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Las protestas contra la 'rusificación' abren una crisis en Moldavia

Pilar Bonet

El enfrentamiento entre los dirigentes comunistas prorrusos y los manifestantes nacionalistas de Moldavia ha desencadenado una crisis gubernamental en este país dividido y asolado por la mala situación económica, pese a la abolición del motivo inicial del conflicto: la decisión de introducir el idioma ruso con carácter obligatorio en el sistema escolar.

Esta decisión, tomada por el Gobierno en diciembre, hizo salir a las calles de Chisinau, la capital de Moldavia, a estudiantes e intelectuales. Se manifestaron repetidamente contra la 'rusificación' que realiza el presidente Vladímir Voronin, un comunista moderado deseoso de mantener buenas relaciones tanto con Rusia como con Europa occidental. Las protestas las encauzó el nacionalista Partido Demócrata Cristiano Popular, dirigido por Iuri Roska.

El ministro del Interior, Vasili Draganel, anunció el miércoles su dimisión, pero se negó a explicar las razones. Medios moldavos afirman que Draganel se negó a disolver a los manifestantes, que obligaron a Voronin a destituir al ministro de Educación, Ilie Vancea, pese a que éste había renunciado públicamente a la decisión de imponer el ruso. El idioma oficial de Moldavia es el rumano, denominado localmente 'moldavo'. Aunque la mayoría de los más de cuatro millones de habitantes del país, fronterizo con Rumania, habla ruso, este idioma es identificado con el periodo soviético, cuando era obligatorio. Ruso hablan los independentistas de la república secesionista del Transdniester, zona industrial poblada por rusos y ucranianos.

Además,Voronin recurre a Rusia para tratar de solucionar los problemas económicos de Moldavia, que el año pasado estuvo al borde de la bancarrota, con una deuda exterior de 1.700 millones de euros, sin contar las deudas con Rusia por los suministros de gas.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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