Al euro por el tacto
Los ciegos aprenden a distinguir las nuevas monedas en clases impartidas por la ONCE
El saco, en realidad una pequeña bolsa, pasaba de unos a otros con una mezcla de emoción. Había que introducir en él la mano, palpar las monedas, deslizar los dedos por el canto, sopesar su tamaño, detenerse un segundo, probar con otra si había dudas y, finalmente, decidirse. Luego había que sacar la moneda y mostrarla al profesor, que volvería a examinarla con sus manos. Parecía un juego de adivinanzas, y en parte lo era. Se trataba de encontrar en el interior del saco la moneda requerida, y acertar: 1 euro, 20 céntimos, 10... Ginés García lo practicó varias veces después de memorizar las indicaciones recibidas y verificar con sus dedos las características moneda a moneda: sus bordes, las rugosidades, los surcos. Con naturalidad, sin demorarse. El profesor era ciego, los seis alumnos también eran discapacitados visuales. Y el juego era sólo una de las comprobaciones prácticas que tenían que hacer los alumnos del curso. El 80% de los 61.000 afiliados a la ONCE y, desde luego, los 23.000 vendedores de cupones, han pasado por las aulas para aprender a distinguir los euros en billetes y en monedas. El plan, que incluye también a la población en edad escolar, pretende llegar a 70.000 personas.
'Desde comienzos de año la ONCE introdujo entre sus acciones formativas un plan dirigido a que los vendedores, y afiliados en general, se familiarizaran con las nuevas monedas', explica Mariano Fresnedillo, coordinador general de los cursos. El plan, elaborado por Soledad Luengo y puesto en marcha por Fresnedillo y, en la Comunidad de Madrid, por Luis Quintana, ha supuesto la vuelta en aluvión por unas horas de invidentes y discapacitados visuales. Unos 300 profesores, ciegos o videntes, han impartido hasta ahora alrededor de 3.000 cursos, de tres o cuatro horas, dependiendo de la capacidad visual del alumnado. Cuando se trataba de invidentes, los grupos eran de seis; en torno a ocho si la discapacidad visual era parcial, y en grupos más amplios si eran minusválidos. En el caso de las personas que son sordas y ciegas, las clases han sido personalizadas.
Los juegos de monedas empleados han sido reales, réplicas exactas facilitadas por el Banco de España, pero sin poder adquisitivo, ya que les faltaba el valor en una de sus caras. La ONCE devolverá este aluvión de monedas al Banco de España, pero por unas horas, los asistentes al curso han sentido que era dinero contante y sonante en algunos casos, con un olor perceptible, unas dimensiones claras, tamaños de menor a mayor, y en ocasiones, hasta una sensación metálica, de acuerdo con su grosor. Las autoridades monetarias consideran a los ciegos un colectivo vulnerable y se han volcado en facilitar los medios para que la metamorfosis de la peseta al euro los coja bien entrenados. De hecho, los cursos están subvencionados por el Banco de España y el Banco Central Europeo.
El sector más sensible es el colectivo de los vendedores, ya que al estar a pie de calle deberán afinar sus dedos y su memoria para mostrarse ágiles en los cambios y detectar al momento cualquier moneda intrusa. Evitar falsificaciones, timos y engaños por parte de avispados y pillos son los objetivos de los cursos. Los primeros meses, la mayoría de los vendedores contará con una ayuda extra, al estar acompañados por personas de la ONCE para superar contratiempos o alborotos. Todos ellos contarán, además, con un euromedidor de monedas y billetes, una especie de tarjeta de plástico doblada que al introducir la moneda o el billete en cuestión podrá identificarlos.
Los billetes también han sido acariciados por los ciegos con un interés más intelectual que crematístico en estos días, aunque la atención puesta en dominar sus rugosidades, marcas de agua y mínimos relieves haya sido tan intesa como la de un usurero. Los discapacitados parciales, además, tendrán ahora más fácil detectar falsificaciones, ya que los nuevos billetes tienen una banda de colores en gradación muy difícil de imitar. Las monedas, por su parte, ofrecen menos riesgos, y no sólo porque su valor es menor: 'Las de 1, 2 y 5 céntimos son fáciles de diferenciar: su tamaño va de menor a mayor y llevan el canto liso, a excepción de la de 2, que tiene una ranura en la que cabe una uña', recita Mariano Fresnedillo. Las de 10, 20 y 50 tienen el canto más bien festoneado, y la de 20, en concreto, recuerda a la flor de lis española, muy parecida al de las 50 pesetas actuales. El canto de la de un euro es discontinuo, liso y con estrías; y el de la de 2 es estriado', añade. Para que no haya incertidumbre ni pánico, Ginés García ha decidido practicar con los monederos de euros que se venderán próximamente en los estancos. Él no es vendedor, pero quiere estar al día en sus propios cambios.
Los precios en euros del cupón se han redondeado en cifras no sólo mágicas, sino fáciles de recordar: un euro el cupón diario, dos el de los viernes y 1,50 el del fin de semana. No hay que disuadir al peatón con la excusa de no tener cambio.
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