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Columna
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Las cajas, ese oscuro mangoneo

En tiempos de posguerra, para matar el hambre, los más desvalidos empeñaban, en el Monte de Piedad, el mantón de Manila y el colchón de matrimonio. Ahora, en los dominios de las cajas, no se estilan tan sórdidas escenas. Ahora, toman la vez para un destino en el consejo de administración empresarios, especuladores, constructores y esos puntos filipinos que ven en la política un medio de prosperar, sacar pecho y perpetuarse. Ahora, se urden intrigas, amiguismos y pliegos de caballerías: la territorial de la CAM en Murcia, se la disputan dos paladines del mismo linaje, Eduardo Zaplana y Ramón Luis Valcárcel. Zaplana se refugia entre las cuerdas, y Valcárcel, con aplomo, le sacude una dura indirecta, que recoge el diario Información de Alicante: los miembros de su Gobierno 'no van a hacer como los dirigentes políticos de otras autonomías que se dedican a jugar a las finanzas'. Valcárcel se equivoca en un aspecto: Zaplana no juega, hace finanzas, las planea y mueve sus peones, con astucia. Desde sus orígenes presidenciales, es un devoto de la pela y de su sustituto el pinturero euro. Más que en la política, Zaplana anda engolfado en el negocio. Y hará cuanto sea para evitar la derrota a manos de su cofrade en la dirección nacional del PP. Una papeleta que tiene que resolver antes de que se renueve parcialmente el consejo de administración de la CAM, el próximo 29.

En el altercado que se produjo por mantener al frente de la territorial murciana a su hombre de confianza, Francisco Javier Guillamón, Zaplana ha protagonizado un espectáculo bochornoso, que da grima hasta a los directivos de la CAM, quienes contemplan cómo se deteriora la imagen de la entidad. Entre tanto, Guillamón ha anunciado su dimisión 'cuando lo considere oportuno'. Pero, cuidado. Zaplana ha sufrido una buena zurra, y no se resignará a presentarse hecho un cristo en el congreso de su partido. Y otro mamporro: con la minoría de bloqueo, lograda en la asamblea de Bancaixa, el PSPV ya puede oponerse a la fusión con la CAM, ambicionada por el president. Por cierto que un consejero de campanillas murmuró: ni fusión, ni confusión, sino fundición, porque aquí se funde la pasta en un santiamén. La Unión Europea va del mosqueo a la acusación de esos oscuros mangoneos en las entidades de ahorro, que siendo privadas, se usan como públicas. Y que, con una desfachatez flagrante, aún se proclaman 'instituciones benéfico sociales', ¿para quién? En definitiva, en esto sólo deberían contar de verdad los empleados, los impositores y ahorradores, quienes aportan los recursos económicos, y a los que se les engatusa o se les ignora despectivamente. Los demás, directivos pusilánimes, serviles y sumisos a un poder manipulador, han hecho voto vergonzante de obediencia y silencio. Hasta que los impositores, en asociación de presuntos damnificados, se larguen con sus nóminas a otras parte, menos propicia a tanto manoseo. Algo se mueve ya. Y no es el corralito argentino sólo quien inquieta: es el corralón de Zaplana, lleno de moscones, de cortijeros, de caciques y desaprensivos. Las cajas de ahorro no deben ser el santuario de los ventajistas ni de los despojos de la montaraz derecha de siempre. Que espabilen: el chollo puede reventarles en las narices.

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