Lo literario como tema
Escritos a finales del siglo XVII e impresos en 1704 (más de veinte años antes de sus Viajes de Gulliver, 1726), El cuento de un tonel y La batalla de los libros pertenecen a un específico orden de la sátira: aquella que toma como vehículo y tema la propia literatura, sus escritores y críticos. Jonathan Swift (1667-1745) no es tan original en su segunda obra, que es una alegoría de la disputa literaria entre antiguos y modernos, como en la primera, en cuyas páginas, so pretexto de escribir la historia de tres hermanos y una encomienda testamentaria, construye uno de esos textos a los que tan aficionada es la crítica deconstructivista.
El cuento de un tonel se estructura en 11 secciones o capítulos y una conclusión. Apenas iniciada su lectura y superados los resúmenes, dedicatorias, 'defensa del autor', más dedicatorias y el prefacio, se tiene la certeza de que lo de menos en este caso -y, por extensión, en la literatura escrita en tiempos de Swift- es la historia. Un trecho avanza ésta en una sección, y es interrumpida en la siguiente por una digresio o discurso que nada tiene que ver, al parecer, con el relato. Swift no construye el texto a partir del desarrollo argumental de su historia, como cabría prever, sino sobre débiles cimientos que no son más que discursos periféricos o paratextos. El autor trata en sus digresiones acerca de los críticos, del utile et dulce horaciano, de la locura, e incluso hace de las digresiones tema de una digresión. La estructura es, por tanto, en sí misma sátira o parodia del lenguaje literario tomado por canónico en su tiempo: los paraloquios o paratextos van, progresivamente, ahogando el texto, hasta el punto de que poco antes del final se desvela el artefacto, que no es otro que 'experimentar un procedimiento muy frecuente en nuestros autores modernos y que consiste en escribir sobre nada'.
EL CUENTO DE UN TONEL. LA BATALLA DE LOS LIBROS
Jonathan Swift Edición y traducción de Cristóbal Serra Olañeta. Palma de Mallorca, 2001 201 páginas. 12,02 euros
Tanto El cuento de un tonel como La batalla de los libros tienen una lectura atemporal que les hace parecer escritos para nosotros. Las apreciaciones de Swift sobre los críticos literarios ('sus escritos son el espejo de la cultura'), sobre los tipos de lectores ('superficiales, ignorantes y cultivados'), sobre el estado de las letras y sobre el mal uso de la sátira como pedagogía, sitúan los libros ('hijos del cerebro') en el centro mismo del debate erudito y de la creación. La fábula de la abeja y la araña, en La batalla de los libros, ilustra con precisión la diferencia entre quien asume y se inserta en la tradición y quien, por el contrario, pretende lograr el aplauso de sus días aun a costa de pervertir la materia literaria. Es en este segundo opúsculo donde Swift establece un canon de los antiguos y advierte de su necesidad a los modernos: no se dan en sus palabras, como sí se darán después en tantos ilustrados españoles, las rigideces propias de la aceptación sin más. Para Swift -ya lo había escrito en su anterior texto-, 'es error frecuente entre los hombres inclinados a la glosa el extralimitarse'. Harold Bloom ya incluyó El cuento de un tonel en su entonces polémico y cada vez más aceptado y consensuado 'canon occidental'. Una verdadera suerte es que dispongamos ahora de una buena versión española de estos textos de Swift, aun cuando deban lamentarse algunos errores -que no erratas- en su impresión (los por que finales, escritos juntos en el libro) que deberían subsanarse si ha lugar la reedición.
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