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La mirada corrosiva de Robert Altman

El director de 'Gosford Park' afirma que sus películas son 'pinturas que cambian constantemente'

La ironía no pasó inadvertida, y menos para Robert Altman. Su último trabajo, Gosford Park, acababa de recibir en Londres el Premio Alexander Korda al mejor filme británico del año. Subieron a recoger la estatuilla el pasado 24 de febrero, durante la gala anual de la Academia Británica de Cine y Televisión, el realizador y sus dos coproductores. 'Tres estadounidenses y una película británica', bromeó Altman poco después.

Hace tiempo que Altman desistió de las arcas hollywoodenses y encuentra combustible a su creatividad en productoras independientes e, incluso, en las ayudas estatales de países europeos. También Europa ha premiado sus trabajos (El juego de Hollywood, Un día de boda o MASH, entre otros) con más frecuencia que su país de origen. Pero, este año, la academia de cine estadounidense ha tendido puentes con el septuagenario realizador y Gosford Park compite en siete categorías, incluidas las de mejor director y mejor película. Nunca antes un filme de Robert Altman emprendía la ruta de los oscars con tantas candidaturas.

'A los actores los lanzo al 'ring' y cada uno descubre su posición'
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'Todas mis películas son cuadros que ejecuto a partir de las circunstancias de cada jornada de rodaje. Son experiencias vivas, pinturas orgánicas que cambian constantemente. Cada elemento altera el resto, de la misma forma que la superficie y las orillas de un lago se ven afectadas cuando tiras una piedra al agua', explica.

Inglaterra sirve de manantial de inspiración de su último cuadro, que reconoce como un híbrido entre Diez negritos, la adaptación de la novela de Agatha Christie, y La regla del juego, el clásico de enredos e intrigas de Jean Renoir. 'Quise hacer una película de crimen y misterio, un género que no había desarrollado hasta ahora', contó en Londres tras acabar el montaje. 'Esto me condujo a Agatha Christie, a Inglaterra y a una época determinada'.

Altman se detuvo en la Inglaterra de 1932, cuando la élite social aún vivía atendida por decenas de sirvientes. 'Es el principio del final de ese tipo de servidumbre. Las jóvenes de entonces no tenían más alternativa que ser doncellas o prostitutas. Los de arriba, los del dinero y los títulos, podían mostrarse amables con sus sirvientes pero no los tenían en cuenta. No los consideraban seres humanos, sino como animales domésticos'. Cerca de 40 aristócratas y criados se dan cita en la finca de Gosford Park. Entretenidos por los anfitriones, en las figuras de Michael Gambon y Kristin Scott Thomas, y serenados con las canciones de Igor Novello, que canta Jeremy Northan, los invitados salen de caza, juegan a las cartas y, sobre todo, cotillean ferozmente. Maggie Smith, Lady Constance en el filme, carga con veneno todos sus comentarios y tiene motivos para desear la muerte de un pariente lejano que, finalmente, será la víctima. No es el único personaje sospechoso del asesinato en el acertado retrato de Altman de la sociedad inglesa. Pero descubrir al asesino es secundario al embrollo de falsas apariencias y secretos que esconden nobles y sirvientes.

La élite del cine y teatro británicos interviene en Gosford Park. Helen Mirren, Alan Bates, Emily Watson, Derek Jacobi, en total 25 intérpretes que dan vida a una colmena de personajes. 'No soy yo quien fuerza la cohesión entre estos actores de tan alto calibre. Los lanzo al ring y cada uno descubre su posición. Cuantos más son, mejor cooperan. Encuentran su propio espacio e individualidad sin que mi intervención sea necesaria. Una vez que completo el casting, intento mantenerme al margen y hablar lo menos posible', señala el director.

Con igual libertad interpreta el guión que encargó al británico Julian Fellowes. Se añadieron diálogos para acomodar a los actores que cada jornada de rodaje Altman decidía situar en segundo o tercer plano. Se establecieron incluso nuevas relaciones entre los personajes que forzaron un radical cambio de la escena final del filme. Así sucedió con dos criadas que, nueve semanas después de entrar en acción, se convirtieron en hermanas porque, recuerda el realizador, 'con las pelucas y vestuario no pude distinguir una actriz de la otra, lo cual hubiera confundido a la audiencia'. 'El guión es una guía, un borrador de un proceso creativo que tiene su propia vida'.

Altman anticipa un serio obstáculo a la comprensión del filme en las versiones dobladas. Esto es debido a que Gosford Park respeta a rajatabla la tradición de un país en donde el acento y la forma de hablar de una persona delatan con exactitud su estrato social. 'La lengua define la cultura inglesa y todos los diferentes acentos se perderán en el doblaje al francés, castellano o italiano. Esto puede acarrear dificultades para la película. Supongo que ayudará la familiaridad de los europeos con los británicos, pero, ciertamente, no será lo mismo verla en otro idioma'.

Robert Altman, durante el rodaje de <i>Gosford Park.</i>
Robert Altman, durante el rodaje de Gosford Park.ASSOCIATED PRESS

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