió a todos. Un altavoz de la policía advirtió a la gente que se fuera, y el ambiente empezó a caldearse. Entonces ordenaron que se abrieran las puertas. Eso es problemático porque se acabaron todos los controles'.

'Y en cuanto a lo de las drogas', añade el letrado de los organizadores, 'el tipo de música conlleva un tipo de gente, una forma de ser, y hoy en día las drogas están por todas partes. Cada grupo consume la suya, y eso es un problema de quien la consume, no de quien pone la música. Lo que está claro es que a nadie se le ha obligado a tomar drogas. Los organizadores son los principales perjudicados por este tipo de cosas'.

Tráfico o autoconsumo

Si una persona consigue demostrar que todas las pastillas que lleva en ese momento no están destinadas al tráfico, sino al autoconsumo, se libra de cualquier penalización.

Alguien puede llevar 30 pastillas y probar que se va de vacaciones y las lleva para su consumo mensual, y entonces sólo deberá pagar una multa. Por la denominada Ley Corcuera, las sanciones administrativas oscilan entre 300 y 30.050 euros (entre 50.000 y cinco millones de pesetas).

Antonio, el amigo del Joaqui, continúa con su relato de aquella noche: 'Nada más entrar allí el Joaqui y yo lo primero que vimos fue a toda la gente con la camiseta quitada. El vapor condensado de todos pegando botes caía desde el techo. Las chavalas, como en todas estas fiestas, iban en top o biquini. El Joaqui y yo nos quedamos también como todo el mundo, desnudos de cintura para arriba'.

'Estaban los mejores disc jockey (pinchadiscos) de España: el Kultür, la Anushka, Wally... Y la música era alucinante'.

Uno de los organizadores de la fiesta, Francisco Cevallos, reconoció a este diario que habían dado orden expresa a los disc jockey que actuaban aquella noche de que no faciliten detalles a la prensa sobre aquella noche.

'Los disc jockey', continúa Antonio, 'ponen un ritmo en un plato: tum, tum, tum, tum. Y en otro plato te ponen otro ritmo: tac, tac, tac... Y de vez en cuando meten un subidón. Y es que meten tambores que empiezan muy tranquilos y se van animando, y sube y sube y sube, y de repente se para un segundo y sube todavía más de volumen, de ritmo, de todo. Y eso te digo que es alucinante. Catorce mil personas ahí silbando y gritando a tope, que es como decirle al diyei: eres el mejor, compadre. Y ahora, entre tanto tambor y tanto sonido metálico, te pueden meter un violín o un piano, o la canción de Camarón esa de Como el agua. La verdad es que es guapísimo'.

'Los disc jockey son gurús, como líderes espirituales en este ambiente', explica Omar Castelló, responsable de la página web emisferia.com, claro referente de la música tecno en España. 'Algunos llegan a tener cotizaciones elevadísimas, como Paul Van Dyk, creador del disco The Politics of Dancing, que cobra desde 12.000 euros por actuación -las sesiones no superan las dos horas- más la habitación en un hotel de cinco estrellas y tres vuelos'.

Mientras, el pinchadiscos dirige las evoluciones de los jóvenes; allá abajo, en la pista, nadie es el rey.

'Una vez que entras en la pista aquello es la ciudad sin ley, o la ley del más fuerte, o la del que más amigos tiene. Porque a pesar de que suele haber muy buen rollo entre todo el mundo, también hay gente que abusa. Si vas solo, tienes que ir armado. Porque, si no, te vienen tres o cuatro y te pueden quitar las pastillas y el dinero', señala Diego López.

'Que me muero, que me muero'

'De repente vi al Joaqui muy mal. Me dijo que le pidiera un bocadillo y algo de beber. Se lo compré y salimos a la calle. Se comió el bocadillo como pudo. Le dije que si podía hablar. Y me dijo: 'Pues claro que puedo'. Pero apenas se le entendía. Quisimos andar para buscar un taxi. Se abrazó a mí porque ya no podía con su cuerpo. Y entonces se puso a dar convulsiones, a patalear en el suelo', añade Antonio.

'Las convulsiones y la taquicardia que aparecen con el éxtasis están normalmente asociados a un golpe de calor, a una subida brusca de la temperatura. Es como si se produjera un fallo en el sistema térmico del cuerpo', explica Josep Rubira, de la asociación Energycontrol, dedicada a difundir información sobre las drogas.

'Lo último que dijo el Joaqui', comenta su amigo Antonio, 'las últimas palabras fueron: 'Que me muero, que me muero'. Seis amigos que habían venido y yo apenas podíamos sujetarlo para evitar las convulsiones. Viéndonos por ahí un fin de semana usted a lo mejor puede pensar que no tenemos corazón, porque somos gentes que nos reímos de todo. Pero esos gritos del Joaqui ahí los tengo cada noche'.

'Lo de las convulsiones es normal entre los pastilleros. Uno del barrio, que no es que sea muy fuerte, llegó a romper una camisa de fuerza. Y decía que no había sido él, sino su perro pitbull. El pitbull no era más que un tatuaje que llevaba en la espalda'.

'Es raro que alguien vaya a una fiesta de brake beat, que es como se conocen estas juergas pastilleras, y no consuma drogas. Puede que lo haga una vez, pero cuando estás a las tres de la mañana rendido y ves la marcha y la cara tan alegre que tienen tus colegas, al final picas. Y es lo peor que puedes hacer', comenta un amigo del Joaqui.

