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Crónica:Salt Lake City 2002 | XIX JUEGOS OLÍMPICOS DE INVIERNO
Crónica
Texto informativo con interpretación

Dos retos más para Muehlegg

La persecución, el día 14, y los 50 kilómetros, el 23, serán los nuevos asaltos del fondista español al podio

Johann Muehlegg se dio un paseo en solitario con su turborreactor a 25,9 kilómetros por hora en un circuito durísimo y a una altitud enorme, de 1.690 a 1.740 metros, para ganar los 30 kilómetros de esquí de fondo, estilo libre, con la mayor diferencia en esta prueba en unos Juegos: 2m 3,4s sobre el segundo. Una pequeña tos fue la única secuela, momentánea, de su glorioso día. Por la noche, cansado de esfuerzos, homenajes y emociones, recibió la medalla de oro de manos de Juan Antonio Samaranch. El ahora presidente honorario del COI repetía así, 30 años más tarde, su entrega de Sapporo 72, cuando aún le faltaban ocho para ser presidente ejecutivo, a Francisco Fernández Ochoa.

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Tras ganar una Copa y un Campeonato del Mundo, Muehlegg ya ha coronado las tres grandes cimas del esquí de fondo, pero aún irá por dos podios más. Descartados los 15 kilómetros de mañana, en los que descansará, y las pruebas de sprint, que no van a su calidad de fondista nato, su nuevo ataque será el jueves, en la persecución de 20 kilómetros, en la que en 2001 logró la plata en los Mundiales de Lahti (Finlandia): tras los 10 primeros, estilo clásico (esquís en paralelo), el que peor le va, podrá sacar su fuerza y recortar distancias en los otros 10, estilo libre (patinador). Después tratará de completar su cadena de hazañas el sábado 23, la víspera de la clausura, en los 50 kilómetros. Serán estilo clásico, a diferencia de en Lahti, donde ganó en libre, pues se van alternando en las grandes competiciones. Pero, ya en esa distancia, su poder de maratoniano puede compensarlo todo. Sería su traca final.

Muehlegg hizo alardes de su agradecimiento a España desde que se envolvió con la bandera en la meta hasta sus dedicatorias de su gran triunfo. De nuevo, a la familia real, a los que le han ayudado y al pueblo. 'Me ha costado mucho trabajo el cambio, pero ha merecido la pena'. Y es que Juanito es un perfeccionista, un hombre agradecido, que ha mirado siempre los más mínimos detalles, incluidos los que le parecían influir mal espiritualmente, para encontrar su camino de tranquilidad. Por eso hasta dio las gracias a George Bush por haber mantenido los Juegos y montado una magnífica seguridad. En la cena, Juan Antonio Gómez Angulo, secretario de Estado para el Deporte, le transmitió la felicitación del Rey, que telefoneó cuando estaba en una conferencia de prensa. Gómez Angulo pronunció unas emotivas palabras, al igual que Alfredo Goyeneche, el presidente del COE, y Samaranch, ensalzando su talla deportiva y humana. El nuevo medallista de oro es un personaje especial, raro como todos los genios, pero con detalles humanos impresionantes. Por algo se abrazó también efusivamente con Juan Algar, el ex presidente de la Federación de Deportes de Invierno, forzado a dimitir, pero que fue de los que colaboró para traerle a España.

Su segundo gran momento de gloria lo vivió cuando Samaranch le colgó del cuello la medalla más pesada de la historia, 56 gramos de metal chapado en oro, en la plaza de la ciudad ante la mayor multitud jamás reunida en unos Juegos invernales: 20.000 personas en el anfiteatro construido para las ceremonias diarias. Cuando sonaba el himno español y subía la bandera al mástil, su emoción iba mucho más allá de las nacionalidades. No lloró, pero se sintió más feliz que nunca. Cuando le preguntan por qué dejó Alemania y si dedica sus éxitos a España, siempre contesta: 'Allí no estaba bien. Doy las gracias a todos los que me han ayudado en España. Por eso les dedico mis medallas. Todos los triunfos son para España. Pero lo mío es un deporte individual, el esfuerzo de un atleta. No es como el fútbol, con el que se puede identificar más una nación'. Dicho de modo sibilino: él se ha buscado la vida y su trabajo le ha costado.

Cumplida su primera y mejor meta, estaba eufórico: 'Todo fue perfecto. El material, mi forma, la táctica, la pista, el sol, el tiempo, la organización... Todo ha sido una gran fiesta'. En la cena, a la que llegó hambriento, se brindó dos veces. Con vino y champaña. Y también resistió hasta el final.

La altitud, clave

Una de las bases de su victoria, aparte de conocer el recorrido, donde ganó dos pruebas en la pasada Copa, ha sido su adaptación a la altitud para mantener su esfuerzo enorme con menos oxígeno: 'Me he estado entrenando cinco o seis meses en glaciares y altura. Sabía lo importante que era. He estado confinado como en Alcatraz. Pero llevaba dos años preparando los Juegos y sabía que era muy importante, al margen de la dureza del recorrido. Esto es un trabajo y había que sacrificarse para poder ganar'.

La pista de Soldier Hollow es un hueco sin soldado, pero con muchas cuestas: 1,144 kilómetros en cada vuelta, de 7,5, y algunas con casi 50 metros de desnivel vertical en apenas un kilómetro. Pero su dureza se magnifica al estar entre los 1.690 y los 1.740 metros de altitud, al borde de lo permitido.

La influencia de la altura de Salt Lake se ha comprobado en el patinaje de velocidad, apoyado por el excelente hielo del estadio Oval. En este caso, en llano, se unen la adaptación a la altitud y la mejor penetración en un aire con menos oxígeno. El holandés Uytdehaage logró el primer récord mundial: 6m 14,66s en los 5.000 metros, a 48,04 kilómetros. por hora.

Johann Muehlegg, feliz por su triunfo, entre Christian Hoffmann, plata, y Mijail Botvinov, bronce.
Johann Muehlegg, feliz por su triunfo, entre Christian Hoffmann, plata, y Mijail Botvinov, bronce.ASSOCIATED PRESS

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