_
_
_
_
Entrevista:Djivan Gasparyan | MÚSICA

'El 'duduk' encierra una metáfora del ser humano'

La figura de Djivan Gasparyan dentro de la música tradicional presenta, a estas alturas, dimensiones incontestables. A punto de cumplir 74 años, nadie discute al vecino más ilustre de Solag (cerca de la capital, Yerevan) la condición de mejor intérprete del instrumento nacional armenio, esa especie de oboe arcaico con doble lengüeta que responde al nombre de duduk. Si sus méritos musicales son muy evidentes, los cuatro premios concedidos por la Unesco y el título gubernamental de Artista de Armenia le han convertido en referente nacional, un perfil muy parecido al de héroe de la patria.

Ajeno a los resortes de la gloria, Gasparyan prefiere relativizar sus méritos. 'Sencillamente, he tenido la suerte de nacer en un país cuyo folclore fascina en todas partes. La música armenia encarna el punto de encuentro, el perfecto equilibrio entre las tradiciones musicales del Este y el Oeste', explica. Su magisterio se despliega ahora en un nuevo disco, Armenian fantasies, y en una pieza para Hepta, el tercer álbum de los vigueses Berrogüetto.

España ha descubierto tarde al patriarca del duduk. Sorprende constatar que su primer concierto en tierras hispanas no tuvo lugar hasta el pasado 8 de julio, dentro del octavo Festival La Mar de Músicas de Cartagena (Murcia). La fascinación que desplegó en el escenario, donde estuvo acompañado por otros dos dudukistas (los segundos duduks se denominan dam) y por un intérprete de la percusión dhol, auguran una nueva presencia en la edición de 2002.

El duduk es un instrumento milenario construido con madera de albaricoque -otro símbolo armenio- y dotado de un extraordinario vibrato que le confiere un canto evocador e inconfundible. 'Es el símbolo y alma de Armenia', enfatiza Gasparyan. 'Lo concebimos como una metáfora del ser humano porque encierra un profundo sentimiento de espiritualidad. Su sonido expresa el pasado a menudo amargo de mi pueblo'.

Las interpretaciones de Gasparyan destilan, en efecto, una intensa melancolía. Ya sucedía así en I will not be sad in this world, una grabación de 1989 en torno al terremoto que asoló Armenia y que, descubierta por Brian Eno, supuso el desembarco de este hombre en el mercado occidental. Hace tres temporadas, Djivan registró para Real World un memorable trabajo a dúo con el guitarrista canadiense Michael Brook, Black rock. Su más reciente entrega, Armenian fantasies (Network), presenta también un aire muy contemplativo, con un tema central de casi media hora de duración.

'Mis canciones son casi

siempre lentas, al borde del dramatismo', corrobora el veterano músico. 'Estas piezas son, con mucho, las más difíciles de interpretar. El ejecutante precisa de técnica y virtuosismo, claro, pero el alma, la emoción, es un don natural que no se consigue haciendo ejercicios'.

A rebufo de Gasparyan, otros músicos armenios (Lévon Minassian, Armenian Navy Band) están dándose a conocer en los circuitos de las músicas del mundo. El caso más notable es el del sirio de padres armenios Haig Yazdjian, intérprete de ud (laúd árabe) que es actualidad estos días con su trabajo Yeraz. No en vano, nos encontramos ante un país en permanente ebullición musical y en el que, según una leyenda, 'cualquier campesino sabría componer canciones'.

'Eso es una exageración, evidentemente', sonríe Gasparyan, 'pero nuestra situación geográfica privilegiada nos ha permitido disponer de una tradición musical riquísima. Somos un país oriental que perteneció al Consejo de Europa y que en 2001 ha celebrado sus 1.700 años de cristiandad. Este crisol de influencias ha sido decisivo para definir un sonido repleto de colores y matices'.

El tardío descubrimiento de Gasparyan en Occidente le está permitiendo consumar algunos proyectos insólitos. Por ejemplo, Lionel Ritchie le pidió una colaboración para su tema Now you are gone, del mismo modo que su duduk gime en bandas sonoras como Gladiator, El cuervo o La casa Rusia. El reconocimiento internacional no ha variado los hábitos de Djivan, un hombre austero para casi todo excepto los coches: presume de conducir una limusina rusa y un BMW 525, y hasta confiesa andar buscando 'un buen Mercedes'. Pero en sus ratos libres prefiere dedicarse al cuidado de su jardín, donde ha plantado docenas de albaricoques. 'Quería asegurarme de que habrá nuevas generaciones de duduks', concluye.

El músico armenio Djivan Gasparyan.
El músico armenio Djivan Gasparyan.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_