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CARTAS AL DIRECTOR
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Operación esclavos

La vida privada es un producto estrella en la programación de las televisiones y otros medios, desde la del mortal de a pie en horario vespertino hasta los diversos olimpos farandulescos por la noche, sin olvidar noblezas, docudramas varios y demás especialidades del fin de semana. Otro tanto cabe decir de los concursos, cada vez más exigentes en cuanto a la puesta a disposición ilimitada del participante; no en función de una competencia específica, sino exclusivamente de su deseo de triunfar y su habilidad para lograrlo, que es el verdadero objeto de contemplación. El formato más reciente consiste en la presencia en tiempo real, de 24 horas diarias, de sujetos que intentan triunfar. Este formato probablemente intenta ganar credibilidad, ante la inevitable y persistente sospecha de montaje, de que eso que se nos ofrece como vida privada es sólo una creación más para nuestro disfrute; y al mismo tiempo obtener un mayor control sobre el participante, que se integra como un trabajador más en vez de vender su producto acabado.

Se opera así una modificación en la condición del trabajador contemporáneo, ya que ésta tiene como nota principal la entrega de una parte, su fuerza de trabajo, como opuesta a la entrega total de sí mismo. La pérdida de la privacidad, de las limitaciones a la involucración, la exhibición pública de los deseos íntimos, son la metáfora de una esclavización. De ahí su efecto hipnótico, el gran atractivo que ejercen sobre una población que oscila entre la tranquilidad de aún no haber caído tan bajo y la tentación de sumarse al carro de esclavos triunfantes.

Sin embargo, la exasperación de la propuesta conduce de cabeza a la evidencia de un vacío más completa que las anteriores: la privacidad, como sabemos, requiere para su entrega de condiciones específicas, fuera de las cuales sólo obtenemos sucedáneos. Verdaderas escuelas de simulación, estos formatos ponen a prueba la capacidad de estafa. Sólo podremos asomarnos, si cabe, a la crisis, a aquel punto límite en el cual el participante no sostiene su inserción en el papel asignado, única verdad en presencia.

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