Ciudadana europea
Soy ciudadana europea y como tal, he elegido en total libertad vivir en España. Dejando un puesto de ejecutiva en un país de Europa, llegué a Valencia hace cinco meses disfrutando de la libertad que tenemos todos los ciudadanos de Europa y experimentando las ventajas y los derechos de vivir y trabajar donde elegimos. Toda la teoría se complicó cuando, al formalizar el contrato con la empresa española que me emplea, tuve que cumplir con el único trámite impuesto, a saber, recoger un número de identificación española en la calle de Mestre número 2.
Y empezó la pesadilla, porque allí está la Delegación del Gobierno Civil para Extranjeros. Llegando una mañana a las nueve menos cuarto, me quedé esperando en una cola delimitada con barreras, más de tres horas interminables, de pie, pasando frío, ahogada en medio de centenares de personas. Después de una hora, la cola no se movía, pero la gente que me rodeaba parecía resignada. A las dos horas de espera me fui a ver al guardia para preguntar cuánto tiempo iba a tardar en recorrer los tres metros que me separaban aún de la entrada. El hombre, acostumbrado, me comento que no tenía idea. Cuando irritada le pregunté si le parecía normal y digno de una Administración europea, me contestó lo que ya sabía, que no, y que quizás en ningún otro sitio era así, pero que así era aquí...
Al acercarse a la puerta la cola se hacía más estrecha y es cuando los más grandes y fuertes pisando un poco a los demás pueden ahorrarse unos minutos de espera. Hacer cola en el interior me pareció muy suave por el calorcito que hacía y por la sencilla posibilidad de apoyarse a una pared. De vez en cuando me entraban dudas al ver a algunas personas salir con la mirada un poco perdida porque les faltaba tal o tal documento. En esa situación se pierde rápidamente confianza y uno se siente maltratado. Mi rabia tuvo otra ocasión de manifestarse cuando a las doce y media, al llegar al mostrador donde dos personas atendían a centenares de extranjeros, me enteré de que mi documento no estaba aún y que tenía que volver la semana siguiente. No sabía si llorar de rabia, tirarme al suelo, insultar a toda la gente sabiendo que no es culpa de ellos... Al final opté por compartir mi experiencia para desahogarme, experiencia muy amarga para mí, sabiendo que mi trabajo desde hace cinco años ya, es el desarrollo de la movilidad de los jóvenes y de los empresarios dentro de la Comunidad Europea.
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