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Columna
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Vejación

Si al contemplar la vejación inhumana que sufren los prisioneros afganos en la base de Guantánamo, y pudiendo hablar uno mira hacia otro lado y calla, será porque, aunque lo ignore, ya tiene el alma de esclavo y participa del silencio de los corderos en que está metido nuestro Gobierno. Por mi parte, frente a esta actitud de matón con que Estados Unidos ejerce el liderazgo sobre el planeta, para salvarme voy a lanzar un grito de protesta en el cuarto de baño, aun sabiendo que esta rebeldía personal sólo servirá para que me llamen progre, pero al menos podré mirarme sin ignominia en el espejo al afeitarme. Es probable que en un sueño erótico George Bush se haya imaginado trayendo al cuatrero Bin Laden cruzado en la grupa del caballo hasta la plaza del poblado para arrojarlo a la puerta de la cantina como un guiñapo bien baleado y, entrando luego muy abierto de piernas en el salón, pedir un whisky ante el asombro complacido de todos los vaqueros del condado, que en este caso es el Occidente entero. Qué le vamos a hacer si a los terroristas islámicos les salió muy cinematográfico el cataclismo de las Torres Gemelas y, en cambio, los norteamericanos no han logrado montar su venganza como una buena película del Oeste. Después de poner a Afganistán patas arriba y de meter hurones de acero en todas sus madrigueras, Bin Laden, profeta iluminado o terrorista diabólico, de momento se ha esfumado como un conejo y Norteamérica ha actuado como un cazador malo que sacia su frustración disparando contra las abubillas. No causaría escándalo su crueldad con los prisioneros afganos si fuera la de un dictador de cualquier calaña, de derechas o de izquierdas: ya se sabe que la abyección anida en los bajos fondos de la humanidad y unas veces toma el nombre de revolución social, y otras, de salvación patriótica. Pero resulta que Estados Unidos es el país que oficialmente detenta nuestros valores humanos. A él le fiamos nuestra dignidad, por eso su saña neurótica nos humilla. Ignoro para qué tendrá Norteamérica las mejores universidades y laboratorios, la ciencia e industria más desarrollada del mundo, si todo este acervo de cultura de su gran historia no le sirve para actuar con un mínimo de grandeza a la hora de vengar el orgullo nacional herido. Les está saliendo muy mal esta película del Oeste: he aquí a Gary Cooper en el papel de villano, a Spencer Tracy haciendo de juez torturador, a James Stewart como cuatrero. Ese rodaje se está realizando en Guantánamo.

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