Roma y toros en el Languedoc

La ciudad de Nimes, de aire mediterráneo, está en el territorio donde confluyen el Languedoc y la Provenza; las estribaciones montañosas y los llanos; las albuferas y los viñedos. Al entrar por la avenida de Jean Jaurès sorprende encontrar un orgulloso toro, tótem ibérico. Luego, al acercarse al viejo circo romano, Les Arènes, se alza una estatua de bronce de un torero, Nimeño II, gloria local. Y si es tarde de toros, se oirán los olés de un público amante de la fiesta. Pero Nimes no rinde culto sólo a los toros, sino también al agua: debe su nombre al dios Nemausus, cuyas fuentes están en el mismo corazón del jardín de La Fontaine.

La ciudad tiene un cierto aire a Roma con sus templos de piedra blanca, con la vigilante Tour Magne y con el cercano Pont du Gard. Siguiendo la avenida de Jean Jaurès hasta el final, se accede a uno de los más bellos jardines de Francia. Jacques Pierre Mareschal, ingeniero militar, dio forma en el siglo XVIII a un bello espacio enclavado en un lugar que tuvo fama de sagrado desde tiempos prerromanos. Estatuas, balaustradas, fuentes y corrientes se integran entre el verdor. En una zona de la espesura aparecen, aún notables, las ruinas del viejo templo de Diana. Sobre la colina boscosa se alza la Tour Magne, que alcanza 32 metros de altura y que formó parte de las murallas romanas. Es un magnífico y sólido mirador.

Luego, a través del umbroso Quai de la Fontaine, el visitante llegará a la Place d'Asas, de recoleta fuente, para encararse ante el Carré d'Art, museo de arte contemporáneo, debido a la visión contemporánea de Norman Foster. Las líneas de este museo contrastan con las eternas columnatas del templo romano contiguo, la Maison Carrée, construido en el año 5 y perfectamente conservado. Se trata de un elegante edificio cuyas altas columnas están coronadas de capiteles corintios. Es una sólida estructura geométrica que sigue dominando el espacio del antiguo foro, del que aún se ven vestigios.

Por la calle y la plaza de L'Horloge se llega a la animada Rue de la Madaleine y a la plaza Aux Herbes, ante la cual emerge la vieja catedral, muy remodelada, con algunos vestigios románicos. Si se sigue en la misma dirección, hasta el bulevar Almiral Courvet, puede contemplarse la antigua Puerta de Augusto, una de las principales entradas de la Nimes romana, adonde llegaba la Via Domicia, que, procedente de Italia, proseguía hacia España. Muy cerca, esquina con Rue Poise, está el edificio de los Jesuitas, de excelente estructura, con su capilla convertida en centro de exposiciones.

A través de la Rue des Greffes podrá accederse hasta la animada Place du Marché, buen lugar para hacer un alto y contemplar la fuente del Cocodrilo. En ella, los niños del barrio se sientan sobre el animal para pescar tranquilamente -con ayuda de un imán y una cuerda- las monedas que los turistas arrojan en el pilón de mármol blanco. El popular reptil esculpido, que también figura en el escudo de la ciudad, tiene un origen vinculado al antiguo Egipto: aquí se estableció hace más de 2.000 años una colonia romana integrada por veteranos de la batalla de Actium.

Luchas de gladiadores

El regusto agradable que procura este paseo se torna en gozo al descubrir el anfiteatro, del siglo I, uno de los más grandes de la Galia y de los mejor conservados de la época romana. Dos niveles de 60 arcadas, en el exterior, enmarcan un edificio en el que antaño entraban 24.000 personas. Lugar de fiestas y luchas de gladiadores, fue luego castillo con los visigodos e improvisado polígono de viviendas hasta el siglo XVIII, cuando habitaban en su estructura interior -como aún hoy ocurre en Lucca, Italia- 700 personas. Ahora, provisto de una estructura complementaria durante los meses más fríos y lluviosos, el viejo coso es centro de espectáculos, plaza de toros y, en las noches de verano, magnífico recinto para conciertos de rock.

Pero aún hay más Nimes, otros muchos elementos de todas las épocas: museos, jardines, olores de aceite, vinos y especias, y excelentes tiendas, como librerías o pastelerías. Es muy recomendable tapear en bares como La Cantina o Pablo Romero.