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LA CRÓNICA
Columna
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Que arresten a Papá Noël

Querido y admirado alcalde de Barcelona: preocupada como está esta ciudadana que le escribe para que lo del Fòrum 2004 salga bien, se atreve a llamar su atención sobre un problema, que puede estarnos haciendo perder el tren de la modernidad. Los papás noeles. Barcelona es la ciudad más infestada de papás noeles de Europa. Más que Madrid, y no lo digo por molestar. Es cierto que en Madrid se caen en las zanjas y mueren, pero cada alcalde tiene sus trucos.

Cuando empieza lo de la Navidad, somos muchos los que hacemos una llamada al 010 (el teléfono de información de su, nuestro, Ayuntamiento) para saber en qué centros comerciales o asociaciones de vecinos, han tenido la idea de contratar a uno de esos seres rojos, alegres, trastornados y peludos. Se trata de saber con el menor margen de error posible, dónde están para no pasar por allí en lo que queda de año.

Barcelona posee uno de los mayores parques motociclísticos de las ciudades europeas. Tampoco va mal servida de 'papá noeles'

El ciclo vital de los papás noeles (que es similar al de las orugas) ya ha terminado, y si algún ciudadano se encuentra, a día de hoy, con uno de ellos, está indefenso. No me refiero al que vende La Farola en Bac de Roda, porque ese es apócrifo; va de Papá Noël como podría ir de Chiquito de la Calzada. Es como Figo. No siente los colores, lo hace sólo por la pasta. Me refiero, por ejemplo, al de Juguetes Poly de la calle Aribau. A ése, me refiero.

Las empleadas del Condis, el día 24 se pusieron sus gorritos de Papá Noël. No es que esta ciudadana lo apruebe, pero al menos hoy, disciplinadas, no los llevan. La señorita B.J.D. Haneveer, azafata de KLM que en el vuelo Amsterdam-Barcelona suele servir los bocadillos de queso, iba con gorro de Papá Noël el día 17 (sus compañeros no), pero no creo que hoy reparta el café, montada en un trineo. En cambio, en el Todo a Cien de la calle de Còrsega (entre Aribau y Muntaner) siguen teniendo ese siniestro Papá Noël de plástico, de tamaño natural, que hace un movimiento rotativo de pelvis, tan obsceno como denunciable. ¿Hasta cuándo?

Piense en los niños barceloneses, sus futuros votantes. Por culpa de los papás noeles, dejan de creer en la Navidad a los siete meses y si a los siete meses no creen en la Navidad, ¿cómo quiere que a los 35 crean en el Fòrum? Ya que se tolera la actividad, al menos que se regule. La característica principal de Papá Noël es la obesidad. Bueno, pues este año, había algunos (como ese que va por libre, que se exhibe en el Portal de l'Àngel) que parecen sílfides.

Ésta no es la única irregularidad. En muchos centros comerciales no se conforman con un sólo Papá Noël, y contratan a media docena de ellos. ¿Qué les decimos a nuestros sobrinos? ¿Que esos seis papás noeles (delgadísimos) que tocan sus seis detestables campanillas son los seis ayudantes del verdadero Papá Noël (gordo) que no ha podido venir porque está en Laponia leyendo las cartas?

Esta ciudadana trabajó de Papá Noël en El Corte Inglés. Sabe de lo que habla. Mi caso demuestra que el casting no fue demasiado riguroso. Una sensual voz de mujer como la mía jamás puede ser convincente con el '¡Ho, ho, ho!'. Servidora agitaba perturbadoramente la campanilla, al tiempo que gritaba: '¡Hi, hi, hi!', como un Papá Noël eunuco.

Mis demás compañeros papás noeles eran hombres, sí, pero hippies, o sea que aterrorizaban a los niños diciéndoles que si pedían juguetes bélicos no les traerían nada. ¿Dejaría a su sobrino en brazos de un Papá Noël que está en contra de los juguetes bélicos y que fuma hojas de laurel?

No podemos hacer piquetes, porque cuando se detiene a un Papá Noël a las dos horas se le suelta. Algunos acumulan hasta 25 denuncias. Por eso habría que practicar la política de la prevención y capturarlos el día 24. Les podríamos llevar al estadio del FC Barcelona. A lo mejor no cabrían todos, pero sí los más representativos. El del centro comercial Heron City (que era tan generoso con los caramelos), el del Maremágnum (ése con el que te podías hacer fotos, si querías) o el que estuvo en la plaza de la Sagrada Familia. Luego, llamaríamos al peluquero Llongueras, que en este asunto no es inocente. En su peluquería de Gran Via había un Papá Noël (bastante flaco). Una vez en el estadio, el gran y fino estilista debería imitar a los barberos de Kandahar: poner música y afeitarles las barbas en señal de libertad y progreso. Porque hoy sólo llevan una barba como ésa los talibanes. 'Papá Noël tiene el peor estilismo del mundo', gritaría el peluquero, tijera en ristre: 'Esta barba nos envejece. ¡Esta barba es de lo más pastún! Chas, chas, fuera barba'.

Después, no tienen por qué quedarse en el paro. Que trabajen de tió. El tió es una tradición muy bonita que se está perdiendo. Además para hacer de tió sí que hay que tener tipito. De acuerdo, el tió es antiecológico porque por su culpa se tala un árbol, pero contratando a Sting para que cante se arregla. De acuerdo, es un tronco maltratado y no está bien que los niños peguen a los troncos o a los actores que hacen de troncos, pero que les den flojo. Piense que cuando los japoneses, que tanto adoran nuestra cultura, descubran que tenemos un tronco que hace caca después de una zurra nos harán famosos. Si usted limpia esta ciudad de papás noeles, a cambio, esta ciudadana se compromete a recibir con los brazos abiertos, en su calle, a los de Bailén 22.

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