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Reportaje:

El Carme, tijeras en mano

El cierre de la centenaria peluquería de la plaza del Árbol de Valencia, otra señal de que se apaga el viejo esplendor del barrio

A la parisién, estilo casco, al cero, corto, clásico o con coleta. Hippies, rockers, yuppies, punkies o raperos. 100 años de modas y peinados y tres generaciones de peluqueros han pasado por la pequeña peluquería de la plaza del Árbol en el barrio de El Carme, en Valencia. El primer peluquero se pegó un tiro en la Alameda, cuenta Federico Serrano, de 65 años, propietario los últimos 40.

Desde su peluquería, Federico ha visto caer las casas a su alrededor, cerrar tiendas y talleres, marcharse una familia tras otra, llegar los pubs,... Con la llegada del sida cambió la navaja por las hojas desechables. Aguantó los pelos largos de los sesenta y los rapados del nuevo siglo. La próxima primavera, como tantos otros propietarios de negocios del barrio que no son bares, se marcha. Es tiempo de jubilarse.

Tras las lunas de su peluquería, una curiosa mezcla de cocina y cuarto de baño, con las sillas de color rojo originales y decorada con almanaques de falleras, lociones para el afeitado y revistas con chicas ligeras de ropa, Federico sigue trabajando. El aspecto algo destartalado del local no parece afectar a la fidelidad de su clientela, para la que su propietario no ahorra piropos: 'la mejor, la más fiel, algunos vienen ya 40 años, les voy a echar de menos'. Los hijos de Federico no quieren continuar el oficio, y aunque a él le gustaría que uno del gremio se la comprara 'por atención a la clientela', venderla bien es su prioridad.

La tradición, si no en el mismo local, continuará 'por accidente' no muy lejos, afirma Arturo Berlanga, propietario de otra peluquería en la plaza de El Carme. Arturo trabajó 15 años con Federico y desde hace otros 15 tiene su propio negocio. 'La continuación es por accidente porque si no llega a bajarme el sueldo no me hubiera montado mi propio negocio. Además fue hace 15 años y este era otro barrio. Ahora no hubiera continuado.

Ambos peluqueros tienen trabajo 'gracias a la gente de fuera del barrio', reconoce Arturo que aún conserva la clientela que hizo trabajando para Federico. 'La mayoría son hijos, nietos y sobrinos de El Carme', señala. 'Ahora mismo, estos dos señores que ves aquí son uno de Turís y otro de Torrefiel. Son masoquistas', bromea. 'Porque lo que es el barrio va a la hecatombe. Nos ha invadido la droga y una ruina rara. Llevan 25 años reformando el barrio y no hay nada reformado', dice.

Sitiada por las obras, la peluquería de Federico y el bar Berta son casi los únicos vestigios de vida que quedan en la plaza del Árbol. Cuando llegó de Utiel, 'el barrio era como una familia, daba gloria, todo el mundo se saludaba. En verano cenábamos en la calle y después íbamos a pasear a la alamedita de Serranos. No había peligro', recuerda Federico.

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'A mí me da mucha pena que se vaya Federico. Seguro que alguien pone allí un bar', se lamenta Carmen Ferrés, nacida en el barrio hace 80 años y biznieta del fundador de Roperías Insa, un taller de alquiler de disfraces, a dos pasos de la peluquería. 'Hace un año se fue el del horno. Estaban hartos de comerse su propio pan. Es que todo el mundo se va del barrio. No hay niños, no hay familias. Esto está muerto', se queja.

Carmen ha cosido desde los cortinajes que pusieron en la Lonja cuando el Gobierno republicano se trasladó a Valencia, hasta el vestido de fallera de la nietísima Carmen Martínez Bordiu. 'Mantengo esta casona por amor', afirma asomada a sus balcones desde donde observa la plaza del Árbol.

El peluquero de la plaza del Árbol, en el barrio de El Carme, realiza uno de sus últimos cortes.
El peluquero de la plaza del Árbol, en el barrio de El Carme, realiza uno de sus últimos cortes.CARLES FRANCESC

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