'Cuando el Ayuntamiento prohíbe algún fiestón, lo que hace la gente es que se va detrás del Aqua Park y ahí se monta la fiesta. Llegan coches con equipos de música de más de dos millones de pesetas'. ¿Y quién puede costearse esos equipos? 'Los traficantes. En una noche de ésas, el que menos dinero gana se hace con unas 100.000 pesetas'.

'Las mejores fiestas son las privadas. Ahí es donde los diyeis se van dando a conocer. Y ahí, en esas fiestas, tienes la seguridad de que si pasas un mal rato te va a apoyar tu gente. A veces te rayas porque te crees que nunca te va a venir el subidón y empiezas a comerte más y más pastillas. Crees que no estás subido', continúa Antonio 'y en realidad estás colocado, pero tú crees que no. Y eso es malísimo. Lo mejor entonces es tomarse dos whiskys. Mucho mejor dos whiskys que otra pastilla más'.

Alcohol y pastillas

'Eso es relativamente cierto', comenta el portavoz del Plan Nacional sobre Drogas, Javier Hernández; 'la pastilla pasa al estómago; después, al intestino, y más tarde, al hígado, donde se neutraliza. Pero si también tomas alcohol, las células del hígado que neutralizan la pastilla se dedican también a neutralizar el alcohol. Con lo cual, la metaanfetamina pasa libre. En definitiva, estás sobrecargando el hígado y por eso tiene más efecto la pastilla'.

'Yo creo que lo que le pasó al Joaqui', comenta Diego López, otro de los amigos, 'es que se tomaría varias pastillas creyendo que no estaba colocado'.

'O que la que se tomó estaba infectada y le habían metido cosas chungas', comenta otro.

'Hay muchas creencias falsas en el mundo del éxtasis', comenta el portavoz del Plan. 'Los éxtasis no suelen venir adulterados con otras sustancias, no es normal. Y eso de que algunas pastillas están encaballadas, es decir, que llevan heroína, es falso. Como mucho llevan LSD. Pero no mezclan con heroína, porque la heroína es mucho más difícil de obtener, más cara. La heroína comida no tiene efecto, necesitas unas dosis enorme. Se mezcla con LSD. Lo que sí ocurre es que el mismo vendedor puede vender unas pastillas con el mismo dibujo y el mismo color con determinadas dosis de metaanfetamina y otras con menos. De tal forma que te puedes tomar tres y no te hacen nada, pero la cuarta te machaca'.

En cuanto a quién se las vendió, los amigos del Joaqui prefieren guardar silencio. El tema se encuentra bajo investigación policial. Y el tipo de éxtasis que era tampoco lo saben con seguridad.

'Hace dos años se pusieron de moda llamarlas igual que las marcas de coches. Las mitsubishi, las ferrari, las tt, que salieron cuando el Audi TT. Están las mitsubishi del 2000 y las mitsubishi del 2001, que están encaballadas (con heroína). Después están las simpson. En fin, le faltarían a usted páginas en su periódico si tuviera que escribir todos los tipos de pastillas que hay', comentan Antonio y Diego.

El caso es que la fiesta para el Joaqui terminó mucho antes que para el resto. 'En el hospital el pobre estuvo desde las tres de la noche del sábado, que llegó, hasta las nueve de la noche del lunes, que murió. Y sufrió mucho. La droga se lo estaba comiendo por dentro, minuto a minuto. Le tuvieron que tapar los ojos porque se le salían de las órbitas. Tenía la cara hinchadísima. Sólo se le reconocía por su pelo y su perilla', recuerda Antonio.

Era el fin de fiesta.

Ambiete de fiesta de música tecno en un club de Valencia.
Ambiete de fiesta de música tecno en un club de Valencia.SANTIAGO CARREGUI

Éxtasis, solo o en compañía

EL ÉXTASIS TIENE TAMBIÉN un nombre científico: metilenodioximetanfetamina (MDMA). Es un derivado de la metanfetamina que se sintetizó en 1912 en Alemania como anorexígeno, aunque luego fue ignorado por la comunidad científica. Su consumo está prohibido por Naciones Unidas desde 1986 por sus propiedades alucinógenas y su potencial neurotóxico. A pesar de que sus consumidores esperan encontrarlo en estado puro en las pastillas, la realidad es que es más frecuente que aparezca mezclado, o incluso estén fabricadas enteramente de otras sustancias: aspirina, speed, LSD (ácido), cafeína, efedrina, etcétera. En el Plan Nacional de Drogas (PND) explican que han llegado a encontrar dos sustancias, PMA y PMMA, que son letales. Aparecieron en las pastillas mitsubishi, una de las más populares. El efecto habitual del éxtasis, que llega a la media hora de consumirlo, es una sensación de euforia en la que desaparece el cansancio. Es normal sentir tensión de mandíbula, boca seca, sudor y aumento de la temperatura del cuerpo. Cuando se consumen muchas pastillas seguidas se puede dar ansiedad, confusión e irritabilidad o agresividad. Además, el bajón es más fuerte y entonces se siente un cansancio brutal físico y mental y, sobre todo, bajo estado de ánimo. El consumo continuado incrementa el riesgo de paranoias, depresiones y ataques de pánico. 'La actividad metabólica de las neuronas en el cerebro disminuye', explica el portavoz del PND. 'Cuando un joven toma una anfetamina, la actividad metabólica de las neuronas en el cerebro disminuye. Mueren neuronas. Mueren muchas más que con una borrachera. A los 30 años, una persona puede tener grandes lagunas de memoria, llora y ríe sin motivos aparentes, esquizofrenias y psicosis maniacodepresivas, escasa capacidad de concentración en el trabajo y puede derivar en demencias seniles a la edad de 40 años'.

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