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Reportaje:

Nuevos gustos

La población inmigrante trae a los mercados otras formas de comprar y nueva clientela de casquería, más barata

Nuevos colores y sonidos han llegado a la plaza. Gustos y formas diferentes de comprar. Desde hace un par de años, se nota que hay gente nueva en el Mercado Central de Valencia. El público inmigrante hace cola ante determinados puestos. Sin embargo, sigue siendo un mercado valenciano, el reino indiscutible de la huerta. Los productos exóticos son un lujo, lejos del bolsillo de los que no han tenido más remedio que abandonar sus países de origen. Todavía no conoce el fenómeno de otros como el de Ruzafa, ubicado en un barrio de inmigrantes.

'El Mercado Central es mucho más bonito que en mi país', afirma Leonor, una ecuatoriana de 30 años. Va al mercado los sábados o al salir de limpiar alguna casa del centro. 'Además, hay de todo'. ¿Yuca? 'Es demasiado cara. También el cilantro, pero lo mezclo con perejil que es gratis', explica. ¿Sabe pedir la vez? 'Es difícil. En Ecuador no se hace. Hay muchos vendedores y nunca te demoras', admite riendo. Africanos, ecuatorianos, colombianos... Conocen bien los mercados, pero no las reglas para comprar en España. 'A los de raza negra es a los que más les cuesta pedir la vez. Son muy escandalosos, hablan y parece que están discutiendo. Yo les digo a las señoras españolas que tengan paciencia, que es su cultura', explica Ana, propietaria de un puesto de casquería, uno de los sectores más beneficiados por la llegada del nuevo público. 'Tienen una manera de comprar diferente. Lo peor es que les encanta regatear. A mí no me gusta nada. Los otros clientes se molestan y con razón. Lo que hago es quitarles los picos disimuladamente y se van contentos', reconoce la 'señorita Anita', como la llaman sus clientes latinoamericanos. 'El callo a trocitos, patata y maní'. Por 200 pesetas, más lo que cuestan el resto de ingredientes, Leonor prepara un menú rico en proteínas para toda la familia. Corazón, pulmón, lengua, hígado, riñones, vientre de vaca. El despojo del animal casi ha desaparecido de la dieta de los españoles, como no sean los callos.

'Hemos sobrevivido gracias a ellos', admite Ana. 'Antes incluso de las vacas locas ya iba el sector de capa caída. Se considera un producto de segunda categoría', añade. 'También nos han ayudado mucho los restaurantes exóticos, por ejemplo, los peruanos. La gente come allí anticucho, se sorprende mucho al saber que es corazón de ternera, y luego viene y lo compra', explica Ana. 'Compran, sobre todo, vísceras. Nada de carnicería', afirma. 'Y no es sólo porque sea su cultura, es porque, no nos engañemos, es muy barato. Por ejemplo, el pulmón de ternera. ¿Qué puedes encontrar hoy en día a 100 pesetas el kilo? Los inmigrantes viven con muy, muy poco dinero'.

'El hombre de raza negra compra más que la mujer. Son muy buenos clientes', añade Juan, otro vendedor de casquería. Los inmigrantes, además de buenos clientes son 'muy buena gente, hay de todo, como aquí', afirma.

Después de hacer una buena compra en el puesto de Juan, una pareja de Ghana va al puesto de cordero de segunda categoría en el que hace cola a diario un público casi exclusivamente inmigrante y sobre todo de raza negra. Mientras se dirige allí, va por las pollerías buscando desesperadamente una gallina. 'Es difícil. Todo son pollos', admite la chica que no encuentra la preciada ave.

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