Poesía de la negritud
Voces africanas es una magnífica antología de poetas de expresión francesa cuya labor literaria la han desarrollado a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, cuando se hace paulatinamente efectiva la descolonización de África. El editor literario de la misma, Landry-Wilfrid Miampika, nos recuerda que la mayoría de los nuevos regímenes decepcionaron, las independencias formales supusieron un auténtico fraude, 'teniendo en cuenta la dependencia económica y, en ciertos aspectos, política, que corroe aún hoy el África contemporánea'. Son 21 poetas que practican diferentes tendencias. Unos se dedican a lo social y político, mientras otros ahondan en lo intimista, lo metafórico, el exilio del cuerpo y la palabra, el sexo-amor-erotismo, lo filosófico o la metapoesía.
VOCES AFRICANAS. POESÍA DE EXPRESIÓN FRANCESA (1950-2000)
Edición de Landry-Wilfrid Miampika Traducción de Pablo Montoya y Myriam Montoya Ilustraciones de Francisco Arráez Verbum. Madrid, 2001 350 páginas. 14,27 euros
De Camerún recoge la poesía de Paul Dakeyo, Werewere Liking y Fernando D'Almeida. Dakeyo (1948) es editor y vive en París. Soweto! Soleils fusillés (1978) es la conciencia poética más dura de este decenio (África). Werewere Liking (1950) se dedica al teatro en Costa de Marfil. Su crítica sociopolítica la lleva a cabo con una gran carga metafórica, es menos épica más íntima. D'Almeida (1955) es periodista y profesor. Sus asuntos son el amor, la infancia, la mujer africana: 'Bella siempre y siempre envuelta / De metáforas acuáticas / Tú eres bella mi bella / Los pájaros en las granjas de los pueblos / Pregonando tu nombre encaramado en la maravilla' (Mi infanta ausente), la naturaleza y la meditación irónica sobre el rol de sí mismo como escritor: 'Qué otra cosa hacer que decir aún / que no haya sido dicho y redicho'.
Del Chad incluye a Koulsy Lamko (1959), narrador y dramaturgo. Desde un existencialismo vital habla del amor efímero, 'dónde está el tam-tam de los enamorados / devuélveme mi tam-tam de alegría / narrador de suaves flores (...) / mi dulce canto de boda / adquiere un aire de veladas fúnebres...' (La danza del 'lab'); del exilio del mundo, 'la nada / aquí no es más que un exilio / el paréntesis de vanos tormentos' (¡Tierra, bebe tu sangre!); de la muerte. Es uno de los mejores poetas de la antología.
Sony Labou Tansi, Marie-Leontine Tsibinda, Léopold Congo Mbemba, Gabriel Okoundji y Alain Mabanckou representan al Congo-Brazzaville. Labou (1947-1995) fue dramaturgo y novelista. Con La vie el demie se inició el abandono de la narrativa realista y se optó por una reinvención lingüística y temática que reafirmarían otros autores como Ahmadou Kourouma de Costa de Marfil, autor de Les soleils des Indépendances (1968); el congoleño Henri Lopes, Le pleurer-rire (1982) (Reír y llorar, recientemente traducido al español en Ediciones del Bronce), o el guineano Tierno Monenembo. Su poesía parte de la denuncia para intrincarse en una lírica que discute sobre las semejanzas y diferencias entre el sexo-erotismo-amor. Tsibinda (1955) fue actriz. Su último poemario es L'oiseau sans arme (1999). Sus versos están imbuidos por el fantasma de la pérdida del origen, de la absorción de una cultura por otra. La mujer, la poeta, debe velar porque esto no suceda, recordar y transmitir los ritos y las tradiciones, las leyendas, el imaginario autóctono. Lo logra con unos versos de brillantes imágenes virginales. 'Las codornices doblan los gallos de la aurora / para recoger la mañana. Un tren pesado penetra las montañas / hace temblar los sueños de las lianas verdes / y de los mangles amodorrados / Él despierta los genios del Mayombe / y se abre hacia la gran sangradura / del mar, hacia el infinito' (Regreso a Girard). Congo (1962), editor, en Déjà le sol est semé (1997) resucita a escritores-políticos-músicos de África-Europa y América para aunar las ramas de un tronco común. Así Césaire, Malcolm X, John Coltrane o Lumumba pertenecen, pese a las distancias geográficas y lingüísticas, a una misma patria. Okoundji (1962) es otro magnífico poeta con un mundo surreal primigenio que, elaborado, le conduce hacia un panteísmo hermético. MabancKou (1966) vive en Francia. Tiene una de las poéticas más cultas. Se adentra en lo metafísico su sentido del alma, está repleta de rituales africanos y occidentales. Kama Kamanda es del Congo democrático (1952). Fue Premio Paul Verlaine (1987) por La somme du néant. Es un poeta nihilista, existencial y filosófico.
