El 'ministro de Pedralbes'
Es lógico que el presidente José María Aznar ofrezca a CiU entrar en el Gobierno de España. Al PP le va muy bien un pacto con un nacionalismo tan dócil e inocuo como el que practica CiU. Y el pujolismo es ya tan inofensivo que sólo puede negociar su supervivencia en el Gobierno de la Generalitat. Desde las primeras elecciones autonómicas de 1980 nunca se había producido una situación igual: un Gobierno débil, aislado de todas las demás fuerzas catalanistas, y sostenido agónicamente por 12 diputados del PP. Es el escenario ideal para dar el golpe de efecto televisivo y televisado de proponer a Jordi Pujol la integración de CiU en el Gobierno español. Es el momento oportuno para mostrar que el pospujolismo tendrá que normalizar su relación con el PP sin avergonzarse. Y es el futuro que nos espera si Artur Mas gana las elecciones autonómicas y el sucesor de Aznar, las legislativas: consejeros del PP en Cataluña y ministros de CiU en Madrid.
La debilidad de la Generalitat es la base sobre la que Aznar propone a CiU entrar a formar gobierno
La culpa de la debilidad del Gobierno de la Generalitat no es la mayoría absoluta del PP en el Congreso de los Diputados, sino la persistencia de Jordi Pujol en gobernar, aunque sea bajo la dependencia de quien posee los votos que necesita para la estabilidad parlamentaria del Gobierno que preside. ¿Qué precio pagará Cataluña a cambio de esta penosa manera de terminar una larga presidencia de más de cuatro lustros? ¿Por qué CiU instrumentaliza los intereses generales de los ciudadanos de Cataluña con el exclusivo objetivo de intentar perpetuarse en el Gobierno de la Generalitat? Pujol, Duran, Mas y compañía son más, mucho más, patriotas de partido que nacionalistas catalanes. Están poniendo a la nación catalana al servicio de sus intereses partidistas. Porque no se puede tener a todo un país paralizado por intereses electorales o de partido. El actual Gobierno de la Generalitat tiene a sus distintos departamentos sin autoridad, desbordados por los acontecimientos y sin capacidad de asumir una dirección política independiente y eficaz. Se pueden poner casi tantos ejemplos como departamentos. Sólo por citar algunas de las cuestiones de actualidad en los últimos tiempos, se podría hablar de justicia y prisiones; de la peste porcina y de las crisis que afectan al sector alimentario; de industria y del monopolio en sectores básicos de la economía con la complicidad política de CiU; del descontrol existente en la política medioambiental, como prueban los recientes vertidos tóxicos en el Ebro; de la absoluta falta de una política cultural; de enseñanza y universidades con el mérito de estar entre las comunidades autónomas que peor pagan a su profesorado; de la falta de fuerza negociadora en política fiscal y de financiación autonómica; de la nula influencia en la política general del Estado sobre cuestiones que afectan a intereses básicos de los ciudadanos de Cataluña, como la política de infraestructuras; del olvido del desarrollo y ampliación del autogobierno, etcétera.
Cataluña ya no es la locomotora, si es que lo fue, de la España de las autonomías, sino un vagón más del tren que conduce el PP de Aznar. A esta situación nos está conduciendo la obsesión de Pujol por salvar la Generalitat para CiU. Es tanta su dependencia, que la oferta de cuatro ministerios por parte de Aznar nadie la ve como la necesidad del PP de dar una imagen más descentralizada y abierta de España, sino como el abrazo del lobo que quiere comerse al corderito catalán. Es una propuesta envenenada que ofrece suficiente carga ministerial a cambio del control sobre la política catalana. El PP quiere gobernar también en Cataluña por mayoría absoluta. Y Artur Mas puede ser el ministro de Pedralbes de la autonomía catalana. En la filosofía territorial del PP, los presidentes de las comunidades autónomas son como ministros territoriales de una España única e indivisible. Este PP no conviene a Cataluña, pero tampoco convienen los que se alían o pactan con él. Un Gobierno de la Generalitat con consejeros del PP significa el cierre del Estado autonómico y el punto final del nivel de autogobierno para Cataluña. Ya lo ha dicho Aznar: los problemas de hoy son otros porque la cuestión del autogobierno ya está resuelta por la Constitución y el Estatuto en Cataluña, en el País Vasco y en todas las demás comunidades autónomas. El futuro de CiU va de la mano de este PP. Esta es la verdad si CiU quiere continuar siendo un partido de gobierno, expresión que tanto gusta a los dirigentes de la federación. Asistiremos a una especie de renacimiento de una Lliga Regionalista. Nadie ha celebrado su centenario, pero ya llegará el momento de perder la vergüenza. No veo soberanistas en el horizonte convergente, sólo veo la mutación de un partido autonomista a la baja, que ha administrado durante 20 años lo que se ganó con la hegemonía política de las izquierdas catalanas, y ahora pretende continuar gobernando bajo el techo de lo que permite el PP.
Miquel Caminal Badia es profesor de Ciencia Política de la Universidad de Barcelona.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.