El deporte de superar las metas
Un ex futbolista triunfa en el atletismo tras abandonar su carrera por problemas de riñón
Pocos son los deportistas que triunfan en una disciplina para la que no han sido llamados. José Manuel Rivero Montes de Oca obtuvo la medalla de oro en el Mundial de Atletismo para personas que han sufrido trasplantes de órganos celebrado en Hungría en 1999 y está considerado como uno de los mejores atletas del equipo nacional. Pero para alcanzar la gloria, Rivero tuvo que perder los riñones, debatirse 22 días entre la vida y la muerte y abandonar su gran pasión, el fútbol.
Rivero (Cádiz, 1975) siempre quiso ser futbolista. En la década de los ochenta emulaba a sus ídolos (Maradona, Futre o Butragueño) en las secciones infantiles del Cádiz Club de Futbol. En la antesala de la fama, tras militar en diferentes clubes gaditanos, llegó su oportunidad soñada: El Sevilla le ofreció un contrato. 'Era la oportunidad con la que todo joven futbolista soñaba, y yo lo era', dice Rivero, que ya entonces era conocido en los círculos de aficionados como Momo. Sin embargo el traspaso nunca llegó a realizarse.
En 1996 su vida sufrió un cambio dramático. Un informe médico, realizado tras su inexplicable bajada del rendimiento físico, terminaría con todas sus ilusiones. Lo que en un principio se diagnosticó como una anemia, se identificó luego como una parada funcional de los riñones. 'Nunca olvidaré ese día. Todo fue muy rápido me llevaron a diálisis tras ser analizado en la sala de urgencias', recuerda. Después de siete meses de diagnósticos, los médicos le confirmaron que no había mas solución que el trasplante de los riñones, y con ello el abandono definitivo del fútbol.
El 22 de noviembre de 1997 fue sometido a una intervención de seis horas para implantarle un riñón donado. Fueron momentos críticos, a la espera de que el nuevo riñón no fuera rechazado por su organismo. Momo permaneció 22 días en una unidad de cuidados intensivos debatiéndose entre la vida y la muerte. 'Los doctores explicaron a mis familiares que había sufrido una gran perdida de sangre debido al corte de una arteria', dice Rivero, 'perdí peso, pero logré salir con vida y con la firme intención de seguir realizando deporte'. 'Es mi forma de ser: me faltaba el oxigeno y quería volver al pasado', añade.
Y en parte lo consiguió. Su pasión por el deporte motivó a una de las médicos que le atendía a ponerle en contacto con la organización nacional de trasplantados, desde donde se interesaron por su caso y le pidieron su currículo deportivo. 'Como sólo practiqué fútbol, así lo hice constar'. Rivero fue sometido a diferentes pruebas con las que se logró concluir que sus condiciones físicas le permitían la practica del atletismo, incluso con la esperanza de obtener importantes marcas en el ámbito de la competición. 'Fui el primer sorprendido. Jamás me gustó el atletismo y nunca se me ocurrió practicarlo'. El destino dictó lo contrario.
La lucha contra la desesperación
En la primavera de 1998, la vida de Rivero dio un giro espectacular. Este gaditano, simpatizante del F.C. Barcelona, diplomado en chapa y pintura y con tres cursos de informática, inició su nueva carrera deportiva. Dejó atrás el rectángulo de juego, pero encontró las pistas de atletismo. Orientado en todo momento por técnicos de la Organización Nacional de Trasplantados, entrenó, aprendió, participó en varias competiciones hasta lograr marcas importantes. Sus continuos éxitos llamaron la atención de Josefina Ripoll, la directora de los juegos de Barcelona preparatorios para la los mundiales de Budapest de 1999 para personas con trasplantes. Su esfuerzo fue reconocido. Fue seleccionado para el equipo español. 'De los 1.800 participantes de los cinco continentes, 30 éramos españoles. Era la primera vez que salía de España. Estuvimos dos semanas en Hungría, fue algo inolvidable'. Desde luego que lo fue. Rivero consiguió la medalla de oro en la prueba de los 400 metros lisos, logrando, además, la plata de 4x100 en relevos. Un año después, logró la medalla de plata en 400 y 100 metros lisos en los campeonatos celebrados en Nueva York. 'En Estados Unidos conocí a Carl Lewis, el más grande de todos los tiempos. Me dejó una huella imborrable', afirma Rivero. La dulce etapa deportiva coincidió con la amargura de su cese laboral en la fundación municipal de deporte del Ayuntamiento San Fernando (Cádiz), pero eso no le hizo doblegar en su ilusión por mejorar sus resultados físicos. En agosto del pasado año, en los campeonatos del mundo celebrados en Japón, Momo logró la medalla de bronce en la prueba de salto de longitud. Hoy su meta está en Barcelona, sede de los próximos juegos para trasplantados, programados para el mes de junio. Rivero repite 'a quienes padecen una situación similar que no desesperen. Hay solución. Es duro, pero con esfuerzo se tira hacia delante'. En su vida hay un recuerdo permanente y un deseo aún incumplido: Conocer personalmente a la viuda de quien le donó el riñón que le permite vivir. 'Siempre le estaré agradecido', concluye Rivero.
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