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Crítica:POESÍA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Contrarios en armonía

Antes de estos Conjuros, releo otros poemas lejanos -sólo en el tiempo de su escritura- de Chantal Maillard (Bruselas, 1951), los de Semillas para un cuerpo, al alimón con Jesús Aguado, los de Hainuwele (mito de las Marid-anim de Nueva Guinea), La otra orilla -'ese lugar que siempre ocupó la mirada' -, el cuadernillo Bangalore, Poemas a mi muerte, en los que los conceptos diferentes de muerte, Oriente versus Occidente, se bañan en la metáfora suma del río: el sagrado Ganges, el de la desembocadura última de nuestro Manrique. Y en años ya de escritura poética y ensayística (La creación por la metáfora. Introducción a la razón poética; El crimen perfecto, Aproximación a la estética india...), hay un común y compartido hilo de Ariadna que se desovilla por el laberinto de contrarios que anhelan la armonía.

CONJUROS

Chantal Maillard Huerga & Fierro Madrid, 2001 59 páginas. 9,02 euros

La obra de esta belga nacionalizada española, habitante atemporal de Benarés (en la ciudad santa se especializó en filosofía y religión indias), es comunión entre culturas. Ajena a las pasarelas de modas poéticas, a la escritura resabiada y resultona pero sólo ingeniosa y epidérmica, Maillard es corredora de fondo por pistas en las que la meta es un punto misterioso entre Aquiles y la tortuga, un punto que sea diana -en cuerpo y alma- para la paradójica flecha de Zenón. Ahí, busca el conjuro.

'Siempre creí que avanzar se lograba / poniendo un pie delante de otro y luego volviendo a empezar, / pero no sé por qué, siguiendo este procedimiento, / siempre acababa más lejos del punto al que me dirigía'. Escribe al comienzo del sexto conjuro, y concluye: 'Me puse a caminar de espaldas a mí misma / y de repente el mundo / se demoró en mis manos'. En este último libro, la autora, si exorciza, si anhela la alquimia de fórmulas mágicas, es para alearse y aliarse humanamente. Conjuros contra la nostalgia, contra la nefasta costumbre de perseguir fantasmas, conjuros para atravesar arenas movedizas, para liberarse de promesas inútiles, para escribir conjuros eficaces: 'Cuando un conjuro falla / es porque miente quien lo dicta'. Poemas en los que la muerte no es ya la cuestión, sino la agonía. Lucha entre la materia (y su desmoronamiento) y el soplo (y su ansia de pluralidad). Búsqueda de sí y del otro entre lo prístino y lo cenagoso, entre la inocencia y el vacío. Al rito del hechizo se llega desde la pureza moral y su verdad, y entre la cordura y la locura tiende su puente levadizo. Trata Maillard la palabra como reflejo y ocultación, cara y cruz de una misma imagen en el Tiempo: el viaje al pasado es, si no el camino que abre el futuro, sí el que orienta el conocimiento desde el deseo retenido en presente. Límite, deseo, cuerpo, tiempo, vacío... son 'ingredientes' llamados una y otra vez a las fórmulas de este libro que finaliza con un extenso poema de factura diferente al resto, la línea sostenida de los anteriores se torna, al concluir, quebrada, impetuosa, desafiante, combativa. Tal vez para defender y no olvidar que 'ser libre / es cuidar de un misterio / sobre el que el alma se moldea'.

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