Ceguera química y pasos sin centro
El guión de este interesante y comprometido espectáculo de danza contemporánea parece sacado del capítulo llamado Bailarines, del libro Escrito con drogas, de Sadie Plant. Técnicamente agotador y costoso para los bailarines, con la poética desesperanzada del bajonazo tras las juergas, el baile se presenta en secuencias duras donde cinco personas navegan en el incierto, voluble paraíso del MDMA, con las identidades diluidas en la dispersión luminosa.
No hay progresiones, sino estampas con dinámica decreciente; no hay armonía de grupo sino una tensión extendida por 'una música oceánica' (Plant). Si existen los after hours, con esta creación de Córdoba podemos empezar a hablar de after dance.
Elena Córdoba y bailarines
Los negocios acaban a las diez. Coreografía: Elena Córdoba; pinchadiscos: Boti; luces: Carlos Marquerie. Ciclo Experiencias. Escena Contemporánea. Sala Coppelia. Madrid. 11 de febrero.
Elena Córdoba muestra una pieza equilibrada en su brutalismo, al que se suma la estética del techno-dress, los artistas van vestidos con zapas, chubasqueros, tejidos elásticos y envolventes. Una potente carga de voces virtuales se acumula entre los que bailan y los que observan la danza en el cuadrilátero de la pista discotequera: es el deseo de crear una nueva ordenación espacial a partir de los fragmentos desechados.
Hay escenas de gran fuerza, como los desnudos forzados, violentos, que descubren cuerpos castigados y pintados en una mezcla de tatuaje y graffiti a lo Keith Haring; o, el símbolo de la máscara cool, que termina destrozada por los suelos, y sobre todo el solo final de Emilio Tomé: es una despedida gloriosa y triste donde el bailarín se debate contra sí mismo al monologar en un sitio donde le ha abandonado la propia carga sonora.
Excelentes las luces, coordinados los cortes musicales. El espectáculo puede verse hasta hoy.
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