Eternamente Mahler
El encuentro de canto y música sinfónica tiene en Gustav Mahler un magnetismo especial. Ya lo expresó agudamente Adorno en su día. Semion Bychkov lo ha subrayado al frente de la Orquesta Sinfónica de la Radio de Colonia (WDR) en el Festival de Canarias, mediante sus versiones de la Tercera sinfonía y de La canción de la tierra, universos en los que la voz es determinante como expresión poética de un sentimiento emocional.
La Tercera es, ya se sabe, una sinfonía-río. De la intensidad intimista del Canto de medianoche, de Nietzsche, que entona la mezzosoprano o contralto en el cuarto movimiento, a los pasajes bullangueros del primero o el tono angelical del quinto, Mahler va dibujando una visión del mundo y sus circunstancias. Bychkov lo plasma sin afectación. La Orquesta de Colonia es sólida, compacta, directa. Tiene una manera espontánea y un poco áspera de enfrentarse al sonido, casi se puede decir que popular en un sentido amplio. La cuerda baja adquiere un protagonismo especial; eso, claro, incide en la calidez de la lectura. Bychkov huye de los sentimentalismos y del refinamiento en primer grado. Busca la corporeidad, una dimensión personal e inmediata al margen de exquisiteces. Y lo encuentra, sobre todo, en la Tercera, pero ese equilibrio se le resiste en La canción de la tierra. Su lectura es aquí más plana, menos sugerente.
Desgarro
La mezzosoprano norteamericana Michelle de Young tampoco despliega la misma fuerza e inspiración. En la Tercera sus sentimientos están más a flor de piel; en La canción de la tierra no pasa de la corrección. Ello, ¿es suficiente o no? Uf. El desgarro de esta música requiere algo más, especialmente en el número final: Der Abschied. El tenor Thomas Moser, con sus más y sus menos, sortea favorablemente las dificultades. Está más en estilo. La orquesta se muestra segura. Es un botón distinguido de las orquestas de la radio en Alemania. Bychkov la lleva con buen pulso, pero sin misterio. El sonido es físicamente consistente. Las pinceladas poéticas a veces se echan de menos. Puntillismos aparte, la música de Mahler llega a la sala. Quizá sea eso lo único imprescindible. Como enlace entre las dos obras de Mahler, Bychkov se las ve con la Sexta sinfonía en Si menor, de Dmitri Shostakovich. La versión es contundente. Tiende a la brillantez desde un sonido no refinado, busca el virtuosismo a través de la rapidez. Y en el tintero se quedan un puñado de matices.
Bychkov volverá el año próximo al Festival de Canarias. Como Chailly. El primero con el estreno absoluto de la última jornada de Licht, de Stockhausen; el milanés, con un tutto Brahms (sinfonías, conciertos...) con la orquesta del Concertgebouw de Amsterdam. Canarias está que se sale. Por algo será. Volverán además habiendo levantado el vuelo el nuevo Auditorio de Santa Cruz de Tenerife diseñado por Calatrava. Un valor más a añadir, del que se beneficiará un festival en alza.
Babelia
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