Simulacros

La disparidad de estéticas, tendencias y sistemas de trabajo reunidos en esta exposición por su comisario, José Gómez Isla, participan del denominador común de lo que Jean Baudrillard definió como cultura de la simulación, así como del tema de esa suerte de fotografía que nos distancia de la realidad (es recurrente -constante y clásico-; a estas alturas, hasta es aburrido). El medio, desde sus orígenes, se ha disfrazado para ello con múltiples fórmulas que van desde el pictorialismo, el collage, el fotomontaje, las poligrafías... hasta herramientas de síntesis -como las empleadas en esta muestra- cuyos argumentos se ubican en los escenarios del software y el filtro de la digitalización. El de última instancia -el digital- es un paraguas de gran envergadura capaz de abarcarlo todo, a la vez que de borrar las fronteras técnicas e instrumentales para la reproducción de referentes visuales y de justificar colecciones tan deslavazadas como las agrupadas, ahora, con el genérico Ninfografías infomanías. También, el de crear su propio lenguaje (pura verborragia). Es la destrucción de la ilusión de identidad ligada de manera indefectible al motivo fotográfico a la vez que a la de sus ingredientes químicos (Klaus Honnef); aquí la memoria de la cámara lo que alberga 'no es en absoluto producto del empirismo, sino el resultado de una puesta en escena artística con su representación como único propósito'. Todo ello se refleja en la conjunción de obras de autores tan dispares que nada, o poco, tienen que ver entre sí salvo sus peculiares interpretaciones fotográficas en un espacio virtual; es el caso de los trabajos de Paloma Navares respecto de los de Isaac Montoya o los de María José Gómez Redondo con los registros de Jorge Rueda. También ocurre con los de Rosa Muñoz, Daniel Canogar, Pablo Genovés, José Luis Santalla, Joan Fontcuberta, Javier Euba, Perejaume, Aitor Ortiz o Fran Herbello...

Acertadamente, Gómez

Isla para el diseño de esta exposición huye de la rigidez cronológica o conceptual de inventar un metódo donde no lo hay, por el contrario se plantea como tendencia con algunos de los autores seleccionados la existencia de una 'hiperrealidad sintética' cuya capacidad 'para traducir una imagen analógica a lenguaje máquina resulta sorprendente, cuyos elementos podemos manipular a voluntad, concediéndonos la posibilidad de simular otra realidad virtualmente distinta a la de partida, pero no por ello menos convincente'. En este sentido, entre todo lo expuesto, subrayamos las fantasías literarias de los relatos visuales de Isabel Flores, las metáforas de Fran Herbello, las simetrías de Perejaume y los híbridos - cyborgs- de Paloma Navares.