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Tribuna:REDEFINIR CATALUÑA
Tribuna
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De mayor quiero ser Pep Subirós

A pesar de que mi madre, sabiamente, ponía el grito en el cielo cuando veía mis inclinaciones literarias -'et moriràs de gana: l'escriptura no omple la nevera...!-, una empieza a dudar de la infalibilidad materna. No sólo por los Celas planetarios y sus avispadas amantes eternamente jóvenes y alegremente enriquecidas gracias a sus gracias en tiempos de vejez literaria. No sé si me gustaría ser Cela -misógino, maleducado, antipático y casi sólo magnífico escritor- o directamente Marina Castaño, tan espléndidamente lánguida en su rica viudedad. Lo que no me gustaría, desde luego, es ser el hijo del escritor..., el pobre. Pero si lo de Cela no desmiente a mi madre, puesto que los genios están por encima de la sabiduría popular, sí queda rotundamente desmentida con otra figura del planeta letras que muy mucho ha abundado en estos lares y cuyo binomio intelectualidad-riqueza ha quedado más que contrastado. Pongamos que hablamos de Pep Subirós, intelectual donde los haya, a pesar de que una hace años que no sabe qué puñetas intelectúa, aparte de montar exposiciones oficiales y cobrar por ello una pasta.

Hay dos formas de ser intelectual en este país del desprecio por lo intelectual: trabajándolo o consiguiendo la etiqueta en el mercadeo de la política

Hay dos formas de ser intelectual en este país de desprecio por lo intelectual: trabajándolo, y ahí están los Rafael Argullol y su sólido trabajo en silencio, o consiguiendo la etiqueta en el mercadeo de la política, después de un par de trabajos inteligentes, y vivir desde entonces del cuento. Ateniéndome al hecho de que Pep Subirós ha pasado por tres grandes de la cultura oficial, y ha salido por patas de los tres, más o menos peleado, pero sobre todo cargado de la fama de ser muy generoso con los presupuestos públicos, ¿cómo es que continúa siendo el comisario de todo? Veamos, en la Olimpiada Cultural se pelea con Josep Miquel Abad y Romà Cuyàs se lo carga. ¿Argumento?: excesiva alegría económica. Después lo envían a dirigir el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) y se pelea con Manuel Royes. Nadie podrá poner en cuestión que el cambio en la dirección de Josep Ramoneda por Subirós ha dado tranquilidad al espíritu. Y finalmente, Ferran Mascarell, con el apoyo de la totalidad del sanedrín del Fòrum 2004, le rescinde el contrato millonario para organizar una de les exposiciones estrellas del evento.

Aparte de la curiosidad de lo bien que se llevan estos tres viejos amigos -Ramoneda, Subirós y Mascarell llegaron a ser un auténtico tridente de la modernidad-, lo más interesante es la persistencia de un triple hecho: que Subirós siempre tiene poco respeto por la austeridad presupuestaria, que tiende a pelearse con los responsables de la cosa y que a pesar de todo se lo encargan todo. Las cifras de lo suyo en el Fòrum son pornografía de la fea, si me permiten. Presentar un presupuesto de 12 millones de ¡euros! para una sola exposición sobre viejos y nuevos mitos, intentar encima que los grandes cuadros desplazados de los museos se coloquen pegaditos al mar -de tanto pensar, este chico ha dejado de pensar...-, querer cobrar a través de su empresa casi dos centenares de kilitos de pesetas por diseñar la idea, presentar 20 hojas de propuestas inviables y finalmente, cuando se le da puerta, cobrar 20 kilos de indemnización, no está nada mal para el sector funcionarial del pensamiento. Pero al fin y al cabo, ¿por qué tendría que moderarse un hombre que ha conseguido pagarse un paseo de meses por África, con dinerito público, para finalmente montarnos una exposición sobre la cosa en el CCCB? Ya sé, Ramoneda, que fuisteis amigos, pero...

Pero me dirán que gana concursos públicos. El último, por ejemplo, fue un concurso internacional que casualmente ganó él. Y eso que el mundo en pleno estaba llamado a competir, pero cuando uno es Pep Subirós el milagro siempre se produce. El milagro de esos jurados de lo público, ésos, siempre tan poco amigos... 'Está lo de Miquel Barceló en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, que fue un exitazo', me dirán algunos. Y es cierto, también fue comisario de lo de Barceló -¿de qué más puede ser comisario este hombre?-, pero algun mérito habrá que atribuir al propio Barceló en este caso. Ateniéndome, pues, al hecho de su profesionalización en ser comisario de lo público, con una abultada y a la par problemática biografía, ¿qué mérito tiene este chico, rotundo mérito, espectacular mérito, para convertirse en el pensador de todo lo pensable oficial, sector socialista de la plaza? 'Es amigo de Pasqual Maragall', me dicen gargantas profundas casi mirando a los lados, por si... ¡Ah!, ahora lo entiendo todo. No hay como ser consejero áulico de los importantes, fuera de partidos, fuera de cargos, fuera de luces, poseedor de una línea directa que es la envidia de los sufridos compañeros, para convertirse en alguien con poder. Para que lo entendamos, Subirós debe de ser a Maragall lo que el cura aquel que le susurra al oído es a Pujol: casi la voz de la conciencia. Cualquiera compite con ello. ¿O no? Porque quizá estamos ante una reedición del Submarí a les estovalles, de Joan Barril, y Subirós, hábilmente, vende su consejería áulica mucho más de lo que procede... y le funciona...

Acabo concluyendo. Buena noticia que el Fòrum 2004 empiece a usar criterios de austeridad y rigor después de la alegría de Jaume Sodupe y sus amigos. Tomamos nota. Pero tomamos nota también, como decía Salvador Cardús no hace mucho, de esa cultura de lo cultural, abultada de excesos económicos, donde nunca sabemos qué cobran asesores, comisarios, jurados, amigos varios, por reunirse, por pensar alguna idea para que el político tenga alguna idea, sencillamente por aplacar lo crítico con el bálsamo del comedero más o menos circunstancial. Los dos lados de la plaza han pecado de ello, y así tenemos por ahí, instalados en el dólar, un colectivo de funcionarios del pensamiento, algunos de los cuales, fuera de obligación, hasta piensan. Son una nueva clase, quizá una nueva élite, usados por el poder sin impregnarlo. Ése es el drama: que ni a despotismo ilustrado llegan. Como mucho, ilustran con alta filosofía la baja narrativa de los presupuestos. Y no les va mal: mamá, llenan la nevera...

Pilar Rahola es escritora y periodista. Pilarrahola@hotmail.com.

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