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Columna
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Cuento de Reyes

No, no les voy a contar el cuento triste del Príncipe y la Plebeya, aunque me gustaría, sólo por desmontar el falaz argumento con que algunos han defendido que los príncipes con princesas se han de casar, siguiendo un presunto modelo de cuentos de hadas. Pues desde luego que no. La laboriosa alquimia de los cuentos maravillosos populares (que así debieran llamarse), antes de Grimm y de Disney, destilaba precisamente lo contrario: que el Príncipe Encantado (la Bestia) saldrá de su piel de incestuosas endogamias gracias al amor de la hija del jornalero (la Bella). Pero esto, desgraciadamente para Felipe de Borbón, ya no sirve de nada.

En su lugar, les voy a referir la mucho más deleitable historia con la que el Ayuntamiento de Algeciras ha obsequiado este año a sus ciudadanos más pequeños, con motivo de la fiesta de Reyes Magos. El gigante Botafuegos, se llama, y de ella es autor Juan Ignacio Pérez Palomares. Por su significado último, bien podría formar parte del selecto club de relatos con ciudades de leyenda que un día desaparecen y otro reaparecen. Como aquella viñeta de El maravilloso viaje de Nils Holgersson, que una vez cada cien años emergía del Mar Báltico, debiendo demostrar en una hora su capacidad para establecer felices relaciones comerciales con sus vecinos, o hundirse de nuevo. Una aplicación estricta del axioma de Lévi-Strauss, 'toda guerra es un comercio fracasado', que bien se podría extender a esta Algeciras, obligada por su situación a entenderse con vecinos extranjeros tan incómodos como los que tiene.

Trata esta recreación literaria de una costumbre local que estaba casi perdida, y que el propio Ayuntamiento ha contribuido a recuperar en los últimos años. ('Sucede que algunas tradiciones se pierden y, por eso, las instituciones públicas tienen que esforzarse por mantenerlas o recuperarlas', dice en el prólogo el veterano alcalde, Patricio González, con ejemplar sencillez).

Consiste en una simpática -aunque estruendosa- manera de llamar la atención de Sus Majestades, el día antes de su llegada, con el sencillo procedimiento de arrastrar por el suelo muchas latas vacías, cosa que a los niños no es que disguste precisamente. Se evita así que los tres Magos pasen de largo de esta ciudad, que bastante tiempo estuvo también medio perdida entre los avatares de la historia del Estrecho, hasta su definitiva refundación a principios del XVIII.

Pero lo importante hoy es el relato de Pérez Palomares, quien no en vano dirige una imaginativa asociación para la recuperación de las tradiciones orales, además de ser él y su mujer dos magníficos cuentacuentos. Con esos retazos de historia, leyenda y toponimia, su breve narración eleva todos esos conflictos a la categoría de Gigante, cuya acción maléfica consiste en hacer que la ciudad desaparezca en medio de una espesa niebla, justo la víspera de Reyes Magos. Sorprendidos unos visitantes posteriores de que los niños de Algeciras no tengan juguetes nuevos, se desencadena la trama vengadora contra Botafuegos, y queda establecida la estratagema de las latas ruidosas, para que los Reyes nunca más se extravíen. Y aquí, si tienen ganas de volver al principio de la columna, todas las dobles lecturas que ustedes quieran.

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