Putin juega bien una mala mano
El presidente ruso, Vladimir Putin, ha tenido un buen año. En el interior, la economía funciona mejor de lo esperado y el presidente es más popular que nunca. En el exterior, los acontecimientos mundiales le han beneficiado enormemente: la coalición antiterrorista le ha ganado a Putin un nuevo amigo en la Casa Blanca y un papel más atractivo en el escenario internacional. Sólo Chechenia, como una úlcera maligna, se niega a sanar.
Sin embargo, la gran tarea de modernizar Rusia sigue siendo casi tan ingente como cuando, hace dos años, el poder pasó a Putin de manos de Yeltsin. Con la suerte de su lado, en forma de los elevados precios del petróleo, Putin ha logrado progresos, pero todavía se enfrenta a grandes desafíos.
En primer lugar, aunque ha reforzado la autoridad del Gobierno central gracias a su popularidad personal, todavía está lejos de consolidar su poder. Los oligarcas del mundo de los negocios tienen un lugar menos destacado en la política, pero su poder económico se ha multiplicado debido al boom del petróleo. (...) Putin nunca ha desafiado seriamente a esos sujetos excesivamente poderosos. Es consciente de los límites de su posición.
Si el futuro produce un auténtico choque de intereses entre el Kremlin y los oligarcas, no es seguro que gane el Kremlin. Occidente debe ayudar al presidente ruso a soportar su tremenda carga. Debería apoyar la reforma económica ampliando su ayuda, pero sólo cuando las condiciones sean las adecuadas. Apoyar incondicionalmente es peor que no apoyar en absoluto.
Londres, 28 de diciembre
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