Excepción francesa
El presidente de Vivendi-Universal, Jean-Marie Messier, ha destapado la botella del genio. Al declarar 'muerta' la llamada 'excepción cultural' francesa, es decir, la defensa de la cultura francófona desde las instituciones públicas, con ayudas y medidas proteccionistas, ha provocado un vendaval político. Paradójicamente, la polémica se ha desatado después de un año 2001 excepcionalmente bueno para el cine francés en Francia -en cuyo mercado interior ha disfrutado de una cuota superior al 40%, con más espectadores que nunca- y fuera de sus fronteras nacionales; y cuando Vivendi se ha convertido en una potencia cultural en EE UU, tras adquirir Universal y recientemente la parte de entretenimiento de USA Network. En periodo preelectoral, los políticos, desde Chirac al Gobierno de Jospin, se han lanzado al ruedo en defensa de la excepción francesa, aunque no es seguro que ésta sea una de las prioridades de los ciudadanos.
Los bienes culturales, sin duda, deben considerarse como una categoría distinta a otros y recibir un tratamiento específico. Hay, además, pocas dudas de que Francia tiene problemas para difundir su cultura y su lengua. En la Unión Europea, el francés ha ido perdiendo terreno, cediendo al inglés su carácter de lingua franca en las instituciones, por distintas razones, pero sobre todo como efecto indirecto de la ampliación a los países nórdicos, donde el inglés es una segunda lengua casi natural. Pero el temor de los excepcionalistas es que Vivendi, propietaria de Canal+ en Francia -que ha sido uno de los promotores del cine francés, aunque en opinión de Messier no debe convertirse en una especie de Ministerio de Cultura paralelo-, se americanice tras absorber a las citadas empresas de EE UU. En el fondo, lo que se está revisando es la influencia de Francia en el mundo. Probablemente los nuevos tiempos requieren nuevas formulaciones y aspiraciones para preservar lo que Messier dice defender: la diversidad cultural.
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