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Tribuna:REDEFINIR CATALUÑA
Tribuna
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Todos los hijos del presidente

¡Qué título para una película de formato americano! Con algun maduro Harrison Ford atrapado entre su alta misión pública y la evidencia de una baja misión privada tozudamente trabajada en el comedor familiar. ¡Ay, la familia, tamaño riesgo, tamaño reto para los retos del poder! Lo público y lo privado, lo institucional y lo familiar, ese duelo perverso de intereses que tan a menudo choca para descrédito de lo primero. Leía un magnífico artículo de Enric Juliana en la competencia que hablaba de ello en un retrato incisivo de Silvio Berlusconi. 'Berlusconi no es el pasado', decía, 'es el futuro'. ¡Y qué futuro!: ultraliberalismo salvaje, monopolio mediático, confusión absoluta de intereses, desaparición de las fronteras de lo público, destrucción de la política, en definitiva. 'Avanzadilla de un mundo sin reglas, de nuevo implacablemente sometido a la ley del más fuerte'. Un mundo donde la información y la propanganda se han fusionado definitivamente. En otro espléndido artículo, esta vez en casa, Félix de Azúa hablaba de los nuevos héroes de la resistencia. Héroes que no han leído a Jurgen o a Nietzsche ni nunca leerán nada. Héroes de Corán machacado en los aledaños de la infancia y cuya utopía no se dibuja en los límites de la transgresión, sino en los turbios paisajes del paraíso. Entre los nuevos políticos que gritan '¡muerte a la política!', y la hacen efectiva con su hábil ecuación poder mediático-poder político-poder económico, y los nuevos héroes que gritan '¡muerte a la inteligencia!', y la matan a golpes de matarse y matar, el espacio de lo racional, de lo dialéctico, de lo republicano -entendido como ese pacto laico que define los valores de la democracia-, va acotándose por momentos. Tengo para mí que éste va a ser uno de los grandes retos del progresismo, defender las fronteras de la política contra el ataque en todos los frentes a que la somete la nueva inquisición. Inquisición de ultraliberalismo tramposo y amoral e inquisición de resistencia fanática y teológica, ambas soportadas por una misma agonía de la ilustración.

Dicen que en España aún no estamos en ese punto de inflexión italiano que amenaza con llegar, aunque una se huele que algunos síntomas de lo que ha ocurrido tienen mucho de tinte berlusconiano, quizás porque los dos presis son amigos y residentes en lo mismo. En todo caso, resulta evidente que Aznar ha comprado todos los media que ha podido, con dinero de todos, y que la confusión entre propaganda e información se ha dado con una intensidad que nunca se había visto en democracia. La intercomunicación entre privado y público ha tenido desde esperpénticos ramalazos hasta sonoros exponentes de más finezza e igual perversidad. ¿Qué tal ese lindo Piqué que ha sobrevivido a todos los naufragios, precisamente porque ese tipo de escándalo ya no desgasta? Desde luego Aznar no ha presidido el Madrid como Berlusconi el Milan -aunque poco le ha faltado-, pero cumple todas las pautas del nuevo catecismo ultraliberal. Ciertamente se equivocan quienes lo tildan de neofranquista. También él es el futuro, y eso es lo que espanta.

¿Y Cataluña, nuestro lindo oasis donde los amiguetes no se señalan con el dedo y las niñas malas estamos todas desterradas para bien de la comunidad? Aquí la medida catalana es la medida de todas las cosas, patrón pequeñoburgués que garantiza el recorte de cualquier exceso. Por supuesto también recorta los horizontes lejanos, pero ¿para qué los quieren quienes viven en la arcadia del ideal noucentista? Debe de ser por ello que la confusión entre información y propaganda sólo parece una pequeña y molesta injerencia de partido, y cuando lo público y lo privado estallan en el drama de miles de trabajadores a punto de perder su trabajo, no tenemos confusión sino desliz. Al fin y al cabo, democratacristianos todos, ni uno solo de nosotros se atreve a tocar la familia, respetuosos con su viejo lema: la que permanece unida, se enriquece unida. Pero habrá que tocarla en algún momento si no queremos morir directamente de imbecilidad, secuestrados por nuestras propias cárceles mentales. Por supuesto, puedo entender que los de Lear no se metan en aguas turbulentas, demasiado atareados por garantizar algo tan nimio como su supervivencia. Pero será de manual que lo político catalán no llegue hasta el fondo de un escándalo que mezcla hijos con presidentes, enriquecimientos astronómicos con sospechosas influencias, informaciones privilegiadas que se cruzan con el café familiar, todo ello en una tupida red de vasos comunicantes que convierte lo público en un simple y eficaz ramal del interés privado. Mírenlo como quieran, pero tener un hijo en Industria y tener otro en la dirección de una empresa que gestiona el cierre de otra empresa, y pretender que nadie tenga que ver con nadie, padre de ambos incluido, es casi como certificar la asexualidad de los ángeles. Pero los ángeles tienen todos sexo y sobre todo lo tienen los hijos de sus padres cuando el poder es tan absoluto y tan cercano que permite instalarse en él con la impunidad que da la zona opaca. Zona opaca es ese hijo, ése, cuya responsabilidad es velar para que varias comarcas no se queden sin trabajo, y vela tanto que no ve que su hermanito hace una pasta con el cierre de la empresa. Me dirán que, de hecho, el chico sólo asesora, bondad divina que limpia un poco el dinero nacido sucio, pero me parece que no ha lugar: aumenta la cuenta de explotación con el cierre, ello es lo relevante.

Algo profundo falla cuando se puede llegar a este extremo de confusión, cuando los pasillos de lo públilco se inundan de intereses privados, nacidos en familia para la familia, blindados de control exterior. Sinceramente, creo que lo ocurrido es algo más que un abuso, puede ser un síntoma. Un síntoma de esos nuevos aires ultraliberales que han resuelto la incómoda ecuación entre lo privado y lo público a beneficio único de lo primero. El imperio de la alegalidad, ultraliberalismo liberado de complejos.

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