Mosén Cinto Superstar
Después que Narcís Comadira denunciara en estas páginas la desigual batalla que deberá librar el pobre mosén Cinto Verdaguer, en el centenario de su muerte, con el genial arquitecto Antoni Gaudí, en el 150º aniversario de su nacimiento; después de que yo insistiese sobre el tema en mi Horma del pasado 10 de enero, de la que se hizo eco Isidor Cònsul en las páginas del Avui; después que Jordi Puntí y otros colegas de los papeles y de las radios pusiesen de relieve lo desigual del combate, la Generalitat, en su condición de promotora del Año Verdaguer, desveló en qué iba a consistir la celebración, este año, del centenario de la muerte del poeta.
El Año Verdaguer desplegará casi 400 actos en toda Cataluña. Jordi Pujol presidirá el 15 de febrero el primer acto institucional dedicado al poeta, al que seguirán exposiciones, conferencias, actos académicos, fiestas populares y publicaciones. Eso es lo que, en líneas generales, dice el comunicado de la Generalitat, el cual añade que el Gobierno catalán ha destinado un presupuesto específico destinado al Año Verdaguer cifrado en 1,2 millones de euros, es decir, unos 200 millones de pesetas.
El Año Verdaguer se plantea con actos académicos, ediciones, conferencias... Faltaría una gran película para conocer al personaje
Entre las actividades que destaca el comunicado (el programa completo será presentado en el acto institucional del 15 de febrero), figura el espectáculo Testimoni Verdaguer, que se presentará en el TNC el 29 de junio; un acto titulado Verdaguer y les llengües europees, que se celebrará en Berga el 11 de septiembre, en el que se destacará la pluralidad de las lenguas a las que el poeta ha sido traducido; una campaña de promoción de la lectura a través de las bibliotecas utilizando L'Atlàntida y dirigida sobre todo al público infantil y juvenil, y finalmente una serie de actos de corte académico, para un público de especialistas en la obra verdagueriana.
Todo esto está muy bien, pero teniendo en cuenta que el espectáculo del TNC y el acto de Berga son dos actos que se agotan en una única jornada sin, al parecer, tener una continuidad, todo parece indicar que el Año Verdaguer, a pesar de los esfuerzos del Gobierno de la Generalitat, no va a ser demasiado distinto del Año Pla o del Año Sagarra, y hasta es posible que su balance final sea inferior al de éstos. Lo cual supondría una gran injusticia siendo Verdaguer una 'figura capital de las letras catalanas del siglo XIX', como dice el comunicado de la Generalitat, y siendo el Gobierno de la Generalitat un gobierno nacionalista, confeso y a veces, demasiadas veces, mártir.
Con Verdaguer había, hay que hacer algo que se salga del menú conmemorativo, de reconocimiento y agasajo que suele preparar la Generalitat para estas ocasiones. Había, hay que hacerlo, no sólo porque sin Verdaguer no existiría Carner, ni existiría Sagarra, ni existiría Pla, como bien decía el amigo Comadira (per molts anys, estimat Narcís), sino también porque Verdaguer, para la población catalana, para la inmensa población catalana, es un perfecto desconocido.
Bien está que a los niños catalanes se les deleite con una lectura harrypotterizada (disculpen la palabreja) de L'Atlàntida, bien está que se reciten sus hermosas poesías, religiosas y patrióticas; bien está que se canten sus himnos y se bailen sardanas; bien está que se estrene la cantata Oda a Verdaguer, del maestro Brotons, y que el profesor Molas diserte sobre la gran figura literaria (a la que años atrás no prestaba excesivo interés, por no decir que le perdonaba la vida). Bien está todo eso siempre y cuando el personaje Verdaguer, el drama de mosén Cinto, se haga público y familiar para la mayoría de los catalanes, como lo empieza a ser el personaje de Josep Pla.
Y digo esto después de leer la espléndida edición de En defensa pròpia, de Verdaguer, realizada por el profesor Narcís Garolera, que me ha hecho llegar mi buen amigo Antonio López Lamadrid, administrador gerente de la Editorial Tusquets (a quien felicito por el libro, en su doble condición de editor y de descendiente del marqués de Comillas, uno de los grandes enemigos de Verdaguer. Noblesse oblige, como dicen los franceses). Me he leído los artículos que Verdaguer publicó en La Publicitat con la misma emoción con que los leí cuando tenía 14 años. Me los dio a leer mi padre, junto con un relato de Pla, Contraban, para que me iniciase en la lectura de la moderna prosa catalana, 'la millor prosa catalana', como me dijo mi padre. Qué maravilla de prosa: parece como si al catalán le hubiesen lavado la cara.
Pues bien, a lo que íbamos. Ese Año Verdaguer era, es, la mejor ocasión para dar a conocer el personaje, el drama de mosén Cinto, a los catalanes. ¿Cómo? Pues mediante una película o una serie televisiva. El tema no puede ser más cinematográfico: el limosnero del marqués de Comillas, el gran poeta nacional, acusado de malversación de fondos, de prácticas exorcistas, de vivir secuestrado por unas mujeres, enfrentado al marqués y a su obispo; el mosén al que se le prohíbe decir misa, reducido a la miseria, y al que se pretende encerrar de por vida en un manicomio. Un mosén Verdaguer que se defiende, y cómo, en la prensa de izquierdas (En defensa pròpia) y cuya conducta tiene dividida a la sociedad catalana, hasta que el mosén se retracta, se humilla y al poco muere y es enterrado en loor de multitudes. Qué película, señores. Una película en la que también tienen cabida, cómo no, la estampa, mucho más agradecida para las personas com cal, del guapo mozo de Folgueroles luciendo la barretina y el autor de L'Atlàntida, lector de Hugo, viajando por los mares en los buques del señor marqués de Comillas.
¿Cuándo veremos esa película o esa gran serie televisiva? Desengáñense, señores de la Generalitat: Verdaguer es uno de los grandes personajes de la Cataluña del XIX, por no decir el más grande, y una película sobre su vida sería, es, una auténtica golosina. De hacerse como manda el diablo (que ése sabe mucho de cine), sería un exitazo, no lo duden. Y otra cosa: estoy convencido de que con esta película Verdaguer, la obra de Verdaguer, no se perdería 'pel forat de la claveguera', como mi buen amigo y colega Antoni Puigverd cree que ya se ha perdido. El cine, querido Puigverd, y quien dice el cine dice la tele, puede hacer no sólo que Zola, que se presentó en 20 ocasiones, sin éxito, a la Académie, supere, en el imaginario del pueblo francés, a un rebaño de 'inmortales', sino que puede también, frente a ese mismo pueblo, igualar a escritores de categorías tan distintas como puedan ser Hugo y Simenon. Una buena película haría que Verdaguer se salvase de la posible claveguera y haría que sus obras se vendiesen más que las del señor Buenafuente. Lo que sería, además, un acto de justicia.
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