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Reportaje:

La última cena

Barclays despide a 5 ejecutivos por gastarse 72.000 euros en vino celebrando un contrato

La osadía tiene un límite: 44.007 libras esterlinas en vino. Ésa es la cantidad (equivalente a 72.171 euros, o sea, 12 millones de pesetas) que se gastaron un grupo de seis directivos de Barclays Capital, el banco de inversiones del británico Barclays, para celebrar un contrato. Aunque los directivos pagaron tamaña extravagancia de su propio bolsillo, el banco considera que no están los tiempos para esas exhibiciones de poderío y ha decidido despedir a cinco de los seis comensales, según se ha sabido ahora. El sexto acababa de llegar al banco y poco pudo hacer para frenar los delirios de grandeza de sus superiores.

En julio del año pasado, Dayamandra Kumar, Mahish Chandra, Iftikhar Hyder, de la oficina de Londres; Ruth Cove, de la de Nueva York, y otros dos directivos cuyo nombre no ha sido divulgado, decidieron festejar por todo lo alto la firma de un jugoso contrato. Quedaron a cenar en el sofisticado restaurante Petrus, del chef Gordon Ramsay, en la selecta Saint James's Street.

Eufóricos por el contrato o quizá ebrios y eufóricos tras libar la primera botella de vino, acabaron gastándose 44.007 libras en bebidas. El chef apreció el nivel del gasto y les invitó a la comida, que sólo costaba 400 libras. Ellos respondieron con otro generoso gesto: una propina de 1.000 libras (1.640 euros) para el amable y atento servicio del restaurante.

Los exigentes comensales degustaron una botella de Montrachet, cosecha de 1982, por la que pagaron 1.400 libras. Un vino de baratillo comparado con la botella de Chateau Petrus Pomerol (cosecha de 1945) que eligieron después: 11.600 libras. Cayeron otros dos Petrus, uno de 1946 (9.400 libras) y otro de 1947, la estrella de la noche, por la que pagaron 12.300 libras. El Chateau d'Yquem de 1900 con el que cerraron la cata costó algo menos: sólo 9.200 libras. El resto de la cuenta se completó con cinco libras para tabaco y 102 libras en agua mineral, algo de champaña y dos modestas y sencillas cervezas.

Los desprendidos ejecutivos tuvieron la prudencia de pagar la cuenta de su propio bolsillo, pero ese gesto no ha sido suficiente cautela a ojos del banco, que decidió despedir a cinco de los seis exigentes banqueros. El señor Hyder, ha concluido la superioridad, acababa de llegar a la entidad y no tenía autoridad para frenar la fiesta, por lo que podrá seguir trabajando en la casa.

Como tantos otros, Barclays, el segundo banco del Reino Unido, atraviesa con tiento la difícil coyuntura. Se han acabado ya los felices años que se iniciaron en los ochenta, cuando cualquier operación servía para enriquecer a la casa madre y hacer millonario a cualquier joven cachorro de las finanzas. Ahora, las cosas no están para exhibicionismos. En julio, mientras los seis sibaritas se bebían el dinero, la entidad preparaba un plan de ajuste para reducir gastos que acabó traduciéndose en el despido de 1.800 de sus 78.000 empleados, desperdigados en 2.000 oficinas por todo el país. Sus cartas de despido se distribuyeron antes de fin de año para ser efectivas a lo largo de los siguientes seis meses.

En este ambiente de crisis, mientras las empresas toman medidas drásticas para afrontar el parón que vive la economía mundial, las exhibiciones de riqueza no eran exactamente el tipo de publicidad que estaba buscando el banco, que ha decidido que aquella cena sea la última de este estilo, al menos hasta que mejoren los tiempos.

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