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Columna
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Bozal

Como la esportilla de palma o esparto, que se le coloca al mulo en la boca para que no se pare a comer mientras labra la tierra; como el trenzado de correas y alambres en el hocico con que deben pasear por la calle los perros peligrosos para que no muerdan; tal que bozales son los preservativos para los jóvenes, indica monseñor Reig Plá. Si se les aconseja el uso del condón a los jóvenes, éstos son 'tratados como incapaces de gobernar sus instintos, como animales', añadió el mitrado de la diócesis de Segorbe. Y un pelín exageradas y un pelín fuera de lugar resultan esas comparaciones: son mas propias de tronantes predicadores de otros tiempos que de pastores religiosos del siglo XXI. ¿Qué le vamos a hacer? Es la opinión de un Obispo y va a misa.

Aunque nadie en sus cabales diría que el uso del preservativo no representa una pequeña incomodidad en las relaciones afectivas y sexuales; incomodidad que debe asumirse en aras de una responsabilidad que evita contagios venéreos, fecundación no deseada o transmisión del SIDA. Con ello ya se justifican por si solas las campañas institucionales que inducen a utilizar ese caucho fino que ideara el higienista inglés Condom en el siglo XVIII. Poco después de que se diera a conocer el proceso de propagación del SIDA, de eso hace casi 15 años, Rita Süssmuth distribuyó condones en los cuarteles de la República Federal Alemana. La menuda y decidida Süssmuth era por entonces ministra encargada de la juventud, de la familia, de las mujeres y de la salud en su país; era miembro de un gobierno de derechas y también democristiana y católica; tenía sentido de lo social y no esquivaba la realidad en que vivimos. Diga lo que diga la conferencia episcopal, actuaré según me dicte mi conciencia y mi responsabilidad dijo entonces la preocupada Rita. Nuestra locuaz Celia Villalobos, ministra de Sanidad, repartía gratuitamente preservativos en Málaga cuando era su alcaldesa, y nadie la ha excomulgado ni ella es apóstata de su Fe. Así pues, qué bien hicieron las señoras ministras. Algún contagio evitaron y algunos traumas innecesarios les ahorraron a algunos adolescentes o jóvenes. Jóvenes al fin y al cabo que no siguen las doctrinas del concilio de Trento en materia de Fe y costumbres.

Un matiz distinto tiene la cuestión que dio pié a las declaraciones de Reig Plá: la oportunidad o no de que se instalen máquinas expendedoras de preservativos en las escuelas secundarias. Se ha hecho ya en algunos colegios públicos de los EEUU y de Francia, y aquí parece que la propuesta va encaminada únicamente a la escuela pública. Porque es difícil de imaginar un colegio privado o concertado y regido por una orden religiosa con máquinas expendedoras; un colegio en que laboriosas profesoras o profesores, miembros de cualquier congregación sacra estén pendientes de cuándo se agota el caucho para solicitar repuestos a la empresa que suministra las gomitas. Eso ni acontece ni acontecerá y es natural, regular y común a cuanto sucede y es fácilmente creíble. De donde se deduce que o se instalan las máquinas en todos los colegios públicos, privados y concertados, o no se instalan. Siempre queda la alternativa de que sean los padres y las madres quienes faciliten a sus retoños menores de edad el necesario y útil profiláctico. La escuela, y más la pública, ya está demasiado cargada de tareas de las que se evaden o desentienden los padres. Ése es el tema y no la consideración del condón como un bozal, sin considerar que su incomodidad es leve y su uso, entre la sangre joven, harto necesario.

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