Confusión e incertidumbre
Este nuevo espectáculo de Antonio El Pipa, que ha estrenado el VI Festival Flamenco de Jerez, me ha dejado un cierto regusto amargo. Y ello porque si en tiempos pasados le felicité por su acierto en anteriores espectáculos, en los que cultivaba con buen tino las propias vivencias familiares y personales, en este momento me temo que se haya estancado en una encrucijada en la que no sabe muy bien por dónde seguir.
Y esto es siempre peligroso, porque si un artista no tiene las ideas claras difícilmente va a poder trasladar a un espectáculo las coordenadas que definan tan complejo quehacer. Éste es, a mi juicio, el gran problema que mantiene a Antonio El Pipa medio varado en una incertidumbre desconcertante, casi seguro que en primer término para él. Está tanteando cosas, queriendo penetrar en terrenos por los que no había transitado antes, y se pierde sin acertar con la vereda idónea.
De Cai, el baile
Antonio El Pipa (baile y coreografía) con su Compañía de Flamenco. María José Franco y José Triguero (bailaores solistas). Patricia Ibáñez, Choni Pérez y Leonor Leal (bailaoras). Raúl Ruiz, Miguel A. Corbacho y Juan A. Tejero (bailaores). Luis Moneo, Manuel Tañé y Felipa del Moreno (cante). Pascual de Lorca y Juan Moneo (toque). Joaquín Flores (palmas y jaleos). Teatro Villamarta, Jerez de la Frontera, 28 de febrero.
El principal problema que Antonio El Pipa ha tenido que afrontar en esta nueva obra es la creación de las coreografías.
Y la coreografía sigue siendo una de las asignaturas pendientes del flamenco actual, salvo muy puntuales ocasiones. En De Cai, el baile, Antonio El Pipa navega entre el tópico y lo convencional. No hay un lenguaje de grupo convincente, ni algo que sugiera la trascendencia expresiva del baile colectivo que nos interese demasiado. Tampoco en la elección de las individualidades ha habido gran acierto.
Así que la conclusión está clara. Antonio El Pipa sigue siendo el bailaor que nos seduce, aunque a estas alturas parezca que a veces repite recursos y posturas y se nos antoja demasiado proclive a resolverlo todo en bulerías.
Precisamente el baile declaradamente por bulerías, con un acompañamiento sumamente sobrio, fue de lo más estimulante que le vimos. También en los martinetes y en la soleá. Aunque en ésta echamos en falta aquel toque mágico del cante de Tía Juana Fernández.
La farruca, decididamente, no es baile para El Pipa, cuyo estilo no corresponde nada a las características de uno de los géneros más difíciles de lo jondo. Absolutamente ascético, desnudo de toda concesión al adorno. En esta ocasión, El Pipa la hace flanqueado por dos de sus bailaores, que en modo alguno la mejoran.
Un espectáculo fallido, en definitiva, a mi juicio. Creo que el bailaor debería reflexionar sobre ello, pues tampoco veo ninguna razón fundamental para que no alcance el grado de excelencia a que nos había acostumbrado en anteriores ocasiones.
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