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Columna
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Opusmadrid

Aunque el señor Echevarría, prelado del Opus Dei, diga que su organización es universal, el Opus es sobre todo madrileño. Nació en un convento de monjas de la calle de Santa Isabel el día 2 de octubre de 1928. Fue el único día que Dios estuvo en Madrid.

Me explicaré: un joven cura barbastrino, José María Escrivá, había dejado la diócesis de Zaragoza donde se ordenó y se había trasladado a la capital para poner en práctica sus ambiciosos proyectos.

Aquella mañana, mientras decía la misa, el buen sacerdote 'supo'. Como antes no 'sabía', se colige de ello que le vino de lo Alto la inspiración que le hizo ver claro que su obra era una Obra de Dios, y nunca mejor dicho.

Fundó una residencia de estudiantes donde se reunieron los primeros discípulos, que es fama llegaron a ser doce, un número que suena. Vino la guerra civil y el buen capellán se fue a la 'zona nacional'. Aunque el señor Echevarría diga que el Opus es universal, hay que tener en cuenta que Escrivá dio forma definitiva a su libro Camino en Burgos. Y que fue el desenlace de la guerra lo que le permitió emprender la expansión universal del Opus.

Lo consiguió gracias a su amigo Albareda, que entonces dirigía el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, la antigua Junta de Ampliación de Estudios adaptada a la España católica. Desde allí partieron los numerarios que ensancharon, como Escrivá decía, 'el mar sin orillas'.

El Opus fue creciendo, sus obras se multiplicaron y Escrivá fue sumando méritos ante Dios y ante los hombres. Méritos y dignidades porque añadió a su apellido el 'de Balaguer', por el pueblo de sus abuelos. Y fue el único sacerdote que pidió un título nobiliario, el marquesado de Peralta, cuando todos los que lo tenían habían renunciado a él al ordenarse. Se metió en política -'nos han hecho ministros', dijo en una de sus más famosas frases-. En vida, sus 'hijos' lo agasajaron, le dieron infinita coba y le cubrieron de honores. Muerto, lograron hacerle beato; y ahora, santo. Así se escribe la historia.

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