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Reportaje:

Un pequeño Gran Premio

El circuito para coches a escala de Tomares (Sevilla) es el más grande de España

Enrique Molina es una joven promesa de las carreras de coches. Aunque en una modalidad con poca proyección profesional y mediática, el slot -lo que los más jóvenes conocen como scalextric-, este chaval sevillano de 10 años siembra ya el temor entre sus competidores adultos.

'Enriquito', como le llaman los aficionados a esta modalidad deportiva de carreras de coches a escala, brilla en el circuito profesional que la empresa sevillana Sevislot tiene en una nave industrial de Tomares, a las afueras de la capital hispalense. Un recorrido de madera de 32 metros, sobre una superfice de 90 metros cuadrados, con ocho carriles, que es el mayor de los tres que existen en España (hay otro en Barcelona y uno más en Madrid) y en el que los coches más rápidos superan los 50 kilómetros por hora -una velocidad que según los expertos es comparable a los 480 kilómetros por hora en los coches de carreras de verdad.

Enrique Molina no compitió ayer por la mañana en la carrera disputada correspondiente al campeonato de coches Plafit, la categoría de vehículos más grandes (escala 1:24), que son auténticas maquetas de coches de competición que solo conservan la carrocería y cuyo chasis es una plataforma multirregulable que instalan y modifican los propios aficionados. Unas joyas del slot que, según el mimo con que los mejoran sus dueños, pueden llegar a superar las 35.000 pesetas.

En la parrilla de salida de la carrera de ayer se plantaron siete coches. El conductor de uno de ellos, José Naya, es el dueño del negocio, abierto desde marzo pasado, junto con su mujer, Mercedes, y su socio, Jorge Coalla. El local, en el polígono industrial El Manchón, incluye una tienda taller para estos delicados juguetes y un bar con buenas tapas, según los aficionados. Hasta 50 personas contemplaban ayer la carrera.

A su lado compite Juan Antonio Ruiz, de 41 años, director comercial de una empresa informática, que, aunque reconoce que tiene un hobby caro, confiesa que está enganchado a un juego que le ayuda a desconectar de la rutina laboral cuando, por las tardes, viene al circuito a entrenar al menos tres veces por semana.

'Y los domingos, venimos a correr por las mañanas, echamos un rato con los amigos, y encima nos comemos luego una fabada estupenda que hace Jorge', explica Ruiz. Una afición redonda, que sólo sufren sus señoras, según confiesa Manuel Arroyo, otro de los competidores.

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No es el caso, sin embargo, de Enrique Molina y de su padre, tan aficionado o más que el hijo. La madre y esposa, Paqui Piña, asiste a la carrera junto con su pequeña hija, Susana, de tres años, que no pierde hilo de lo que hace el coche que conduce su progenitor.

Cuando Enrique Molina sea mayor querrá ser, seguro, como Diego Funcheira, otro de los competidores, argentino, de 24 años, recién llegado a España y ya enganchado al circuito sevillano. 'Yo competía en mi país desde los 12 años. Me regalaron mi primer scalextric cuando tenía seis meses. Los circuitos allí son diferentes, peraltados y mucho más rápidos, pero este sitio es fantástico', dice. Un sitio, el circuito sevillano, que Enrique Molina y su padre se conocen, según uno de los dueños, 'mejor que su propia casa'.

Los competidores de la carrera de ayer manejan sus coches en el circuito de Sevislot.
Los competidores de la carrera de ayer manejan sus coches en el circuito de Sevislot.GARCÍA CORDERO

Profesionales a escala

En el circuito de Sevislot en Tomares parece que lo único que diferencia a coches y corredores de los de verdad es el tamaño de pista, vehículos e instalaciones. Todo es como si el participante se introdujera en un gran premio de Fórmula Uno en miniatura.

Cuatro cámaras fijas instaladas en las curvas ofrecen imágenes en directo de la competición en la televisión del local. Cada conductor dispone de un pequeño box tras su puesto de control. En ellos, sus maletines parecen auténticos talleres mecánicos a escala.

En este mundo de carreras de miniatura existe tanta variedad como en el de los coches de tamaño real. El circuito de Tomares organiza carreras de tantas categorías como clases de coches hay. En las dos escalas existentes, 1:32 y los grandes de 1:24, compiten por separado los Fórmula Uno, los Gran Turismo o las réplicas de la categoría estadounidense Nascar.

Y todos sus conductores pendientes del completísimo panel de control que, además de incorporar el semáforo para las salidas, ofrece en un marcador digital el número de vueltas dadas y los tiempos por vuelta de cada uno de los participantes.

Además de los campeonatos de las diferentes categorías que se desarrollan durante toda la temporada, con una carrera al mes, el circuito organiza competiciones de un solo día de lo más diversas: desde pruebas patrocinadas por empresas privadas hasta las de resistencia, que tienen a los coches y a sus dueños durante ocho horas dando vueltas al circuito de 32 metros de cuerda.

El precio medio de inscripción en cada competición es de 1.000 pesetas por carrera, aunque los más profesionales acuden a entrenarse varias tardes a la semana al precio de 100 pesetas cada cinco minutos.

Los recién llegados a esta afición también tienen la oportunidad de disfrutar de las instalaciones con esas mismas tarifas toda la semana por las tardes y el fin de semana desde el mediodía.

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