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Engaños, perritos y otras vergüenzas

El PP violentó ayer el procedimiento de las Cortes con tanta conciencia como vergüenza para acelerar la tramitación de los cambios en la Ley de Gobierno a través del procedimiento de lectura única.

Mientras José Díez se esforzaba por reducir a estrictas modificaciones técnicas una reforma que el propio Consell Jurídic Consultiu califica como 'una importante y extensa modificación' de la ley vigente 'de evidente trascendencia', Rafael Maluenda, se movía entre los escaños de su grupo repartiendo bromas y animando chascarrillos para restar solemnidad al debate.

En el banco azul, Alicia de Miguel charlaba con Rafael Blasco, quien pedía caramelos a Fernando Castelló e intentaba olvidar su condición de autor de la primera Ley de Gobierno, aprobada por unanimidad en diciembre de 1983.

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Blasco cambió el semblante cuando la socialista María Antonia Armengol esgrimió 'el retrovisor', recordó que el PP prometió una drástica reducción de los altos cargos de la Administración y denunció que la urgencia para tramitar los cambios a la Ley de Gobierno sólo respondía a la necesidad de superar un mal trago a toda prisa. 'Engañan ustedes a los ciudadanos, engañan a sus electores y actúan con prepotencia', dijo Armengol, 'Eduardo Zaplana quisiera ser tratado como majestad, pero elige la urgencia para tapar sus vergüenzas'.

Joan Ribó, portavoz de Esquerra Unida, identificó a los diputados del PP con aquellos perritos que movían la cabeza en gesto afirmativo en los coches y subrayó la vergüenza que afrontaban al hurtar el debate de una norma básica. Y ofreció una clave: 'Recurren a la urgencia para bordear el Estatuto porque son incapaces de pactar mayorías cualificadas'. Apenas han mejorado el mecanismo del perrito para introducir el gesto negativo hacia cualquier propuesta contraria a sus tesis.

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