Impotencia total del Valencia

Pocas veces, en los últimos años, el Valencia dio muestras de tamaña impotencia en un partido en Mestalla. No sólamente fue perdiendo casi todo el encuentro, sino que transmitió la sensación de estar completamente entregado. Sin una pizca de fútbol. Con el público saliendo a la carrera del estadio a falta de 10 minutos para el final. El Valladolid jugó una primera parte notable y en la segunda se refugió en la cueva, sin grandes agobios.

El público despidió a su equipo con pañuelos y pitos -no precisamente festivos-, mientras que al Valladolid le dedicó unos aplausos, cosa bastante infrecuente en este estadio. El equipo de Pepe Moré ya se ha convertido en uno de los animadores de la Liga, capaz de derrotar a cualquiera. Y no por casualidad.

Ayer saltó en pedazos la fama de invulnerabilidad que se ha ganado la defensa del Valencia en los últimos años. Se sucedieron las pifias defensivas. A cual más gorda. Primero Ayala, después Cañizares, más tarde Angulo... Y el Valladolid, que tiene gente muy buena arriba, no desaprovechó ninguna. Golpeó con precisión. Luis García primero y más tarde Fernando Sales hundieron la moral de un equipo que se presumía muy fuerte anímicamente tras el gran partido del Bernabéu. Resultó todo lo contrario. No se sabe si por un punto de soberbia o por qué, el caso es que gente tan solvente como Ayala o Cañizares fue presa de los nervios. Por no hablar de Angulo, que lo pasó fatal. Mestalla la tiene tomada con el jugador asturiano, que jugó ayer en sustitución de Curro Torres, sancionado. Lo cierto es que Mestalla le recrimina cada acción con saña. De manera que el chico paga la presión y no da pie con bola. Un problema que no pudo solucionar el técnico valencianista, Rafa Benítez, puesto que, extrañamente, había dejado a Angloma fuera de la convocatoria.

Angulo, sin embargo, no fue la principal causa de la fractura valencianista. Hubo otras. Ilie, desenfocado toda la tarde. O Mista, pesado y obtuso. Tampoco Baraja estuvo a la altura de las pasadas jornadas. Pero sobre todo el Valencia se rompió en defensa. Excesivo en todo, Ayala ofreció la peor versión de sí mismo. Perdió un balón comprometido y, para remediarlo, persiguió a Luis García hasta que lo cazó: dentro del área. El penalti lo transformó Luis García. Entonces Pellegrino, como si quisiera subsanar el error de su compañero y compatriota, se fue con determinación a por el empate. Primero se enganchó del cuello con Ricardo porque el portero retenía el balón para arañar unos segundos. Y luego empaló a gol un rechace de Ricardo tras un cabezazo de Baraja. Pellegrino fue el mejor de su equipo.

El fútbol cayó en picado tras el descanso. El Valencia resultó un barullo táctico, donde Salva, por ejemplo, se dejaba caer al extremo izquierdo para desesperación de la grada, que no adivinaba qué pintaba el ariete lejos del área. Entraron Aimar y el Kily González, pero el Valencia ya estaba dominado por la ansiedad y la desesperación. Y el Valladolid se defendía sin pestañear.