Joseph Anouma, Tanella Boni y Véronique Tadjo pertenecen a Costa de Marfil. Anouma (1949) es pintor y profesor. Champs magnétiques (1981) es una de sus principales obras. Boni (1954) es profesora de filosofía en la Universidad de Abiyán, también desarrolla una escritura muy comprometida políticamente teniendo sentimientos encontrados para con las raíces europeas. Tadjo (1955) expresa los sentimientos de la mujer negra desprendida de los tabúes antropológicos y sociales.
De Togo es Cossy Guenou
(1948), un cosmopolita sin complejos. Amadou Lamine Sali y Babacar Sall son de Senegal. Sall (1954) es sociólogo y director de la revista Sociétes Africaines en París. Poeta culto repleto de pesquisas y reflexiones sobre la identidad del ser mestizo: 'Sobre el camino serpenteante / Que toman los reptiles / En lo alto del día / Hongos impúdicos / El falo erecto / Contra la matriz del viento / Persiguen las mandrágoras' (El matamoro). Y cerrando la antología está de Yibuti, Abdourahman A. Waberi (1965), narrador y ensayista premiado residente en Caen (Francia). Es un pensador con inclinaciones místicas. Homenajea a Edmond Jabés. Esta imprescindible antología, debida al gran esfuerzo de Landry-Wilfrid Miampika, no sólo sirve para darnos a conocer una literatura vergonzosamente desconocida, sino también para desentumecer la apatía poética de nuestro entorno.
Un momento de paso
EL SIGLO XX fue la etapa en la que, a través del arte y la literatura, la negritud comenzó a superar 'el miedo, el complejo de inferioridad, el temblor, el ponerse de rodillas, la desesperación, el servilismo', según palabras de un gran poeta negro Aimé Césaire, escritas en Discours sur le colonialisme. En el siglo XX, fundamentalmente durante el periodo de entreguerras, los mitos, las leyendas, el arte, la antropología cultural africana fue saludada en Europa como un aire renovador. París se erigió en la capital de esta nueva moda. Batouala, de René Maran, fue premiada con el Goncourt en 1921, las vanguardias y el surrealismo con Breton a la cabeza corearon el irracionalismo primitivista, pintores como Picasso, Derain o Matisse se dejaron influir por aquellas nuevas ancestrales propuestas y escritores como André Gide o Albert Londres viajaron al tercer continente. Durante esos mismos años surgieron en París publicaciones como Revue du Monde Noir (1931), Revue Légitime Défense (1932) y L'Etudiant Noir (1935). Esa primera batalla por el reconocimiento de África como una cultura rica y autóctona, con una historia propia y un destino independiente, en el ámbito francófono la dieron el senegalés Léopold Sedar Senghor, el martiniqués Aimé Césaire, el guayanés Léon Goutron-Damas, el malgache Jacques Rabemananjara y los otros dos senegaleses Birago Diop y David Diop. El mundo americano también se incorporó a este movimiento liberador. En lengua inglesa, los estadounidenses Langston Hugues, Claude Mac Kay y Countee Cullen. Mientras que en Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo, en lengua española, lo hicieron respectivamente Nicolás Guillén, Pales Matos y Manuel del Cabral. Hoy la literatura autóctona o de origen africano, negra o interracial está representada por Soyinka, Naguib Mahfuz, Toni Morrison, Nadine Gordimer, Derek Walcott, todos ellos premios Nobel. El concepto de negritud fue un fenómeno cultural, político, literario, ético, artístico. Ideológicamente contribuyó a la descolonización de los países. Sartre en el prólogo a la Antología de la nueva poesía negra, se refería a este movimiento como 'un momento de paso y no un término, un medio y no un fin último'.
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