Habla andaluza
A finales del mes de noviembre el PSOE presentó en el registro del Parlamento de Andalucía una proposición no de ley en apoyo del habla andaluza. Pues bien, once catedráticos que trabajan en universidades españolas en Andalucía se han apresurado en redactar un comunicado en el que muestran su total rechazo a semejante iniciativa por considerar que 'en lo referente a la investigación y conocimiento de las hablas andaluzas, no hace falta ninguna proposición no de ley. Las hablas andaluzas -afirman- están, en la actualidad, entre las mejor conocidas en el ámbito de la lingüística hispánica'. También indican que 'la difusión y dignificación pública de las hablas andaluzas o de cualquier otra modalidad lingüística es cuestión de los hablantes, antes que de los poderes públicos'. También llegan a la conclusión de que los andaluces son quienes menos se han de quejar por el tratamiento que reciben sus marcas dialectales en el Diccionario académico.
Ante esta respuesta, ¿cabe alguna otra consideración? Pues creo que sí. Y vaya por delante, que soy un humilde profesor universitario que siente un enorme respeto y admiración por esa tribuna de catedráticos, todos ellos respaldados por una extraordinaria trayectoria docente e investigadora. Y espero que no se tomen a mal estas mis palabras lanzadas desde la libertad de opinión y desde el derecho a la discrepancia. De la misma forma, deben estar seguro de que nadie se tomará a mal el hecho de que algunos de los firmantes del comunicado jamás hayan escrito una sola línea, entre tantísimas investigaciones, sobre el habla andaluza (incluso, creo, en algún caso el interés sobre este asunto es pésimo, pero en fin no está mal que se haga causa común con otros colegas suyos al estilo de los viejos sanedrines) ni el hecho de que usen en la redacción del comunicado la denominación 'hablas andaluzas' o 'modalidad lingüística', en lugar de 'español hablado en Andalucía', como prefieren algunos.
En primer lugar, no les falta razón cuando dicen que las hablas andaluzas están en la actualidad entre las mejor conocidas en el ámbito de la lingüística hispánica. Son muy conocidas, sí, pero como ellos dicen 'en el ámbito de la lingüística hispánica', esto es, entre un gran número de investigadores, especialistas y futuros profesionales de la lengua española; y no entre esa inmensa mayoría de hablantes que conforma nuestra modalidad de habla. Lo que procedería es entonar un mea culpa pues son ellos mismos, como cabezas visibles de la investigación y enseñanza del español hablado en Andalucía, quienes deben dedicar más esfuerzo y tiempo en lograr que esos conocimientos e investigaciones de los que tanto hablan y publican traspasen los límites de los encorsetados ámbitos académicos en que se mueven y se proyecten a la sociedad andaluza o, mejor dicho, en la sociedad española en Andalucía.
Y en segundo lugar, me parece que se equivocan al pensar que la difusión y dignificación de las hablas andaluzas es cuestión de los hablantes, antes que de los poderes públicos. ¿Acaso las autoridades políticas no pueden marcar algunas directrices que ayuden a la difusión, conocimiento y valoración de nuestra forma de hablar? Si ellos, desde sus cátedras, no han logrado en tantos años de autonomía ayudar al conocimiento y desarrollo de algunos artículos del Estatuto, ¿por qué rechazar ese ofrecimiento? Todo lo que fuera aunar esfuerzo, debería ser aplaudido. ¿Y qué decir de los medios de comunicación? ¿Y de los libros de los escolares? ¿Y de la enseñanza? ¿Acaso no ayudarían a la difusión y dignificación pública de la modalidad andaluza tanto los medios de comunicación como una adecuada educación lingüística? Creo que sí, y bastante. Pero claro, es menos comprometido culpar a esos hablantes imaginarios que reclamar responsabilidades. Comencemos a construir desde el ámbito familiar; desde la escuela; comencemos a preparar a los futuros educadores; a tratar con los profesionales de los medios de comunicación. Sólo así se podrá difundir y dignificar auténticamente nuestra modalidad entre los andaluces. Y luego. Luego queda la libertad de cada hablante.
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