Ketama graba una fiesta en familia
El grupo madrileño incluirá dos temas de la juerga en su nuevo disco, 'Dame la mano'
Los madrileños estudios de grabación Sintonía vivieron la madrugada de ayer un momento histórico, al registrar de modo audiovisual a una familia gitana, los Habichuela, en una fiesta a su aire. La fiesta coronaba la grabación de Dame la mano, décimo álbum de estudio del trío Ketama, y es una aportación adicional al disco, en vídeo y audio, que dejará para la posteridad ese espacio de tiempo en el que una familia de artistas gitanos se va calentando y estalla en sucesivas explosiones de cante y baile en las que participan todos a sus anchas. Algo digno de verse.
A las nueve de la noche un nutrido grupo abarrota una de las salas de grabación más grandes del estudio, mientras que, apilada a una pared, una enorme mesa sostiene platos de diversas viandas: jamón, tortilla, bocadillos, albóndigas y cocinados variados. Afuera, en una salita, se ha instalado una barra en la que se va a despachar un inacabable catering de bebidas. En la sala de grabación, frente a los micrófonos, una tarima en el suelo que va a recoger las sucesivas tandas de taconeos. Evolucionando por los alrededores, el clan Habichuela casi al completo: Juan y Pepe Habichuela; el tío Miguel, que luce bizarro aspecto de gitano antiguo con gafas oscuras, y la tía Concha, que pronto se convertirá en alma de la grabación con sus cantes afinados a golpe de vasito; Antonia la Pescaílla y su marido; las hermanas Chamorro, José Soto Sorderita y así hasta cuarenta personajes, pasando por los propios Ketama, sus esposas y sus hijos, entre los que destaca Lucas, hijo de Juan Carmona, quien, ataviado con una camiseta del Rayo Vallecano, apunta maneras de estrella del baile.
Nada está previsto. Se confía en el azar y las ganas de pasarlo bien por parte de los protagonistas activos del experimento, y parece que las únicas planificaciones corren a cargo de los técnicos de sonido y de los cuatro cámaras de vídeo, capitaneados por el realizador Rafa Sañudo y dispuestos a que no se escape una palma, un jipío y un rasgueo del ojo escrutador del vídeo digital.
A la primera arrancada, la familia entera se lanza por rumbas -'¡Ay, que dame la mano, ay que dame la otra'!-, pero la intentona queda algo fría. Se para, se come y se bebe. La tía Amparo va continuamente a la barra a que le llenen un enorme recipiente que ella dice que contiene 'caldito', pero que, al probarlo, uno juraría que sabe a ron con limón. Suben en paralelo la euforia y el calor. Juan Carmona pide a los cámaras que no se pongan delante de ellos, 'porque entonces las niñas ronean y no se consigue el ambiente'. A la segunda arrancada se han sumado Chaboli, el hijo de Jeros (el del medio de los Chichos), y la Niña Pastori con un abrigo de pieles hasta los pies.
Flamencólogos como Juan Verdú, aficionados como Javier López Reboredo o periodistas como Santiago Alcanda hacen también de testigos privilegiados. Rosario Flores llega para la tercera arrancada, mientras el director de cine alemán Michael Meert, que ha embarcado a la administración de su país en el patrocinio de un documental sobre la familia Habichuela, canta las excelencias del flamenco y el mundo de los gitanos con una copa en la mano.
Es casi la una de la madrugada y el clima está en su apogeo. La familia entera enhebra una improvisación tras otra y alguien de la compañía revela que en realidad se están grabado dos temas, un cante antiguo y un villancico, para el disco, pero uno tiene que estar muy atento para distinguirlos. A las dos comienzan a moverse los Mercedes y los BMW de la puerta del estudio, trasladando a los más mayores y los más pequeños a la cama, mientras los jóvenes se quedan arrancándose a cantar y bailar en cualquier esquina del estudio. Al día siguiente, habrá que empezar a escuchar lo grabado -unas cinco horas- para ver qué se saca. Ardua tarea.
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