Primer juicio contra Urrusolo, el etarra más escurridizo
El etarra José Luis Urrusolo Sistiaga, Langile, uno de los terroristas más sanguinarios y el más escurridizo en la historia de ETA, fue juzgado ayer por primera vez en la Audiencia Nacional.
El teniente fiscal Jesús Santos solicitó 18 años de prisión para él por delitos de tenencia de explosivos, falsificación de matrícula y utilización ilegítima de vehículo a motor, ya que dejó abandonado un coche cargado con explosivos en Zaragoza, en octubre de 1991.
Urrusolo mantuvo durante el juicio una conducta poco usual con respecto a la que últimamente suelen mantener los dirigentes de ETA que son juzgados en la Audiencia Nacional. Nada más iniciarse la vista, el presidente del tribunal, Fernando García Nicolás, informó al etarra de su derecho a no declarar, pero él preguntó si tenía derecho a marcharse de la sala. El diálogo se desarrolló así:
Urrusolo. '¿Tengo derecho a marcharme?'.
Presidente. '¿Quiere usted marcharse? Tiene derecho a estar presente y es beneficioso para usted'.
U. '¿Tengo derecho a marcharme?'.
P. 'Tiene derecho a no declarar, pero a marcharse, en principio no, salvo que su conducta obligue a su expulsión de la sala. ¿Va a contestar a las preguntas?
U. No, a nadie.
P. ¿Y a su abogado?
U. Tampoco
Y el etarra permaneció sentado en el interior de la pecera de la sala blindada hasta que concluyó el juicio, intercambiando gestos con los familiares y amigos que habían acudido a la vista.
Misma matrícula
Como testigo declaró Jesús Cuenca, un ciudadano de Zaragoza que narró cómo había visto en dificultades el coche en el que viajaban Urrusolo e Idoia López Riaño, Tigresa.
'Estaba en la calle Zapata y, justo al lado, había un coche parado, un Opel Corsa', explicó Cuenca. 'Uno de los ocupantes se puso a empujarlo para ver si conseguía arrancarlo, pero no podía, aunque no me pidió ayuda. Luego, cuando la mujer iba a salir del vehículo, me puse yo también a empujar. Entonces me di cuenta de que el coche llevaba la misma matrícula que mi coche, y se lo comenté al hombre. Él me contestó que debía ser un error de Tráfico. Pues será, le dije yo, y seguí empujando, aunque el coche no arrancó. Después me marché, pero llamé por teléfono a la policía para contarles la coincidencia. Era un miércoles sobre las siete de la tarde, porque iba a casa a ver el partido'. El coche, que estaba averiado, tuvo que ser abandonado por los etarras y fue encontrado poco después con 50 kilos de explosivos.
Las huellas de Urrusolo aparecieron en el vehículo y sirvieron para reclamar su extradición.
Idoia López Riaño no será juzgada por este hecho, ya que la justicia francesa no concedió su extradición para ser juzgada por este caso.
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