El ajedrez
Me apetecía encomendar mi última columna del año a la noticia más sonada de 2001, pero eso sí, con todo el humor que la ocasión requiere. Y puestos a pensar, me he percatado de que nadie, desde que Morán y Barrionuevo fueron ministros, había generado tanto chiste y chirigota como Bin Laden. El último lo escuché ayer mismo. En mitad de una generosa comida navideña -abuelas, nietos, consortes, primos y parientes varios- mi hijo Guillermo, un retaco de ocho años que tiene salidas antológicas, apuntó una nueva gracia sobre el asunto: 'Están jugando una partida de ajedrez Bin Laden y Bush -el niño aclara entonces que el tal Bush es un señor americano, importante se ve-. ¿Quién gana la partida? Pues Bin Laden -concluye Guillermo, dejando maliciosamente unos segundos de suspense ante la cara de póquer de la concurrencia-..., porque a Bush le faltan las dos torres'. Carcajadas. Estupendo. 'Ya sabemos a quién le ha salido el niño'. 'Ocurrente la criatura' y cosas parecidas. Pero mi hijo no es una excepción, sino una precoz confirmación de la regla. A los cinco minutos, mientras discurrían los cafés y las copitas de rigor, él ya se encontraba a años luz de nosotros, dedicado por entero al endiablado mundo de su Game Boy en busca de nuevas misiones, pruebas de riesgo y rehenes de guerra perfectamente canjeables por cinco Pokémon. Cuando Guillermo sea mayor alguien tendrá que decirle que el dichoso Bin Laden desapareció al poco de acabar su partida de ajedrez sin que nadie supiera nunca de su existencia o su inexistencia, que el señor americano, ese Bush que tenía muy mal perder, enloqueció de patriotismo y se metió a actor de Hollywood para seguir abatiendo a extremistas islámicos y otros barbudos de semejante calaña. Puede que algún día, cuando Nintendo ingenie un nuevo jueguecito sobre el Oriente Medio o el 11 de septiembre, alguno de estos niños de última generación encuentre al terrorista más buscado en la recóndita cueva de un videojuego. Lo que no sabemos es si para entonces habrán prescrito los 25 millones de dólares de recompensa y si los cadáveres virtuales tienen algún valor. Todo es cuestión de esperar. Tiempo al tiempo.
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