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MI AVENTURA | EL VIAJERO HABITUAL
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Los perritos calientes de Harrison Ford

CHICAGO MUESTRA sus contrastes aun antes de aterrizar, cuando el avión planea por encima de los rascacielos después de haber volado durante 20 minutos sobre los Grandes Lagos: un sky-line con magia, esos edificios que encuentran como único freno las aguas del lago Michigan.

En la ciudad ventosa (windy city), bañarse en el lago produce una intensa sensación. Pese a que parece que se está en el mar (las pequeñas olas, los barcos y un horizonte en el que no se adivina el final...), el primer trago de agua es dulce. Tan dulce como los ocho días paseados por la ciudad de Frank Lloyd Wright, nombre clave en la arquitectura americana, y también europea, del siglo XX. Chicago es sinónimo de arquitectura. Del primer sky-line moderno del mundo. De las obras de Sullivan -'la forma sigue a la función'-. Y de dos de las construcciones que Wright escogía para su propia lista de sus tres mejores obras: la casa Robie, junto a la Universidad de Chicago, y el Unity Temple, en Oak Park (la tercera, el Imperial Hotel de Tokio, fue demolida).

En el barrio de Oak Park se encuentran 25 casas construidas por Wright entre 1889 y 1913. Allí desarrolló y perfeccionó el llamado estilo Prairie, en el que predomina el sentido horizontal, la luz y los grandes espacios interiores. Para llegar hasta Oak Park se puede coger el metro. Sale desde el Loop (el centro de Chicago) y pasa frente al estadio del equipo de baloncesto: los Chicago Bulls. Es un corto trayecto donde se descubre la otra cara de la ciudad: las barriadas pobres. El contraste: el propio Oak Park o el barrio de Near North Side, donde las fachadas art déco de los años veinte conforman un perfil elegante. Para buscar vistas, la torre Sears, la más alta del mundo de suelo a techo, o mejor la John Hancock, con una estupenda panorámica sobre el lago y un bar que destaca por sus cócteles.

Para comer, algo sencillo y muy americano. Los perritos calientes de Gold Coast Dogs (los mejores, en opinión de Harrison Ford y Bill Cosby), con pepinillo, patatas, lechuga, cebolla... Y todo ello sin olvidar una visita al acuario John G. Shedd y al Museo de Historia Natural.

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