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Columna
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Tópico navideño

En raras ocasiones disfrutamos los valencianos el tópico de la estampa navideña que disfruta casi el resto de nuestros conciudadanos europeos: la postal de la nieve y el frío que adorna con carámbanos, hielos largos y puntiagudos, los aleros de las casas en Els Ports, L'Alt Maestrat o la montaña alicantina. Este año sí; este año y en el País Valenciano tendremos manchados de blanco nuestros cerros altos, y los meteorólogos pronostican bajas temperaturas. Otros tópicos navideños los tenemos asumidos desde hace muchas décadas: los regalos y el dilapidador consumismo, los villancicos y el reencuentro familiar, los mensajes de buena voluntad y la tarjeta o llamada telefónica de aquel amigo que la Navidad no relega al olvido.

Entre esos tópicos hay quizás uno que tiene mayor consistencia y validez: el que liga la Navidad a los mensajes de paz, armonía y concordia social. Unos mensajes que el grueso de la ciudadanía querría perennes, y que se acentúan por estas fechas en boca de potestades y mandatarios. Ni están de más ni fuera de lugar en estos tiempos desquiciados. Porque la guerra en Asia saca de quicio a la racionalidad cuando se lee que los vencedores lapidarán a las adúlteras con chinas pequeñas y cambiarán la costumbre de los talibanes vencidos, que las lapidaban hasta ahora con guijarros de considerable tamaño. Porque nos descompone la violencia irracional contra la torres de Nueva York y la que tiene lugar en la parte vieja de San Sebastián, en la selva filipina o en Russafa. Porque nos desencajan y desasosiegan -y la paz es también sosiego social- los vehículos quemados o fallas automovilísticas, que es una violencia gratuita contra los enseres, y que con periocidad calculada y casi absoluta impunidad, tienen lugar en la ciudad de Valencia. Porque es triste, aunque necesario, que la Consejería de Bienestar Social abra centros de acogida a mujeres maltratadas, víctimas de la violencia doméstica. Porque inquieta, aunque también es necesario, que un par de zagalas de apenas 14 años sean recluidas en un centro de menores, tras apuñalar a una amiga en un descampado. Y porque también inquietan las agresiones que han sufrido y sufren los laboriosos vecinos del barrio obrero de Fátima en Almassora, que ayer mismo salieron a la calle insistiendo una y otra vez en que 'sólo queremos vivir en paz'. Y porque se rompe el marco y quicio del sosiego cuando la violencia de unos pocos, muy pocos, alteran la armonía académica de una escuela y la educación de muchos jóvenes y su aprendizaje.

Salpicados los valencianos aquí y allá por el desquiciamiento, el tópico mensaje navideño de políticos y dignatarios en torno a la concordia civil, la armonía social y la imprescindible paz le puede barruntar oportuno a cualquiera. Como le pudo barruntar oportuno el año pasado y el otro. Lo lamentable será que lo siga barruntando el año próximo. La solución está en las oportunas leyes racionales y democráticas que se hagan cumplir, y cuyo cumpliento pueda exigir la ciudadanía. En la práctica no existen al parecer. Existe, eso sí, el tópico exabrupto de un secretario de educación en la oposición culpando únicamente al partido gobernante del desquiciamiento. Es decir, una sandez, cuando el desasosiego tiene un calado social que sobrepasa las tópicas disputas partidistas. Y para tópicos, nos quedamos con los navideños. Como esa postal nevada de los picos valencianos por estas fechas; como las bajas temperaturas que congelan los pies y enfrían la cabeza, pero no los sentimientos.

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