Un mundo sin gente
Se ha dicho con justicia que la utopía capitalista consiste en un mundo donde lo idéntico circule sin trabas por circuitos homogéneos. ¿Acaso un 'mercado autorregulado' es otra cosa? En ese proyecto utópico se trata de que los seres humanos se comporten todos como mónadas egoístas, sin ningún tipo de fidelidades comunitarias o pertenencias políticas: nada que bloquee o abra fisuras en esos circuitos homogéneos. Las empresas de trabajo temporal (ETT), el urbanismo moderno o la ingeniería genética son modalidades parciales de realización de ese ideal.
En este libro, David F. Noble analiza con su profundidad y precisión habituales cómo pone el mando capitalista la tecnología a su servicio para acariciar una variante de esa utopía pesadillesca: emanciparse de los trabajadores humanos (en especial de las mujeres). En ese sentido, Noble repasa diferentes aspectos y manifestaciones de la 'locura de la automatización': la ideología que intenta hacer pasar el desarrollo tecnológico por algo parecido al proceso de evolución biológica de las especies a través de la selección natural; la mentalidad dominante de la ingeniería, donde se asume que lo único que pueden introducir los trabajadores en la maquinaria es un error y que conviene por tanto limitar su intervención al máximo. Para ilustrar los distintos elementos que componen el mito de la 'fábrica automática', Noble alude una y otra vez a ejemplos y casos concretos, porque sólo yéndose por las ramas puede imponerse el discurso que asegura que la 'racionalidad técnica' es 'abstracta' y 'autónoma': el control numérico empleado por las fuerzas aéreas estadounidenses para independizar la máquina del trabajador, la 'contenedorización' que sustituyó a las formas tradicionales de carga en los muelles y que pretendía sobre todo quebrar las comunidades de estibadores y los aspectos cooperativos y descentralizados de su trabajo, etcétera.
LA LOCURA DE LA AUTOMATIZACIÓN
David F. Noble Traducción de Amber J. Sewell Alikornio. Barcelona, 2001 164 páginas. 11,42 euros
Algunos querrían exorcizar la crítica de Noble clamando contra los 'prejuicios tecnófobos' o emparentándole con las burradas primitivistas de un John Zerzan, por ejemplo. Pero Noble no tiene nada que ver con eso: contra los deterministas de cualquier signo afirma que la tecnología no es ningún destino, que sus modos y usos son fundamentalmente políticos (no técnicos ni económicos) y que, por tanto, sólo a través de la acción colectiva se puede transformar la tecnología en una aliada de la gente, de su creatividad y autonomía.
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