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Influir o mandar

Antón Costas

Para entender las desavenencias que viven CiU y el PP, en ocasiones es mejor recurrir a la vida cotidiana que al análisis de los politólogos. Lo de José María Aznar y Jordi Pujol puede ser visto como los dilemas que se les presentan a los que sostienen relaciones extramatrimoniales. Como es conocido, este tipo de relación está sometido a un fuerte desgaste emocional, acompañando momentos dulces con otros borrascosos, y son frecuentes los finales trágicos. Después de años de amancebamiento, es normal que llegue un momento en que una de las partes pida a la otra legalizar la relación. Acostumbra a ser la parte que se ve más perjudicada la que exige pasar por el altar. Primero en la intimidad. Pero si el otro se muestra renuente, la presión pasa a ser más pública, bajo el chantaje de una buena dote (cuatro ministerios y una vicepresidencia) y la sutil amenaza de romper la relación, con perjuicio para los herederos.

Jordi Pujol vive, sin embargo, esta relación de acuerdo con los moldes de conducta propios de la burguesía, bien reflejados en La saga de los Rius. Practica la hipocresía moral propia de los burgueses, consistente en defender las virtudes de la familia monogámica -especialmente por motivos patrimoniales- sin renunciar a la relación extramatrimonial que le permita seguir disfrutando de la felicidad que da el poder. Su familia política tolera bien esa relación a la vista de los beneficios que produce. Y entre la alternativa de practicar el amancebamiento con la izquierda, los independentistas o la derecha, acaba diciendo lo mismo que dijo la esposa de Rius al ver a la amante de éste en el Liceo: 'M'agrada més la nostra'. Lo que no puede soportar es la pretensión de oficializar esa relación; es decir, la práctica de la bigamia legal. Aunque venga acompañada de una oferta de una buena dote, como es el caso. Teme que una vez aceptada, la otra acabará quedándose con el patrimonio.

A mi juicio, la oferta de Aznar a Pujol no tiene nada que ver con una OPA hostil del PP a CiU. Estoy seguro de que es una decisión individual, no tratada ni con sus íntimos. Responde a la psicología del personaje y al papel histórico que parece encarnar. Aznar es un político recio, que se siente impulsado por un designio proveniente de lo más alto para llevar a cabo una tarea histórica: volver a cohesionar España y ponerla en el sitio que le corresponde en este mundo global. Hombre de palabra, modelo castellano viejo, su deseo es dejar una huella política que le trascienda. No ha pedido a Jordi Pujol que abandone sus ideas nacionalistas. Lo que pide es oficializar la bigamia entre el ideal nacionalista y su idea de España. Y qué mejor huella que la de unir los nacionalismos en un mismo destino histórico. Vamos, como lo de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón; al parecer, por cierto, otro ejemplo de pareja de hecho. Vaya herencia que dejaría. Sean cuales fueren las motivaciones profundas de la oferta de Aznar y las respuestas de Pujol, el hecho es que esa propuesta plantea un antes y un después para CiU. Nada será igual. Tanto si acepta (cosa del todo improbable) como si no, Artur Mas no puede plantear su estrategia política de la misma forma que lo hizo hasta ahora Pujol. ¿Se imagina alguien a CiU volviendo a utilizar el lema electoral de 'para ser decisivos en Madrid'? Aznar ha colocado a Mas en el dilema de decidir si en el terreno de la política española y europea quiere influir o mandar.

Hasta ahora la opción de CiU ha sido influir, apoyando en Madrid al gobierno de turno para obtener ciertas ventajas legítimas. Ese ha sido el verdadero comedero que han practicado todos los nacionalismos y regionalismos en Madrid. Si Mas, por escrúpulos ideológicos o cálculo político, rechaza el mandar, también le será más difícil de ahora en adelante influir. Respecto a los escrúpulos ideológicos nada he decir. Pero si el rechazo es por cálculo político, puede equivocarse. Tiene que arriesgarse. De la misma forma que pide a los empresarios familiares que formen grupos de mayor dimensión y se internacionalicen, él tiene que asumir ese mismo riesgo. No es seguro que pueda mantener en el corralito propio los votos hasta ahora obtenidos. La fuga le puede venir tanto de la aceptación de la propuesta como de su rechazo. CiU tiene mucho votante que no le hace ascos al mandar en Madrid. Y una decisión de ese tipo puede traerle votos, aunque sea temporalmente, desde el ámbito socialista y el de los populares. Tiempo al tiempo. En cualquier caso, parece claro que se ha acabado lo de continuar como pareja de hecho.

Antón Costas es catedrático de Política Económica de la UB.

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