Tres artistas de Senegal enseñan su música en colegios
El grupo Djanbutu Thiossane enseña técnicas de percusión senegalesa por toda la Comunidad de Madrid
Pierre, un niño de 11 años del colegio Saint Exupery, de Alcobendas, exclamaba desde su butaca: '¡Qué morro!', con un encantador acento francés que transformaba la erres en ges, cuando el percusionista senegalés Ass N'Diaye sacó a cantar al escenario a un compañero de su clase. Su colegio, junto con otros escolares del Castilla, Valdepalitos II, Parque Cataluña o Buero Vallejo, entre otros, asistían el martes pasado por la mañana a unos talleres de percusión africana que el grupo Djanbutu Thiossane ofrecía en el auditorio municipal Ciudad de Alcobendas.
Le hubiera gustado salir a repetir desde el escenario los gritos que Ass le indicaba a su colega, pero no fue elegido, así que se conformó con hacerlo desde su asiento en un patio de butacas repleto de niños y niñas de 8 a 14 años (3º de primaria a 2º de ESO) de los colegios, públicos y privados, ubicados en Alcobendas y San Sebastián de los Reyes.
Una historia parecida se repitió en el mismo lugar el miércoles por la mañana con otros colegios de la zona, pues se trataba de otra de las actividades extraescolares que a menudo imparten los hermanos Ass, Mass y Pap N'Diaye, sobre el que se sustenta Djanbutu Thiossane. Esta vez tocaba Alcobendas, lo mismo que en otros pueblos ya habían realizado antes. La experiencia no puede ser más gratificante para estos tres músicos senegaleses, que llevan años difundiendo por toda la comunidad madrileña variados aspectos de la cultura y costumbres de su país. Para los niños que participan en estos talleres es algo más que perder una mañana de clases.
'Nunca había saltado tanto', decía una rubia Virginia de 9 años cuando se incorporó a su asiento después de haber pasado un rato siguiendo los bailes y danzas que Ass y Pap le indicaban cuando la subieron al escenario con otras amigas.
Los hermanos N'Diaye ofrecen a los escolares un espectáculo didáctico donde el ritmo de los tambores, el colorido de las vestimentas típicas de Senegal, los cánticos y los bailes se mezclan con el griterío de unos niños que viven su primera experiencia delante de un tambor africano. Incluso los más atrevidos se atrevían a golpearlos, ante la mirada atenta de los africanos.
Y es que todos querían subir al escenario para cantar, bailar y saltar. Como la tarea de elegir solo a unos cuantos resultaba difícil para Ass y Pap, decidieron hacerles cantar a todos dividiendo el patio de butacas en tres grupos, los que marcaban los pasillos. 'Yo digo una estrofa, y la repetís cada vez un grupo', les explicaba Pap. 'Los del Valdepalitos, a ver si se os oye más que a los del Buero Vallejo', animaba una de las profesoras a sus alumnos, seducida por la rivalidad entre colegios. Algo parecido a '¡Bebeyooo, a bebeyooose', salía de la garganta de Pap y los niños se desgañitaban por turnos para sonar mas alto que los otros. 'Bueno, no esta mal, no está mal', confirmaba el artista, y volvía a empezar.
Ass y Pap les explican las diferencias entre un djembe, el tambor africano de moda, o el sabar, característico de las percusiones wolof, etnia a la que pertenecen. Les cuentan a los niños que ellos son griots, es decir, músicos hijos de músicos que heredan boca a boca la tradición de padres a hijos; y de una forma amena y divertida los niños parece que comprenden que los tambores, al ser tocados solo con las manos, constituyen una de las expresiones musicales más ancestrales y que está relacionada con los latidos (ritmo) del corazón. Ass y Pap les hacen llevar las manos al corazón para que sientan su pulso.
Boquiabiertos, cerca de dos mil niños y niñas han bailado y gritado el martes y miércoles por la mañana en Alcobendas al son de los tambores africanos, pero es sólo una pequeña muestra de la frenética actividad que Djanbutu Thiossane llevan desde hace años, pues, por las tardes y en otros lugares, imparten clases de percusión africana con inusitado éxito. El Alcobendas se ha completado la actividad extraescolar con una sesión el jueves por la tarde, en la que los niños que habían estado los días anteriores invitaban a sus padres para mostrarles lo que habían aprendido. Cámara de vídeo o de fotos en mano, los progenitores no perdían ripio de lo que sus hijos hacían. Para todos los niños y niñas, las lecciones habían merecido la pena: además de iniciarse en los tambores de África, habían aprendido tolerancia y respeto a otras culturas diferentes a las suyas.
Los tres hermanos que integran el grupo Djanbutu Thiossane empezaron su peripecia musical en el foro por las calles próximas al Rastro, los domingos, cuando muy poco se sabía en Madrid de las percusiones africanas. Ellos lo han puesto de moda y ahora hay concentraciones masivas de percusionistas en muchos puntos de la ciudad, donde el djembe es el protagonista principal. Y lo mismo lo toca un punki que un hippy, un grunge, un alternativo, un jubilado, un adolescente, que un apasionado de la música electrónica.
Ass y Pap dan clases de percusión en la Casa de la Juventud de Colmenar Viejo los lunes y martes de 18 a 22 horas, en la de Tres Cantos, los viernes de 16 a 19 horas y en la de Rivas-Vaciamadrid los miércoles de 19 a 22 horas. Como son actividades municipales, las clases salen baratas, pues un curso entero (de octubre a junio) cuesta 78,13 euros. Además, en el Mercado de Fuencarral, al que asiste un vanguardista público juvenil, los hermanos N'Diaye imparten clases lunes, martes y miércoles (de 21.00 a 23.00) por 48,08 euros al mes.
Djanbutu Thiossane se han integrado fácilmente en la cultura madrileña. Sus tambores suenan en discos de Ana Belén, Rasha, Las Hijas del Sol o La Banda Negra, y tienen un disco editado en la discográfica local Nubenegra y una canción, ¿Qué comemos?, donde ensalzan las bondades del cocido madrileño.
El tambor hablador
Djanbutu Thiossane, el nombre elegido por los hermanos N'Diaye, significa 'el legado de nuestros antepasados', toda una declaración de intenciones para una familia de griots como la suya. El griot es como el bardo de Senegal -país de rica tradición musical que ha dado figuras de la talla de Yossou N'Dour- y cumple la doble función de animar todo tipo de celebraciones y mantener vivo el hilo de la historia local. El tama, o tambor hablador, que manejan los hermanos N'Diaye requiere cierta sabiduría. Para arrancarle los sonidos que ahora aprenden a explorar los niños y niñas madrileños, el tambor hablador se coloca debajo de la axila y se percute con un palillo curvo; el djembe es un cono invertido cuyo parche (superficie sobre la que se golpea), de piel de cabra, se tensa con unas cuerdas que sirven para afinarlo; el parche del sabar se tensa con unos tornillos grandes de madera; el bugarabú se toca en grupos de dos o tres apoyados en el suelo, y el dun-dun hace los sonidos graves; el parche es de piel de vaca y se toca con dos varas. Estos son los cinco tambores básicos de la rica percusión senegalesa, que llevan en Madrid más de diez años difundiendo los hermanos Ass, Pap y Mass. Ahora este último la enseñará en Italia.
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