¿Quoque tú, Margallo?
Hace algún tiempo, un alto cargo de la Generalitat Valenciana me explicaba que si me habían contestado de forma insultante a unas declaraciones mías sobre Terra Mítica era porque tenían instrucciones de ser 'perros de presa' y de contestar a todo aquél que dijera algo que no les conviniera. Así cualquiera se lo pensaría dos veces antes de criticarles. No me pareció un buen sistema por lo menos para los que, como yo, no tienen fácil callar, y desde luego no me callé. Lo cierto, aunque alguien pueda pensar lo que quiera sobre mi ego, es que me molestó, más que lo chabacano del ataque, que me contestara quien en su ya larga vida política no había tenido ni un minuto de gloria a pesar de los múltiples servicios prestados a quien en cada momento momento consideraba como su superioridad. Ahora, por lo visto, una serie de consideraciones más sobre la presidencia española de la Unión Europea han debido molestar, y ha merecido una respuesta de mi compañero en el Parlamento Europeo, y a pesar de eso, amigo, José Manuel García-Margallo. Y no puedo ocultar que me han extrañado varias cosas.
En primer lugar que, a diferencia de la ocasión anterior, se me ha respondido con educación e inteligencia, y, además manteniendo las dosis de ironía y buen humor que yo creía haber utilizado. Pero sobre todo me ha extrañado que haya merecido respuesta uno de los artículos más moderados que recuerdo haber escrito. Y era moderado porque deseaba el éxito de la presidencia española, aunque fuera del Gobierno del PP, y además, porque por primera vez en mi vida había calificado de buena una intervención de Aznar. Pero ni una cosa ni otra me merecen el silencio (¿qué le voy a hacer?, es mi carácter). Y ello porque no creo que merezca el silencio ni la imperdonable tendencia del PP a hacernos creer que ellos todo lo hacen bien, ni la idea que se intenta transmitir que, se hable de lo que se hable, los malvados gobiernos socialistas todo lo han hecho mal. Y todo ello -Fabio, ¡ay dolor!- está presente en el artículo de García-Margallo.
No voy a insistir sobre el enfoque propagandístico y de autobombo con el que Aznar ha enfocado el hecho de que les toque desempeñar una presidencia europea, que si se asume por un país, es simplemente porque les toca el turno y no por los méritos del 'extraordinario presidente' (Margallo dixit) que tiene el Gobierno de España. Es cosa bien sabida que, en versión del PP, el período 1982-1996 no existe en la Historia de España, o peor aún, si existe es para lo malo, y no para lo bueno. Basta con leer un texto oficial, sea sobre el tema que sea, para darnos cuenta de esa realidad. Y ahora se insiste en esa idea, y claro ello no responde a la realidad.
No, si ahora resulta que el cumplimiento de los criterios para acceder al euro se deben exclusivamente a las maravillosas medidas adoptadas por el Gobierno Aznar. De nada sirvieron las medidas encaminadas a reducir el déficit, la deuda pública o la inflación adoptadas por el Gobierno socialista cuando era Pedro Solbes el ministro de Economía, cosa que reconoce cualquier comentarista, a condición de que no sea del PP y si es de ese partido, incluso en privado lo reconocen. A nada contribuyó la mejora de la situación económica internacional. Y sobre todo nada tuvo que ver con el cumplimiento de los criterios de convergencia, la manga ancha demostrada con la contabilidad creativa de varios países, entre ellos el nuestro, lo cual en román paladino significa ni más ni menos que se trata de una contabilidad con más trampas que una película de chinos. Ya se sabe, que para los populares cuando la economía española va bien, es debido a su magnífica gestión, y cuando va mal se debe a la coyuntura internacional. La culpa es siempre de los otros, pero de esa excusa ya empiezan a darse cuenta los ciudadanos.
Y ¿qué quieren que les diga?, si bien deseaba, y sigo haciendo votos por el éxito de la presidencia española, cada vez tengo menos confianza en ello, porque Aznar ya está empezando a buscar culpables por si fracasan los intentos liberalizadores de la cumbre de Barcelona, y parece haberlos encontrado en los gobiernos socialdemócratas de Europa, y desde luego ése es un mal sistema de actuar. En primer lugar, Aznar debe darse cuenta que presidir el Consejo Europeo implica buscar consensos, y dedicarse a atacar a los demás para tratar de tapar sus vergüenzas, es un mal sistema que puede pasar a los libros como ejemplo de la mala diplomacia. Su forma de gobernar -rígido y mal, como esquía- consiste en encasillarse en sus posiciones y no dar el brazo a torcer hasta que los demás le den la razón, pero ese sistema no le va a servir para presidir el Consejo Europeo. Y si no al tiempo. Pero además, no creo que España pueda imponer al resto de la Unión el modelo de liberalización propio y que tanto pueda satisfacer a García-Margallo. Es cierto que el Gobierno socialista realizó una liberalización incompleta de la economía española, pero no por ello se puede comparar con la política de otros países -con gobiernos de distinto signo- que ponen trabas a la desaparición de los monopolios, porque ciertamente, en la época socialista se inició un proceso en diferentes sectores que permitió una apertura de nuestra economía y redundó en beneficio de los consumidores españoles.
Ahora bien, la liberalización de los gobiernos de Aznar supone, en primer lugar, privatizar antes que liberalizar, precisamente lo contrario de lo que es aconsejable, para más tarde, liberalizar sin introducir competencia, con lo cual se consolida una situación oligopolista que supone la consagración de las empresas dominantes, que no solamente limitan -o impiden- la competencia sino que implican la consolidación de un poder económico, no sólo en manos privadas, sino al servicio del poder político y a cuyo frente han puesto a personas de confianza incluso a políticos en activo. Y como ejemplo valga lo ocurrido con el sector eléctrico. Pues bien, si ese es el modelo que se quiere imponer para el resto de los países más vale que nos pongamos a cubierto y desconfiemos del futuro.
Dos últimas cosas. Se me acusa de haber tomado el fusil y haberme echado al monte. ¡Qué grave error! Nunca me han gustado las armas ni la caza. Por cierto todo lo contrario que a los compañeros de partido de García-Margallo, que desde la Diputación de Alicante se han dedicado a comprar fincas para dedicarlas a monterías en las que participan los políticos del PP. Y finalmente, no sé porqué tengo la sensación de que este artículo de Margallo tiene el propósito de distraerme de otras cosas. Pues que quede claro que el haber entrado en esta polémica no me va a impedir el dedicar un artículo a glosar el gran ridículo que ha hecho Zaplana al no conseguir haber sido nombrado presidente del Comité de las Regiones, después de haberse precipitado a anunciarlo a bombo y platillo, incluso convocando para ello a las Cortes Valencianas. O el mayor ridículo de pretender ahora que su cargo de vicepresidente es más importante para la Comunidad Valenciana que el de presidente. Pero ésa será la próxima entrega.
Luis Berenguer es eurodiputado socialista.
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