Dosis de magia y payasadas para niños hospitalizados
Cien pequeños pacientes son visitados cada día por los artistas del programa Doctor Sonrisa, que cumple su primer aniversario
Carlos tiene diez años, el pelo como un erizo y unos ojos que irradian vida. En lo que va de 2002, ha estado casi más tiempo en el hospital La Paz que en su casa. 'Primero me operaron de apendicitis. Luego no sé que pasó, pero se me complicó algo y me tuve que quedar más días. Y hace casi dos semanas me volvieron a operar por un intestino que se me había taponado', explica con desparpajo. Tanta hospitalización, sin embargo, no ha hecho mella en él: sube y baja de la cama a cada minuto, ríe y habla sin parar y enseña con orgullo la herida que tiene en el vientre. 'Mañana me sacan los puntos y vuelvo a casa', exclama saltando de la cama. Hoy es jueves y Carlos, un chico revoltoso casi siempre, según su padre, está especialmente inquieto: 'Es que vienen los payasos', anuncia.
'No sabemos si la risa cura, pero está claro que estas visitas tienen efecto terapéutico'
El programa Doctor Sonrisa, organizado por la Fundación Theodora, lleva un año llenando de carcajadas las habitaciones de cinco hospitales madrileños: el Clínico, La Paz, el San Rafael, el Gregorio Marañón y el Niño Jesús. Los 'payasos' de los que habla Carlos son en realidad ocho artistas -magos, payasos y actores- contratados por Theodora para acudir un día por semana a cada hospital. De media, los artistas alegran la tarde a un centenar de pequeños pacientes diariamente.
Enfermeras, padres y niños están encantados con el resultado: 'Los niños se pasan la semana preguntando cuándo vuelven los payasos', cuenta Araceli Reoyo, supervisora de enfermería de la planta de cirujía pediátrica del hospital La Paz. 'Estas actividades les van muy bien para romper la rutina del hospital', añade.
Cuando los doctores Zito y Amnesia -él mago y ella payasa- llegan a la habitación de Carlos, el niño les espera sentado en la cama, con las piernas cruzadas y los ojos como platos. El doctor Zito le muestra un libro con las páginas en blanco y le da un lápiz invisible. Con él debe dibujar en el aire mientras el mago mantiene el libro cerrado. La doctora Amnesia también intenta hacerlo, pero, entre las carcajadas del niño, no lo consigue porque se le cae el lápiz.
El doctor Zito abre las páginas y Carlos se asombra un poco cuando ve que camiones, edificios y otras figuras han aparecido dibujadas en color negro en el libro. 'Yo he dibujado a éste', se apresura a asegurar, señalando un gran payaso. El mago vuelve a cerrar el libro y le invita ahora a colorearlo. Con cara de incredulidad, Carlos le hace caso y mueve sus manos en el aire. El doctor vuelve a abrir el libro y enseña las figuras cubiertas de brillantes colores. '¡Ostras!', es todo lo que acierta a decir el pequeño, ahora sí realmente pasmado.
Los hospitales llevan años tratando de hacer más amena la estancia en sus instalaciones de los pacientes más pequeños. En La Paz, por ejemplo, los niños tienen escuela y salas de juego. 'Que no pierdan la ilusión y la sonrisa es lo más importante', afirma Tamara Kreisler, directora de la Fundación Theodora, que destina 240.400 euros anuales a financiar este programa. 'Hace años que los médicos estudian si la risa ayuda a curarse más rápido. No lo sabemos, pero de lo que sí estamos seguros es de que las visitas del Doctor Sonrisa sí tienen efecto terapéutico', subraya Kreisler.
También los artistas disfrutan de esta terapia: 'Llevo 16 años haciendo de payaso, pero esto es muy especial', explica la doctora Amnesia, en realidad Pilar Muñoz, de 34 años. 'No tiene nada que ver actuar ante 100 niños en un espectáculo organizado al detalle que visitar a 40 niños, uno tras otro, en su habitación del hospital. Cada niño es un mundo y está en una situación especial. Tienes que captar cómo es e improvisar sobre la marcha. Es un reto profesional, pero, sobre todo, una experiencia personal única', agrega Muñoz.
En la habitación contigua a la de Carlos está María, una niña gallega de nueve años. Una enfermedad congénita la ha mantenido años enteros ingresada en diversos hospitales, pero esto no le ha hecho perder ni la sonrisa ni el contacto con el mundo. De mayor será actriz, cantante o fotógrafa. Como veterana de la planta, controla perfectamente las visitas del Doctor Sonrisa. 'Son muy divertidos. Es una pena que tenga que esperar una semana para que vuelvan', lamenta la pequeña, decepcionada porque la visita de los artistas ya ha terminado. María tiene una actriz favorita: Lina Morgan. De todos modos, parece más decidida en esforzarse en su carrera de cantante, y para ello está dispuesta a participar en una futura edición del programa que ha arrasado en toda España, incluidos los hospitales: Operación Triunfo. Sobre el resultado de la primera edición del concurso, María no oculta su alegría porque entre los ganadores estaba su favorito: '¡David Bisbal!', exclama entre risas.
Primeros besos que no se olvidan
Visitar a 40 niños-pacientes en una tarde es una experiencia 'de un enorme calado para cualquier persona', admite Carmen Olivares, una payasa argentina que lleva 20 años alegrando a niños españoles. 'Algunos sólo están ingresados unos días, pero otros no han conocido otro hogar', explica Olivares, doctora Zepi en el hospital La Paz. 'El esfuerzo psicológico es enorme: tienes que percibir lo que siente el niño y actuar en consecuencia', agrega Pilar Muñoz, conocida en La Paz como doctora Amnesia. 'Pero, al mismo tiempo, hay que tomar distancia. No debes implicarte con ellos, aunque a veces sea inevitable', afirma. Los ocho artistas que participan en el programa Doctor Sonrisa, promovido por la Fundación Theodora, son 'profesionales con mucha experiencia', aclara Tamara Kreisler, su directora, 'que además reciben formación durante seis meses en la Escuela de Enfermería de La Paz para aprender cómo actuar ante espectadores tan especiales'. Los artistas aseguran que esta formación es clave para ellos: 'Según el estado de cada niño, hay cosas que son recomendables y otras que están prohibidas. Es fundamental que sepamos cuáles para divertirlos sin riesgo', dicen. En este primer año de actuaciones en los hospitales madrileños, los artistas han acumulado un puñado de experiencias que no olvidarán: 'Un día actué ante una niña con graves trastornos que siempre estaba ausente. Le lancé un beso e hizo como si me lo devolviera. Yo me emocioné, pero su madre lloró: luego supe que era la primera vez que lo hacía', recuerda el mago Fito.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.