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Mujer, trabajo y familia: una cuestión de todos

La incorporación de la mujer al mundo laboral, a pesar de que a veces se insista, no es ni de lejos un fenómeno nuevo. Al contrario, la mujer siempre ha trabajado dentro y fuera de casa. En las sociedades preindustriales la mujer trabajaba en el campo y cuidaba de su familia, como aún sucede en la mayoría de países del tercer mundo. Y con la Revolución Industrial las mujeres se incorporaron al trabajo fabril, como ilustra la lamentable experiencia de la fábrica Cotton de Nueva York, cuya tragedia está en el origen del día internacional de la mujer trabajadora que hoy celebramos.

Pero si la incorporación de la mujer al mundo laboral no es un fenómeno nuevo, sí lo es que cada vez somos más las mujeres que voluntariamente o por necesidad decidimos trabajar fuera de casa. Éste es un cambio que no sólo se ha de medir en términos cuantitativos, sino sobre todo en términos cualitativos. Las mujeres, afortunadamente, cada vez asumimos más cuota de responsabilidad, aunque no puede olvidarse que siguen persistiendo diferencias sustanciales tanto en las oportunidades como en el reconocimiento de nuestra actividad.

Las mujeres trabajamos porque queremos realizarnos como personas, sin que ello signifique querer renunciar a nada

Al margen de trabajar fuera de casa, las mujeres seguimos siendo las principales responsables del hogar familiar y de su equilibrio. Somos unos seres multifuncionales capaces de trabajar con rigor, eficiencia y eficacia en los diferentes ámbitos, sin renunciar a nuestra feminidad. Y si bien es cierto que han quedado demostradas nuestras capacidades, éste es un modelo perverso porque carga la mayor parte del esfuerzo en la mujer sin pedir ni al hombre ni a las instituciones una implicación equivalente.

Las mujeres que hoy trabajamos fuera de casa no sólo lo hacemos porque muchas veces es necesario más de un sueldo para mentener a la familia. También lo hacemos porque queremos realizarnos como personas, más allá de nuestra vida familiar, sin que ello signifique querer renunciar a nada.

El derecho al trabajo y la libre elección y ejercicio de la profesión es un derecho contemplado por la constitución vigente. Nuestra voluntad de trabajar fuera de casa es pues una cuestión de dignidad de la persona, y por tanto una cuestión que afecta a la comunidad. Por este motivo se ha de aceptar que sus implicaciones no son un conjunto de problemas que afecte tan sólo a las mujeres. Es una cuestión que afecta al conjunto de nuestra sociedad y que por tanto exige una respuesta integral por parte de los partidos y de las instituciones.

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Sin embargo, a pesar de que para conciliar la vida laboral y la familiar hacen falta propuestas y políticas, sobre todo hacen falta valores, como puso de relieve la segunda Escuela de Invierno de la Unió de Dones celebrada el pasado fin de semana. Valores como el respeto a la persona y a su libre desarrollo, valores como la libertad, como la igualdad y como la justicia social. Porque sólo a través de los valores podremos conseguir una verdadera equiparación y acabar con la exclusión, la violencia, la marginalidad y la pobreza que afecta mayoritariamente a las mujeres de todo el mundo.

Estos valores se han de transmitir fundamental y básicamente desde la familia, en tanto que institución básica de nuestra sociedad y principal transmisora de aptitudes y comportamientos.La familia no puede ni debe renunciar nunca a este papel ni ha de delegar esta función en otras instituciones como la escuela, teniendo bien presente que ésta ha de contribuir a cultivar y a reforzar estos valores. Pero sobre todo, para hacer efectivos estos valores es necesaria la implicación directa de las instituciones. A ellas les corresponde aplicar políticas activas que garanticen la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, así como tomar las medidas necesarias para conseguir que las mujeres no tengamos que plantearnos la cuestión de cómo conciliar nuestra vida familiar y laboral. Desde el Gobierno ya se han tomado iniciativas en esta dirección, como la flexibilización de la jornada laboral a los funcionarios, pero es necesario avanzar más. Porque no es una cuestión de mujeres, es una cuestión de todos.La familia no puede ni debe renunciar nunca a este papel ni ha de delegar esta función en otras instituciones como la escuela, teniendo bien presente que ésta ha de contribuir a cultivar y a reforzar estos valores. Pero sobre todo, para hacer efectivos estos valores es necesaria la implicación directa de las instituciones. A ellas les corresponde aplicar políticas activas que garanticen la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, así como tomar las medidas necesarias para conseguir que las mujeres no tengamos que plantearnos la cuestión de cómo conciliar nuestra vida familiar y laboral. Desde el Gobierno ya se han tomado iniciativas en esta dirección, como la flexibilización de la jornada laboral a los funcionarios, pero es necesario avanzar más. Porque no es una cuestión de mujeres, es una cuestión de todos.

Marta Llorens i Garcia, secretària general adjunta de Unió Democràtica de Catalunya.

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