Por la fuerza
La nueva edición del clásico del baloncesto español insistió en ciertos cánones que llevan camino de convertirse en axiomas cada vez que se encuentran las dos potencias históricas del panorama nacional. El Barça ganó por fuerza, por frescura física, por constancia en su empuje, pero volvió a dejar cierta estela de equipo monotemático, poco versátil, duro de cintura para leer las circunstancias del partido y al que una vez más le salvó su capacidad de golpeo constante. Es el Barça un martillo pilón de difícil digestión para el contrario, más si cabe cuando se trata de un conjunto en precarias condiciones, como está el Madrid en estos momentos de la temporada.
Como ha ocurrido otras veces, mientras el partido transcurrió en el terreno de la táctica, el Madrid salió claramente vencedor. Dominó los tiempos, supo manejar sus recursos, fuesen los que fuesen en cada momento, y sacó provecho de forma inteligente de jugadores secundarios como Iturbe e incluso invitados de última hora como Attruia o el joven Hernández.
Ante un Madrid desconocido en los nombres pero muy bien armado, el Barça mostró su peor cara. La de un equipo plano al que los avatares del juego no parecen influir ni para bien ni para mal. Empecinados en arreglar sus problemas desde la línea de tres, sus fallos constantes no dieron lugar a otras alternativas más sugerentes, como intentar hacer daño donde más debilidad podía mostrar el Madrid, cerca del aro.
Parafraseando aquella máxima futbolística que dice que 90 minutos en el Bernabéu son muy largos, 40 en el Palau son también eternos. A falta de raciocinio, el Barça utilizó la fuerza, su inmenso poderío físico, para acabar dinamitando el entramado táctico blanco. A empujones acabó por sacar del partido al Madrid, incapaz de mantener su jerarquía en el juego como lo había hecho en los primeros dos cuartos. Bueno, a empujones y con Navarro, por supuesto. Si la bomba ya es de por sí un soplo de aire fresco, en un equipo como el Barça se convierte en un huracán. En escenarios emotivos, frente a equipos en trance de demolición, Navarro multiplica su potencia hasta convertirse en una bomba atómica. Siempre es motivo de esperanza que una maquinaria despiadada como el Barça necesite irremediablemente a un jugador tan singular y poco militar como Navarro.
Venció el Barça, mantiene el liderato y pone a tres victorias al Madrid, distancia que se antoja insalvable cuando restan once partidos. Pero ahondó en el criterio, ya bastante extendido, de que la diferencia de potencial entre uno y otro equipo es mayor que la que se refleja en sus enfrentamientos. Aunque seguramente y mientras gane, a Aíto esto le debe de preocupar bien poco.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.